7/10/2010

Elecciones México

Las urnas disidentes

Ilán Semo

Los resultados de las elecciones regionales del domingo pasado arrojan una cartografía política extraordinariamente compleja, cuyas contradictorias tendencias hablan de los límites de un orden (el que nació en 1988) que se ha vuelto de múltiples maneras impredecible para sí mismo. Pero hablan sobre todo del cuantioso potencial de una ciudadanía que insiste (afortunadamente) en desafirmar el pesimismo y acude, una vez más, a la cita para desmadejar los nudos y los atavíos de una sociedad política convencida (al menos en su mayoría) de que el ejercicio democrático puede ser entendido como (y reducido a) un recuento de simulacros predecibles.

Una historiografía exprés de estas elecciones tendría que recordar que las antecedieron expectativas cada vez más descendentes (y desencantadas) sobre su capacidad para fincar su legitimidad. Lo que las precede hasta el sábado por la noche son las noticias de un clima de violencia (que es el eufemismo para decir que un candidato a una gubernatura y otros 10 a puestos de regidores, presidentes municipales y diputados fueron asesinados en los días previos), las amenazas (en Tamaulipas y Chihuahua) a los representantes de casillas y la denuncia (con evidencias sustanciales) de los preparativos de fraudes masivos en Puebla y en Oaxaca. Y lo sorprendente es que la gente sale a votar en proporciones considerables, y lo hace refutando a las encuestas (ejercicios de prestidigitación cada día más misteriosos) y, sobre todo, a ese clima (este sí propiciado por las maquinarias mediáticas) que da por sentado el retorno abrumador del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que llegaría para aliviar las heridas de una nostalgia por un pasado que, en rigor, pocos recuerdan, y acaso por ello produce la sensación de un pasado sin objeto.

Por su parte, el PRI sabe –o cree saber– que la melancolía da para una política de carro completo, y se prepara para capitalizarla. Pero en Oaxaca, Puebla y Sinaloa la retórica de la nostalgia, que en esencia se reduce al vale más corrupto por conocido, que corrupto por conocer, no funciona simplemente, porque el pasado está compuesto de hechos ominosos (y agravios innegociables).

Pocas horas después del triunfo de la coalición local entre los partidos de la Revolución Democrática (PRD) y Acción Nacional (PAN) encabezada por Gabino Cué, la primera declaración de sus representantes nacionales es congratularse por la táctica que nadie debería desmeritar, y a la que muchos consideraban fatal. Con dos gramos de sensibilidad podrían haber empezado por celebrar y felicitar al sujeto central de esa hazaña, que fue esa parte de la sociedad oaxaqueña que durante más de dos décadas resistió a todas las versiones de un cacicazgo que la mantuvo al margen de las transformaciones y reformas nacionales. Y en Puebla y en Sinaloa las constelaciones son muy distintas. Pero el triunfo de las coaliciones entre el PRD y el PAN refrenda el principio de que la prolongación indefinida de la impunidad jurídica, la ineptitud para lidiar con una sociedad plural y la política de criminalizar el orden público tienen hoy en día límites. Y son tal vez esos límites, más que las estrategias electorales de los partidos, los que habrán de dominar la ruta hacia 2012. Sólo así se explica que el PRD haya perdido Zacatecas, y el PAN, Aguascalientes y Tlaxcala.

Visto desde la perspectiva de la izquierda, el argumento central (y no sé si exista otro) para justificar su alianza con la derecha es que existen efectivamente intereses generales que es preciso anteponer a sus intereses particulares. La descaciquización de la vida regional es, sin duda, uno de ellos. Y es un proceso que tendrá que prolongarse durante varios años, siempre y cuando los nuevos representantes no se erijan en los nuevos caciques.

Las elecciones de 2010 admiten así varias lecturas.

En primer lugar, la presencia de una ciudadanía cuyas expectativas democráticas no han cedido, dispuesta a movilizarse por ellas independientemente del partido que se encuentre en el gobierno. Este espacio abre un capítulo de posibilidades para la emergencia de coaliciones nuevas, que hasta ahora eran simplemente inimaginables.

En segundo lugar, el hecho reiterado de que el PAN no ha renunciado a obtener la Presidencia de nuevo en 2012. Hoy su adversario a vencer es el aura que rodea al PRI como el mal menor del actual espectro político (por cierto, un aura bastante abollada por las elecciones recientes). Si la izquierda (con la vaguedad actual que implica esa definición) logró transitar por los intersticios de esta confrontación podrá hacer avanzar sus posiciones. Pero sólo si se concibe como la expresión de ese déficit político que la ciudadanía busca para continuar con las transformaciones, y no como el sujeto de ellas.

