6/14/2014

“El aborto puede ser la clave para un rearme ideológico del feminismo”

En su libro, ‘Hacia una nueva política sexual’, Rosa Cobo explica algunos procesos que alimentan la actual reacción patriarcal contra las mujeres


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Madrid, 29 mayo. 14. Pikara Magazine / AmecoPress. En su último libro, ‘Hacia una nueva política sexual’, Rosa Cobo explica algunos procesos que alimentan la actual reacción patriarcal contra las mujeres. Para ella, “el nuevo capitalismo neoliberal, las servidumbres provocadas por la reinvención de algunas tradiciones “culturales” y la violencia sexual son los pilares fundamentales sobre los que se asienta este intenso rearme ideológico masculino”.
Profesora de Sociología del Género de la Universidad de A Coruña, Cobo considera que la conquista de derechos y las luchas de muchas mujeres y la influencia de las ideologías de la igualdad de género y de los derechos humanos han puesto en situación de alerta a los patriarcados contemporáneos. “Estos sistemas de dominio han reaccionado con violencia, desde los feminicidios hasta el tráfico de mujeres y niñas para la prostitución”.
Para Cobo, el movimiento feminista debe reflexionar sobre su nuevo papel, identificar nuevas estructuras de poder patriarcal que se están creando y producir estrategias para conceptualizar y desactivar esos nuevos núcleos de dominio masculino. Según su visión, es necesario aparcar momentáneamente las disputas intrafeministas y concentrarse en la creación de solidaridades, vínculos y pactos políticos entre mujeres para neutralizar a esos “nuevos bárbaros del patriarcado” y conquistar espacios de libertad, autonomía e igualdad para las mujeres.
Rosa Cobo fundó y fue la primera directora del Seminario Interdisciplinar de Estudios Feministas. Además, ha dirigido también el Máster sobre Género y Políticas de Igualdad de la Universidad de A Coruña y ha sido miembra del Equipo Asesor de la Unidad de Mujeres y Ciencia (UMYC), del Ministerio de Educación y Ciencia y en 2008 fue asesora del Ministerio de Igualdad.
 Hablas de estrategias frente al patriarcado, ¿A cuáles te refieres?
En los años setenta del siglo XX, con la explosión del feminismo radical, se cambió por completo el imaginario de las mujeres. Ese momento marcó el comienzo de conquistas de derechos y de politización del espacio que hasta entonces se había considerado privado. Las mujeres nos colocamos a la ofensiva, reivindicamos derechos y politizamos nuestra opresión. Ese momento histórico, en el que por segunda vez en la historia el feminismo se convirtió en un movimiento de masas, fue el principio de un periodo de avances para las mujeres en muchas partes del mundo. Sin embargo, desde hace casi dos décadas estamos asistiendo a un retroceso que nos ha colocado en una posición de defender y no perder lo que conquistamos en ese periodo. Ante esta reacción patriarcal se necesitan estrategias feministas que deben pasar por establecer pactos entre mujeres. Y también por que el feminismo tome conciencia de que juntas podemos parar esto que está comprometiendo los derechos de varias generaciones.
 Apuestas por el desarrollo de alianzas entre mujeres. ¿Puedes poner un ejemplo?
 La historia demuestra que cuando hacemos pactos sobre la base de determinadas afinidades políticas, obtenemos mejores resultados. Cuando los grupos oprimidos están disgregados y separados, la dominación sobre ellos se ejerce con más facilidad. Tenemos delante el desafío de establecer alianzas políticas entre las feministas y a la vez seguir con nuestros discursos y nuestras prácticas específicas. Proteger la singularidad de los diversos feminismos y crear las condiciones para hacer pactos políticos es posible y necesario en estos momentos. El caso del aborto es el más claro que tenemos en estos momentos. Todas las feministas estamos comprometidas contra el recorte de este derecho civil y hemos sido capaces de articularnos en torno a este objetivo estratégico. Y los resultados en términos de movilización social están siendo muy buenos. Hemos sabido estar a la altura de las circunstancias. Las feministas tenemos una responsabilidad histórica con las mujeres y por ello no sólo tenemos que mirar hacia dentro, hacia las discusiones intrafeministas, sino que tenemos que mirar hacia afuera y poner encima de la mesa propuestas, alternativas y luchas que les resulten beneficiosas a mujeres que no están en el feminismo.
Los desencuentros en temas como la prostitución explican la fragmentación del feminismo. A las abolicionistas las otras corrientes del feminismo las acusan de victimizar a las trabajadoras del sexo.
