2/15/2011

La pobreza en algunos lugares de México, al nivel de Zambia

Cochoapa, Guerrero, en el abandono

El municipio más desamparado del país enfrenta graves abusos contra las mujeres

En la zona, la expectativa de vida de los niños nacidos en 2005 es de 40 años

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Muy pocas casas tienen piso de cemento, es un lujo en la comunidad, en la que un mismo cuarto sirve de cocina, comedor y dormitorio, según la hora del díaFoto Jesús Villaseca
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La mayor parte del año los hombres viajan a distintos estados del país a trabajar de jornaleros. A su regreso, la comunidad retoma un poco de vida. Se escucha música y a los niños, hasta que se agotan los ahorros. Jesús Villaseca
Angélica Enciso L.
Enviada
Periódico La Jornada
Martes 15 de febrero de 2011, p. 2

Cochoapa el Grande, Gro., 14 de febrero. Silvestra y sus hijos, Rogelio, de cinco años, y Adriana, de tres, al sol del mediodía descansan sentados en el suelo, fuera del centro de salud. Caminaron cuatro horas para llegar a su cita con el médico. Los niños casi nunca han tomado leche y menos han comido carne. Este día su desayuno consistió en una tortilla con chile verde. Su dieta apenas cubre quelites, ejotes y frijoles.

Por haber nacido aquí, Rogelio y Adriana tienen una expectativa de vida de 40 años. Si hubieran venido al mundo en el seno de una de las familias que habitan la colonia Del Valle, en el Distrito Federal, aspirarían a vivir en promedio 77 años. La distancia entre ambas localidades no son sólo 450 kilómetros, sino 37 años de vida.

Salieron temprano de Loma Canoa, donde viven. El camino se les hizo muy largo. Anduvieron cuatro horas en el frío de la montaña, pero llegaron tarde, platica en mixteco Silvestra, con sus 20 años y su rostro sonriente, todavía infantil. Hay una larga fila de pacientes; tiene esperanza de que el médico los reciba. Acudir a la clínica es un requisito del programa Oportunidades de la Secretaría de Desarrollo Social para obtener el apoyo de 800 pesos bimestrales por cada menor.

Rogelio y Adriana, igual que la mayoría de los niños, enferman con frecuencia de diarreas y vómitos. Casi todos andan descalzos. La tierra es su juguete, la amasan, como las mujeres el nixtamal para hacer las tortillas. Y a pesar de los alimentos que consumen, Vicente Balbuena, uno de los médicos, dice que 60 por ciento de los niños padecen desnutrición leve y el resto están normales.

Aquí viven 3 mil personas, otras 13 mil residen en las 120 localidades dispersas que hay en esta región de la Montaña. Para todos ellos hay sólo dos médicos y únicamente durante la mañana; cada uno da 25 consultas. Cuando hay urgencias, la gente va a Tlapa, a tres horas de camino. Para el traslado hay una ambulancia, que no está equipada. La condición para que un enfermo la utilice es que pague la gasolina, porque el municipio, con edificio nuevo y antena parabólica, no tiene recursos.

Balbuena admite que dos médicos son insuficientes para el tamaño de la población y resalta entre los problemas de la comunidad que las mujeres embarazadas no se quieren atender en la clínica, prefieren ir con parteras. Así nacen los niños, pero cuando vienen atravesados no se salva ninguno de los dos.

La salud no es el único problema de este municipio mixteco, el más pobre del país. Las viviendas de madera y lámina de cartón, que se repiten por decenas, dispersas o amontonadas, tienen piso de tierra, en unas cuantas de cemento. De las 2 mil 834 casas, sólo 11 tienen drenaje y 674 están conectadas a la red de agua potable. La cabecera municipal es la única que cuenta con electricidad.

Hace cinco años Cochoapa se separó de Metlatónoc, que lo antecede en el nivel de pobreza. La carretera tiene siete meses, pero los daños por los deslaves son evidentes. En algunos tramos hay derrumbes. Cuando es temporada de lluvia el pueblo frecuentemente queda aislado. La avenida principal está pavimentada, pero sólo hasta que topa con el palacio municipal y la iglesia. Más adelante los caminos son de tierra. Lodazal cuando llueve.

