9/24/2013

Nuestra tragedia




Alberto Aziz Nassif

El reciente libro de Lorenzo Meyer tiene como título Nuestra tragedia persistente, y como subtítulo La democracia autoritaria en México. A primera vista se podría pensar en una contradicción, pero en realidad se trata de un concepto híbrido para entender qué pasa en México hoy en día. La tragedia nos lleva a la frase de Marx que dice: la historia se repite, la primera como tragedia y la segunda como farsa. Si no fuera tan grave la situación se podría hablar de ‘nuestra farsa permanente’. La idea de una tragedia que permanece en el tiempo conduce al autor a revisar de forma intensiva la historia reciente del país, pero con una serie de referentes históricos y comparativos.

A lo largo de sus 485 páginas se plantean afirmaciones, dudas y preguntas, se establecen desafíos y se hace un seguimiento de problemas que se desarrollan en siete capítulos, desde el plano conceptual, luego se pasa por el Estado, la clase política, los movimientos sociales, la educación, la guerra contra el narcotráfico, las relaciones internacionales, hasta llegar al petróleo.

Hay dos planteamientos que pueden guiar la lectura, uno que se encuentra al inicio, en donde se pregunta por la ubicación de la vida pública, para lo cual se usa la metáfora de un archipiélago en dos sentidos para explicar al país: hay islas de autoritarismo y corrupción en un mar democrático, o por el contrario, hay pequeñas islas democráticas en un mar de autoritarismo y corrupción. El otro planteamiento se hace en el epílogo, en donde se establecen dos ciclos, el de la expectativa democrática y el de la frustración que vino después. La democracia en México ha tenido una corta y azarosa vida, por eso Lorenzo Meyer plantea el dilema entre ir a una consolidación o a un regreso del autoritarismo, en eso está no sólo el debate de hoy, sino el carácter de lo híbrido de la democracia autoritaria.

Se revisan los proyectos nacionales que han habitado la idea del país (desde los liberales del XIX, la Revolución, el cardenismo, el nacionalismo revolucionario, hasta llegar al neoliberalismo autoritario, como el de Salinas o el panista). Hay una crítica muy severa a las oposiciones, como responsables del regreso del PRI; por supuesto más al panismo que gobernó y se acomodó a los intereses dominantes. Los partidos políticos son —en palabras del autor— completamente disfuncionales. De forma constante se hace una referencia paradójica a que el “futuro de México es un tipo de vuelta al pasado, a la decadencia, sin haber experimentado el apogeo” (p. 87).

La crítica a la clase política es implacable, dice Lorenzo: “Sin embargo, y ésa es la esencia de la tragedia que persiste en México, tras tantos años de autoritarismo, con el peso enorme de los intereses creados, con la debilidad de los partidos de oposición y con una cultura cívica sin experiencia democrática, la lucha por sustituir a la élite burocrática, corrupta y parasitaria por otra creativa, responsable y comprometida con la modernización real, es una particularmente difícil y de resultado incierto” (p. 200).

Otro de los ángulos del análisis es el de los movimientos sociales, esos contrapoderes que forman la resistencia al proyecto oficial. Una pregunta que cada vez tiene más sentido responder si en el año 2000 se tuvo un cambio de régimen o una simple alternancia de partidos en el poder. La publicitada democracia electoral necesita de dos condiciones, una competencia entre proyectos diferentes, sin vetos de poder, y una equidad real en la competencia para que haya resultados no cuestionados. Pero en 2006 y en 2012 no se cumplió con la equidad. Hay un debate sobre la oportunidad perdida de que la izquierda hubiera llegado al poder y así consolidar una democracia que se ha quedado estancada o como alguna vez dijo Porfirio Muñoz Ledo, “hemipléjica”, porque sólo mira a la derecha.

La agenda que se analiza en el libro es la de las reformas en curso. El tema de la educación y los negativos efectos económicos; las consecuencias de la “guerra” calderonista contra el narcotráfico que han metido a México en una terrible violencia; la diferencia irreconciliable entre izquierdas y derechas sobre el futuro del petróleo y el dilema actual entre cambiar o no la Constitución; la estructura oligárquica de los intereses que reproducen hoy en día, dice Lorenzo, similitudes con la época colonial y el porfiriato.

En suma, se puede terminar con una cita que redondea la idea general del libro: “En México, el círculo de lo político pareciera haberse cerrado: lo antiguo no funciona, pero persiste porque lo nuevo ni siquiera tuvo la oportunidad de cuajar” (P.117). Recomiendo ampliamente su lectura.

Investigador del CIESAS


No hay comentarios.:

Publicar un comentario