Mi punto de vista es que la prostitución es un efecto de la estructura patriarcal de la sociedad y, por ello, no es una forma deseable de vida. Si los varones no tuviesen el dominio sobre las mujeres, las personas que ejercen la prostitución no serían casi en exclusiva, como lo son ahora, mujeres. Pero también la prostitución en esta época marcada por la globalización neoliberal es una gran industria que proporciona grandes beneficios a quienes mercantilizan los cuerpos de las mujeres. Sobre los cuerpos de las mujeres prostituidas se cruzan dos dominios: el patriarcal y el de clase. Como feminista, soy muy crítica con esta práctica social que es la prostitución, pero me siento muy solidaria con las mujeres que tienen que ejercerla.
Es fundamental separar las prácticas sociales de las personas que están inscritas en esas prácticas. Se puede ser crítica con la prostitución como práctica social y muy solidaria con las mujeres que la ejercen. Se puede ser solidaria con los trabajadores y trabajadoras y muy crítica con el capitalismo. Se puede ser crítica con las religiones que se tornan fundamentalistas y muy solidaria con las mujeres que son creyentes. Si analizamos como idénticas la prostitución y las prostitutas, el capitalismo y la clase obrera y las religiones fundamentalistas y las mujeres creyentes, entonces no podríamos hacer pensamiento crítico.
¿Pensar que no llevan una forma deseable de vida no es juzgarlas, no implica cierto paternalismo?
Criticar una práctica social no es juzgar a las personas que están en el marco de esa práctica. La crítica al trabajo infantil no implica juzgar a los niños y niñas que realizan trabajos para las multinacionales. La crítica a las maquilas nunca podría ser juzgar negativamente a las mujeres y hombres que trabajan en esas zonas francas. No es una forma deseable de vida la prostitución, pero tampoco lo es trabajar 12 horas diarias en una maquila. La cuestión de fondo es el escaso margen de maniobra que tienen muchos seres humanos para poder vivir en sociedades presididas por estructuras patriarcales y neoliberales. De hecho, las dos grandes metáforas que dan cuenta de la globalización neoliberal son la prostitución y la maquila. Ambas prácticas ejemplifican la alianza entre patriarcado y capitalismo neoliberal.
Las feministas islámicas también han expresado sentirse cuestionadas por teóricas reconocidas del feminismo español. ¿Cuál es tu postura?
No es fácil que crezca el feminismo en religiones de la salvación que en este momento son tan fuertemente fundamentalistas como el islam o el cristianismo. O por lo menos no es fácil vincular el feminismo a religiones que apuestan por el mantenimiento de los roles de género y de las estructuras patriarcales de la sociedad, como tampoco es fácil el vínculo entre los movimientos LGTB y estas religiones que son tan fuertemente homófobas. Ahora bien, creo posible que germine el feminismo en las bases críticas de estas religiones, como sucede, por ejemplo, con Católicas por el Derecho a Decidir. El laicismo favorece el pensamiento crítico y las religiones fundamentalistas tienen como objetivo imponer su moral, que siempre apuesta por el poder masculino y la familia patriarcal. Cualquier resquicio que abra posibilidades de luchas de las mujeres por sus derechos debe aprovecharse.
¿Incluye por tanto al feminismo islámico y a las trabajadoras sexuales en ese pacto entre mujeres?
Los pactos que hagamos los tenemos que hacer sobre objetivos políticos concretos, no sobre grupos o colectivos. Si pactamos, como lo estamos haciendo ahora, contra el anteproyecto de ley del aborto de Ruíz Gallardón, cuántas más seamos, mejor.
¿Qué piensas de Femen?
El día que vi a las Femen subidas a la barandilla del Congreso con el lema ‘El aborto es sagrado’ pintado en su cuerpo, me sentí reivindicada frente a esta derecha ultramontana que tenemos. Fue una alegría política inmensa. Las acciones políticas que están haciendo las mujeres de Femen se inscriben en la tradición de las luchas feministas. Y la utilización del cuerpo como una herramienta política crítica también forma parte de la tradición de las luchas feministas.
¿Debemos seguir peleando en el ámbito institucional ahora que el PP está en todas partes?