Si no fuera porque detrás del palacio municipal hay albañiles que construyen un auditorio y algunos elementos de la policía local entran y salen del edificio, Cochoapa luciría despoblado. Pocas mujeres, menos hombres, andan en los senderos. No hay trabajo en el campo. Las viviendas están cerradas o tienen un trapo como cortina en la entrada. Hay unas cuantas tiendas, su venta principal son los refrescos, y los anaqueles de la sucursal de Diconsa están casi vacíos; ni siquiera hay harina de maíz.

Es la época en que casi la mitad de los pobladores trabajan en los campos agroindustriales de Sinaloa, Chihuahua o Baja California, donde familias completas se contratan durante unos cuatro meses por sueldos de 90 pesos al día y jornadas de lunes a domingo, desde la madrugada hasta que se pone el sol. Después regresan, con algo de dinero para subsistir el resto del año. Aquí la tierra ya está agotada, la cosecha de maíz es escasa.

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La vida de Zeferina transcurre en la semioscuridad. Está sentada frente al fogón, dentro de su cuarto de madera, donde apenas entra luz y sirve de cocina, pero ni siquiera hay una mesa, sólo algunas sillas, y en un rincón un tendedero de ropa esconde las camas de las miradas ajenas. A sus 40 años, luce mayor. Viste su delgadez con un huipil desgastado y está descalza.

Hace nueve años se fue con su familia a trabajar de jornalero a los campos de chile de Sinaloa, pero a su esposo lo encarcelaron porque presuntamente mató a un hombre. Desde entonces no lo ha vuelto a ver. Volvió a Cochoapa con sus seis hijos. El mayor, Vicente, le ayudaba para mantener a los más pequeños, pero hace un año lo mataron en un pleito.

Mantiene la mirada fija en un punto imperceptible de la pared de madera, mientras habla del presente y planea un futuro. Me quedan cinco hijos. La mayor va a la secundaria. Pero la voy a sacar para irnos a los campos, a Sinaloa. Recibe recursos del programa Oportunidades, pero son insuficientes. En la escuela le piden cuotas que no puede pagar.

Esta mañana sus hijos desayunaron quelites, antes de irse a la escuela. Quizá a su regreso coman lo mismo. Pero para el siguiente día no sabe. Si encuentro unos guajes y les doy salsa, estará bien.

–¿Cuándo fue la última vez que comió carne?

Se queda pensativa un rato. Después responde: no me acuerdo.

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Catarina, una de las pocas mujeres que hablan español, dice que a la mayoría no le gusta ir al médico. Los doctores maltratan a la mujer porque lleva al niño sucio, porque no llega a tiempo a las citas, aunque viene de lejos. No comprenden que no habla español y no puede leer el carnet, dice.

Vocal de vigilancia de Oportunidades, explica que aquí hay 640 beneficiarias, pero, como no hay empleo ni nada que hacer, los hombres se emborrachan, les pegan, les quitan el dinero y se lo gastan. Cuando la mujer lo conserva, compra comida, jabón, leche. Pero los gastos por mandar a los chamacos a la escuela son mayores, siempre piden cooperación.

Las mujeres son las más vulnerables, señala Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan (CDHM). Si reciben Oportunidades, tienen más obligaciones, no nada más las de salud y educación que indica el programa, sino que deben hacer las labores de limpieza o vigilancia que les piden los maestros o los médicos.

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Entre los usos y costumbres que prevalecen en esta comunidad está la dote. Cuando una pareja se va a casar, es dinero que el novio debe otorgar a los padres de la novia. Es una tradición que se desvirtuó y la consecuencia es el incremento en los casos de violencia hacia las mujeres, explica Abel Barrera.

Los pagos son de entre 30 mil pesos y 60 mil. A las niñas, generalmente de 12 o 13 años, no se les pide parecer para el matrimonio, se les impone. Y ya que el hombre pagó por ellas se siente su dueño; vienen los golpes, las obligan a trabajar y, en ocasiones, hasta han sido violadas, explica Barrera.

