11/29/2018

México SA : Carlos Fernández-Vega


¿Se acaba el neoliberalismo?
Cambio, o más de lo mismo

Se supone que pasado mañana, como por arte de magia, concluiría el trágico periodo neoliberal mexicano, que se prolongó 36 fatídicos años, y se pondría en marcha un nuevo modelo económico con objetivos incluyentes y una perspectiva altamente social.
Se supone, también, que de la noche a la mañana se duplicaría la raquítica tasa de crecimiento (de 2 pasaría a 4 por ciento) que arrastra el país, aunque tal logro, en caso de darse, resultaría insuficiente para las necesidades internas y, sobre todo, para reducir la abultadísima deuda social acumulada a lo largo de esas tres décadas y pico.
Pero de cualquier suerte, hasta donde se alcanza a ver, no habría un giro drástico en política económica, por lo que más que complicado será romper la inercia que en materia de crecimiento le heredan a la nueva administración.
De hecho, el Banco de México ya le mandó recado al de la cuarta transformación: en el primer año de gobierno del presidente López Obrador, el pronóstico de crecimiento, por llamarlo así, no pasaría de 1.7-2.7 por ciento, inferior al estimado para el cierre del sexenio peñanietista (2-2.4 por ciento).
Nada nuevo bajo el sol, porque la expectativa de crecimiento ha ido de menos a mucho menos a lo largo del periodo neoliberal, y a estas alturas se avanza a un ritmo tres veces inferior al registrado durante la premodernidad (2 contra 6 por ciento, respectivamente) y resulta más que complicado sacudirse esa inercia sin cambios en la política económica.
El Banco de México documenta que para los habitantes de esta República de promesas el resultado ha sido desastroso: de 1990 a la fecha el PIB per cápita prácticamente no se movió, en contraste con naciones como China, donde se multiplicó por cuatro en el mismo periodo, en India por 3.5 y en Latinoamérica por 1.5. Nuestro país, pues, en el sótano, siempre con el discurso de vamos por el camino correcto repetido hasta la saciedad por los seis gobiernos neoliberales.
Dicha institución lo resume así: entre 1990 y 2017, la economía mexicana creció a una tasa anual promedio de 2.6 por ciento, si bien su desempeño ha variado a lo largo de este periodo. En particular, el proceso de liberalización de la economía mexicana que se observó a principios de los años 90 y la entrada en vigor del TLCAN en 1994 permitieron que el crecimiento promedio del producto interno bruto en los años subsecuentes a estos eventos se ubicara por encima de 3 por ciento, incluso a pesar de la caída del PIB que se observó en 1995.
Posteriormente, entre 2002 y 2007, el ritmo de expansión del PIB disminuyó y se ubicó en una tasa promedio de 2.4 por ciento, como reflejo, en parte, de la desaceleración de la actividad económica en Estados Unidos y de la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio.
Finalmente, el crecimiento anual promedio del PIB en México desde la crisis financiera global de 2008-2009 se desaceleró aún más, registrando una tasa anual promedio de 2 por ciento desde entonces. De manera relacionada, si bien las estimaciones del crecimiento potencial de una economía están sujetas a un alto grado de incertidumbre, diversas metodologías tradicionales sugieren que en el caso de México podría ser inferior a 2.6 por ciento, e incluso parecería haber venido disminuyendo a lo largo del tiempo.
Así, el desempeño de la economía mexicana ha sido notablemente bajo, especialmente si se le compara con otras regiones del mundo en términos de crecimiento del PIB por habitante, e insuficiente para atender los retos y necesidades de la población mexicana.
Las rebanadas del pastel
Buena noticia la divulgada por Pemex: el campo Ixachi posee gas e hidrocarburos calculados en mil millones de barriles de petróleo crudo equivalente. Pero no hay que engolosinarse, porque tal volumen de hidrocarburos líquidos equivale a la producción –a ritmos actuales– de un año, cuatro meses y 19 días. No más. Entonces, serenos, que no se trata de otro Cantarell.
Twitter: @cafevega

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