Para la derecha las políticas públicas de igualdad son innecesarias porque cuestan dinero y los recursos que tiene que distribuir el gobierno prefiere dárselo a las rentas del capital. Estas políticas de igualdad son políticas de redistribución y han estado en la agenda de los gobiernos socialdemócratas. Cuando son diseñadas por feministas y tienen suficientes recursos benefician a las mujeres y en tanto que derechos sociales, amplían la democracia. La cuestión es que en estos momentos no me parece lo más importante a nivel estratégico seguir luchando por las políticas públicas. Creo que nuestra lucha ahora debe concentrarse en la sociedad civil, en las calle, con movilizaciones sociales. Es el único lenguaje que entiende la derecha y quizá lo único que puede parar esa misoginia institucional que habita en el corazón del PP. El movimiento feminista quizá perdió demasiada energía en las políticas públicas y desatendió el papel del feminismo como movimiento social. Y el movimiento es el origen y la base sobre la que se sustenta la conquista de derechos. Por otra parte, los movimientos sociales politizan la sociedad y contribuyen decisivamente a crear una cultura política crítica. Y, desde luego, necesitamos una cultura política feminista sólidamente anclada en nuestra sociedad.
¿Entonces hay que priorizar la lucha en las calles?
El sistema de dominio patriarcal, que expropia los recursos y derechos de las mujeres, debe ser combatido desde todas las instancias sociales sin exclusión. Frente a la dominación, todos los espacios son potencialmente lugares de lucha y de resistencia. Sin embargo, creo que ésta es la hora de la sociedad civil. Es la hora de las movilizaciones sociales, de la politización de la sociedad, de la reconstrucción del feminismo como un sujeto político colectivo fuerte y de la creación de una cultura política feminista que tenga la fuerza suficiente para entrar en el imaginario colectivo. Y en esta dirección, creo que las feministas tenemos que volver a poner en el centro de la agenda política feminista la cuestión de la coeducación. La educación es una fuente inagotable de ensanchamiento de la subjetividad, de ahí que la coeducación en las aulas sea un poderoso instrumento contra la subordinación de las mujeres.
¿El feminismo debe cuestionar también el capitalismo?
A lo largo de los tres siglos de historia del feminismo, como movimiento social y como tradición intelectual, se puede rastrear la existencia de una corriente de feminismo liberal. Y eso está bien porque las mujeres feministas debemos estar presentes en todos los espacios y en todas las teorías. Sin embargo, un pensamiento y una práctica feminista que arraigue en la sociedad, es decir, que tenga la capacidad de dar respuestas a los problemas sociales de las mujeres, solo puede ser de izquierdas. El feminismo no puede cerrar los ojos ante las políticas económicas neoliberales, ni ante la feminización de la pobreza, ni ante las maquilas, porque el capitalismo neoliberal es hoy una de las principales fuentes de opresión para las mujeres. Si el feminismo no hiciera una crítica política del capitalismo se quedaría fuera de la historia. Creo que la lucha contra la desigualdad económica debe estar ahora mismo en el centro de la agenda política feminista. Las políticas económicas neoliberales son, en este momento, el principal obstáculo para la emancipación de las mujeres. El feminismo debe identificar analíticamente y combatir políticamente la política sexual del neoliberalismo, que empobrece a la mayoría de las mujeres del mundo y se aprovecha de las opresiones específicas marcadas por la raza, la cultura, etc. para precarizar sus condiciones de vida y bajar sus salarios.
Si digo Gallardón, ¿qué se te viene a la cabeza? ¿Qué hacemos con él?
Hace algún tiempo denominé a Ruíz Gallardón ‘el hombre que no amaba a las mujeres’ y sigo pensando que está bien definido con el título del libro del escritor sueco, pero creo que hay que completar esa definición: es uno de los nuevos bárbaros del patriarcado. Es insólito recortar un derecho civil en un contexto como el europeo, en el que los derechos sexuales y reproductivos parecían estar sólidamente anclados. La acción de este bárbaro del patriarcado es un aviso para navegantes: en cualquier momento, incluso en los espacios políticos más avanzados, las mujeres podemos ser expropiadas de nuestros derechos, siempre hay payasos como Ruíz Gallardón que se prestan a esa operación misógina. El subtexto de este anteproyecto de ley es la negación de la autonomía y libertad de las mujeres y, al mismo tiempo, nos envía el mensaje de que nuestros cuerpos no nos pertenecen.
¿Qué hacer? Lo que estamos haciendo: aparcar nuestras diferencias y concentrarnos en paralizar este anteproyecto. Y hacer de la calle el escenario político prioritario de las luchas feministas, sin desdeñar, desde luego, otros espacios que también nos son útiles. El aborto se puede convertir en un elemento clave en el rearme ideológico del feminismo.
Foto: archivo Amecopress, cedida por Pikara Magazine; autora Trini Moreno
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