Se suma al grupo de investigadores del caso Wallace la periodista Guadalupe Lizárraga. Hace dos meses publicó –en versión electrónica (Amazon.com)– un texto demoledor. Es imposible soltar El falso caso Wallace. 
La periodista acusa a Isabel Miranda de haber declarado muerto a su hijo, Hugo Alberto, después de simular su secuestro. Sistematiza una colección abultada de dudas que contagia con su razonamiento. 
Las imputaciones vertidas, en caso de ser ciertas, tendrían implicaciones políticas de proporciones gigantescas, porque Isabel Miranda contó en su proceder con el respaldo incondicional de Felipe Calderón como presidente y también de Genaro García Luna como secretario de Seguridad Pública. 
Vale la pena presentar aquí algunos de los principales argumentos de El falso caso Wallace:
1. Una tarjeta de crédito a nombre de Hugo Alberto fue utilizada en cinco ocasiones el lunes 20 de julio de 2005: nueve días después de su supuesto secuestro. 
2. Dos meses después de que Isabel Miranda hubiera presentado la denuncia, Enrique Wallace –marido del Isabel y padre adoptivo de Hugo Alberto– dijo, y nunca se retractó, que su hijo había desaparecido por su cuenta y que no podía asegurar que se tratase de un secuestro, ya que nunca recibió “ninguna exigencia de parte de ninguna persona”. 
3. Hugo Alberto habría dejado un mensaje de celular en el dispositivo del señor José García Sepúlveda cuatro meses después de haber desaparecido. El contenido de esa comunicación desmentiría su muerte. 
4. El señor José Luis Moya denunció que su pareja, Laura Domínguez, mantuvo comunicación con Hugo Alberto un año después del supuesto asesinato.
5. Laura Domínguez, amiga próxima del desaparecido, dijo que, por esas mismas fechas, se habría citado varias veces con él en el aeropuerto de la Ciudad de México.
6. El rastro de sangre que los peritos de la procuraduría habrían encontrado en el departamento de Juana Hilda González, y que Isabel Miranda denunció como perteneciente a su hijo, correspondería en realidad al perfil genético de una mujer. 
7. Ese mismo perfil confirma que la sangre pertenece a un pariente del señor Enrique Wallace, pero Enrique Wallace no es padre biológico de Hugo Alberto, lo cual hace suponer que podría tener como verdadero origen las venas de Claudia Wallace Miranda, la otra hija de Isabel. 
9. Los restos de Hugo Alberto jamás aparecieron. 
10. Juana Hilda González Lomelí, la primera persona inculpada por el secuestro, se habría autoincriminado después de sufrir tortura física, abuso sexual y amenazas contra su familia. 
11. La señora Miranda de Wallace habría inventado la existencia de una banda de secuestradores, responsable de lo sucedido con su hijo, a partir de una fotografía que halló en el departamento de Juana Hilda González Lomelí. En ella aparece un grupo de amigos que tiempo atrás había visitado el santuario de Chalma: Albert Castillo Cruz, Tony Castillo Cruz, Jacobo Tagle Dobín, Brenda Quevedo Cruz y Jael Malagón Uscanga. Es a partir de esta pieza de evidencia que la señora Miranda de Wallace comienza su implacable cacería. 
12. Sin respetar el derecho a la presunción de inocencia, la señora Isabel Miranda de Wallace colocó espectaculares en puntos estratégicos de la Ciudad de México para denunciar a los supuestos secuestradores de su hijo. 
13. A partir de tales denuncias las personas de la fotografía de Chalma fueron detenidas, declararon su culpabilidad y habrían sido procesadas. 
14. César Freyre fue también detenido, sin que mediara orden de aprehensión. 
15. Todos los inculpados aseguran haber sido torturados y su narración es horripilante. Destaca en este libro el testimonio de Brenda Quevedo, quien declara haber sido violada en varias ocasiones por funcionarios de la Procuraduría.
16. Juana Hilda González, César Freyre, Albert Castillo y Tony Castillo fueron condenados a 100 años de prisión. Jacobo Tagle, Brenda Quevedo y Jael Malangón llevan alrededor de una década tras las rejas, sin que se haya dictado sentencia en su contra.
17. Hugo Alberto cuenta con dos actas de nacimiento; en una aparece con los apellidos Miranda Torres y en la otra como Wallace Miranda. También posee dos diferentes registros federales de causante (RFC). Lizárraga asegura que, además, existen estados financieros, cuentas de teléfono celular, así como tarjetas de crédito adscritas a los dos nombres del sujeto.
Con elocuencia investigativa la periodista presenta El falso caso Wallace y obliga al resto de sus colegas a que revisemos cada una de las piezas de evidencia ofrecidas en su libro. Se trata de un acto valiente porque es bien sabido que la señora Isabel Miranda persigue a sus detractores usando el aparato penal mexicano, que ella domina con abusiva maestría. 
Por ello es admirable la tenacidad de Guadalupe Lizárraga: demuestra que el gremio es capaz de continuar haciendo el trabajo indispensable.