En tercer lugar, no hay nada ni nadie definido (ni definitorio) para 2012. Avanzará quien pueda mostrar que el deterioro (ya envejecimiento, digamos) del orden surgido en 1988, es siempre un deterioro del otro. El problema no será quien representa al futuro, sino quien aparece como el anacronismo.

Migración en tiempos electorales

Ana María Aragonés

Ninguno de los programas de gobierno propuestos tanto por los perdedores como por los ganadores de la contienda electoral efectuada el pasado 4 de julio incluyó alguna propuesta dirigida hacia los trabajadores migrantes. A pesar de que conforman una parte sustancial de la población mexicana, cerca de 7 millones si contamos sólo a los indocumentados, y que por razones que ya todos conocemos, tienen que trabajar en Estados Unidos y enfrentar, precisamente en estos últimos meses, una situación difícil y muy dramática. Triste reflejo de la falta de interés que, en general, tienen los políticos mexicanos por la migración y que plantear alguna solución para estos trabajadores no pasa por sus preocupaciones. Lo cual es muy grave pues no sólo se desprotege a los connacionales con esa actitud sino que, en la medida en que no plantean soluciones para ellos, tampoco lo hacen para la clase trabajadora en general, de la cual forman parte los migrantes.

Es decir que el tema migratorio en las elecciones mexicanas no tuvo repercusión alguna, cosa muy diferente de lo que sucede en Estados Unidos.

Como sabemos, la gobernadora Jan Brewer, de Arizona, firmó la tristemente famosa ley SB 1070 por la cual las autoridades policiales estatales y locales pueden detener a aquellas personas de las que haya sospechas razonables de que son indocumentadas. La gobernadora Brewer ha justificado la promulgación de esta ley al señalar que quiere “proteger a los ciudadanos del ataque de los cárteles mexicanos del narcotráfico y el contrabando de migrantes”. Y para ello resulta que se ha puesto a detener, no a narcotraficantes o contrabandistas, sino a indocumentados, y va directamente contra todos aquellos que tengan las características físicas del mexicano o centroamericano. Por eso es que se trata de una ley racista. Y los políticos republicanos, en la búsqueda del apoyo del electorado están de acuerdo con esta ley, lo cual no es raro pues históricamente han sido siempre antimigrantes, pero ahora con más razón pues esperan que esta posición les de los votos suficientes para derrotar a los demócratas.

Por su parte, los demócratas no habían sido demasiado claros en relación con impugnar la ley, pero finalmente el presidente Barack Obama interpuso una demanda legal contra el estado de Arizona para intentar suspender la entrada en vigor de la ley SB1070, planteando que no sólo afecta la política exterior de Estados Unidos sino que interfiere con la ley federal. La respuesta, si bien tardía por parte de los demócratas, como señala David Brooks (La Jornada 08/07/10) espera sin embargo la movilización de la base electoral latina en su favor.

Si se puede hablar de ventajas habría que decir que por lo menos en Estados Unidos la migración se encuentra en la agenda de los políticos, para bien o para mal.

Pero lo que es inaceptable es que a los políticos mexicanos nos les preocupe, sobre todo después de analizar el diagnóstico de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que señala que la crisis incrementó el número de trabajadores que pasan del sector formal al informal en mayor medida que el observado durante la crisis de 1994-1995de tal manera que el desempleo se mantendrá por encima del nivel previo a la crisis.

La propuesta del organismo internacional es que el gobierno debe no sólo apoyar a los que han perdido el empleo sino a los que experimentaron sustanciales reducciones de sus ingresos y aquellos que han tenido que ir hacia el empleo informal. Planteamiento que tampoco parece retomar el gobierno de Calderón, que se la pasa haciendo una constante apología de los empleos creados, cuando lo que falta por hacer es tan grande que más valdría no gastar el dinero en anuncios que nos cuestan a todos los mexicanos y que simplemente irritan por ser claramente manipulados.

La realidad es que los migrantes por acción u omisión, siempre están desprotegidos. Sin embargo, en estos contextos tan desfavorecidos, ellos sí están muy conscientes y movilizados pues saben muy bien por qué están donde están y qué se necesita para cambiar la situación. En primer lugar entienden que es preciso pensar en la migración como una opción y no como una necesidad. Y por otro lado, le quieren dar un nuevo contenido a la reforma migratoria de trabajadores huéspedes, por lo que en el foro social de Estados Unidos surgió un subtítulo a la consigna Otro mundo es posible y es el de Otra política de inmigración es posible y, entre otras cosas, cuestionan una reforma migratoria de trabajadores huéspedes como la que se propone tanto por parte del gobierno de Barack Obama como de Luis Gutiérrez y del senador Charles Schumer.

Habrá que analizar a fondo esta propuesta, pero lo interesante es que proviene justamente del sentir y vivir de los propios inmigrantes, lo cual es de tomarse en cuenta, sin ninguna duda.

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