La confianza de los consumidores en el futuro inmediato (los próximos
doce meses) se desplomó un 15 por ciento en diciembre de 2013 con
respecto a igual periodo de 2012, coincidentemente con el primer año de
gobierno del PRI. Con cifras desestacionalizadas, se trata de su peor
caída en 40 meses (INEGI dixit). La confianza de los
consumidores es un indicador relevante que mide la percepción sobre la
situación económica esperada de los hogares y del país. ¿Qué factores
estarían explicando la fuerte contracción? La abrupta caída del
indicador se da en un contexto de duros golpes a la clase trabajadora
mexicana en un solo año, a continuación un recuento.
1.- La
privatización (disfrazada de reforma) de PEMEX. No obstante la intensa
campaña gubernamental que asegura que “con la reforma energética bajará
el precio de la luz y el gas”, buena parte de los mexicanos ya no creen
en las “bondades” de las privatizaciones. Pues se trata de los mismas
promesas de las últimas tres décadas, por ejemplo en 1990 se decía algo
similar de la venta de TELMEX y 24 años después, la citada
privatización no se ha reflejado ni en mejores tarifas ni en mejores
servicios, muy al contrario, ha contribuido a la tremenda concentración
del ingreso imperante en el país (su dueño, Carlos Slim es el segundo
hombre más rico del mundo). Agreguemos, en contra del discurso oficial,
los mexicanos recibieron el 2014 con la noticia de los aumentos en las
tarifas eléctricas industriales; se afirma que en 2015 terminarán los
“gasolinazos” mensuales pues “en ese año el combustible alcanzará su
precio real” (Videgaray dixit), pero hoy la gasolina es más cara en México que en Estados Unidos (Galván Ochoa dixit).
2.- La reforma que privatiza PEMEX se aprobó casi a la par que la
reforma fiscal e implica una serie de nuevos impuestos para 2014. Los
aumentos de impuestos impactarán de forma directa sobre los precios. De
hecho 2013 concluyó con una inflación general anual de 3.97 por ciento
(la más alta en tres años) y se espera que tenga otro aumento
significativo en enero de 2014 de 0.83 por ciento, el cual sería “el
segundo incremento mensual más alto para un mismo mes en los últimos 11
años” (Banamex dixit).
3.- Vinculado al punto anterior,
la inflación anual esperada para 2014 podría superar el 4 por ciento,
frente a ello, el salario mínimo nominal vigente a partir del 1 de
enero de 2014, sufrió un incremento de apenas 3.9 por ciento
(equivalente a un aumento de 2.46 pesos). Si se cumplen las
expectativas, en 2014 el salario mínimo real acumularía 14 años
consecutivos sin crecer. El punto es relevante, si se considera que
durante el tercer trimestre de 2013, 28 millones 677 mil 68
trabajadores mexicanos (el 58 por ciento de la población ocupada),
percibieron un ingreso que va de uno a tres salarios mínimos (INEGI dixit).
Desde una perspectiva histórica, con el fuerte deterioro del salario
mínimo real, en 2014 a los trabajadores mexicanos les alcanzará apenas
para comprar una cuarta parte de los artículos que adquirirían con ese
mismo salario en 1976. Es decir, el poder adquisitivo de los salarios
se ha derrumbado en un 74 por ciento desde 1976.
4.- La
violencia e inseguridad en el país van en aumento. Según la última
Encuesta Nacional de Seguridad Urbana que levanta INEGI, en el último
mes de 2013, siete de cada diez mexicanos mayores de 18 años
manifestaron su temor a ser víctimas de la delincuencia en las
ciudades.
En suma, la abrupta caída de la confianza de los
consumidores, apunta a que la sociedad mexicana se muestra temerosa en
torno a su situación económica en 2014, ello en respuesta a diferentes
procesos: la privatización de PEMEX (y sus profundas repercusiones
socioeconómicas), los aumentos de impuestos, la escalada de precios de
bienes y servicios básicos, la contracción del salario real, la mayor
pobreza y un clima de creciente inseguridad. Lo anterior no se limita
al último año, ha sido una constante en las últimas tres décadas de
aplicación de políticas de corte neoliberal. Contrariamente a lo que se
podría esperar, la sociedad mexicana no reacciona, se muestra
desinteresada por asuntos de política y continua apoyando al régimen
político, el cual, dicho sea de paso, muestra señales de caducidad (su
contenido democrático es casi nulo, no respeta la voluntad ciudadana y
se apoya cada vez más en la violencia estatal). La necesidad de un
reordenamiento estructural es evidente, pero al parecer no existen
actualmente las fuerzas sociales que impulsen ese cambio.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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