Muchas mujeres han pedido ayuda al CDHM, porque en el municipio no hay autoridad que las defienda. El síndico dice que es asunto entre particulares y los padres les piden a ellas que cumplan con su responsabilidad, indica Barrera.

En estos días dos familias acudieron ante el síndico municipal para resolver sus diferencias: dos jóvenes decidieron juntarse, sin pago de por medio, pero los padres de la muchacha exigen el dinero, detalla el secretario, Albino Vázquez.

Sentado fuera de su tienda, Félix Mares, presidente del comité de salud, defiende esta costumbre. No se trata de un pago, sino que es una multa. Es parecido a cuando compras un carro. Te costó y lo cuidas, lo tratas bien. Si pagó por la mujer, el hombre la cuida, la trata bien.

Su hijo se casó de esa forma. Tiene 21 años y su esposa 16. En este caso la pareja se conoció y se trataron dos meses. Él le dijo: no tengo mamá, ella tiene poco que murió y necesito alguien que me atienda. Ella entendió y aceptó. Después Félix fue a hacer el trato. Ahora los jóvenes tienen un hijo.

Como la mayoría de las mujeres mixtecas, el futuro de Silvestra lo decidieron sus padres a sus 14 años. Su esposo pagó por ella. Su vida transcurre en el cuidado de los niños y en buscar qué comer. Aunque tienen un cuarto en Cochoapa, dice que prefieren vivir en el cerro, porque cuando estamos aquí a mis niños se les antojan cosas, refrescos, dulces. No tengo dinero para comprar. Allá en el cerro no hay nada que se les antoje. Y sí tenemos comida. Cortamos quelites o ejotes. Ésta es la dieta para Rogelio y Adriana. Para todo el pueblo.

Cochoapa, Guerrero, en el abandono

Diferentes mundos en un país

Angélica Enciso
Periódico La Jornada
Martes 15 de febrero de 2011, p. 3

El municipio Cochoapa el Grande, Guerrero, es el más pobre y con el índice de desarrollo humano (IDH) más bajo del país, similar al de Zambia, nación africana en la que la esperanza de vida de un niño nacido en 2005 es de 40 años de edad, indica información del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

En el otro extremo, con el índice más alto del país, está la delegación Benito Juárez, comparable a Estados Unidos, donde la esperanza de vida es de 77.9 años, de acuerdo con el IDH municipal 2005, el más reciente del PNUD. Esta demarcación tiene un nivel superior al promedio de los países de mayores ingresos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos. El documento hace una comparación entre el IDH de los municipios mexicanos y el de otros países.

De acuerdo con el IDH mundial 2005, en Zambia la esperanza de vida de los niños nacidos durante ese año es de 40 años, para el reporte de 2010 llegó a 45 años. Este país se mantiene entre los 20 de menor IDH, ocupa el lugar 150 de 169. La población vive con menos de 1.25 dólares al día.

El PNUD explicó que esta nación tiene ese nivel porque recibió oleadas de refugiados provenientes de guerras civiles de países como Angola y Mozambique, y sufrió los efectos de la epidemia del VIH. Hoy tiene la quinta incidencia más alta del mundo de esta infección.

El índice de desarrollo humano toma en cuenta la esperanza de vida, las tasas de alfabetismo, de matriculación escolar y el producto interno bruto per cápita, como variables que aproximan las dimensiones esenciales del desarrollo humano. Del mundo, México ocupa el lugar 56 y se ubica entre las naciones de alto desarrollo humano. El municipio San Pedro Garza García, Nuevo León, tiene el primer lugar en nivel de ingreso, seguido de Benito Juárez.

Cochoapa, Guerrero, en el abandono

Sus 360 mil habitantes ostentan la esperanza de vida más alta de México

La delegación Benito Juárez, el otro extremo en índice de calidad de vida
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Casi todo el día el municipio mixteco de Cochoapa luce desierto. Sólo algunos niños y mujeres recorren sus calles que suben y bajan por la montaña de GuerreroFoto Jesús Villaseca

Angélica Enciso L.
Periódico La Jornada
Martes 15 de febrero de 2011, p. 4

Un viaje de ocho horas en vehículo desde Cochoapa el Grande, Guerrero, hasta la delegación Benito Juárez, en el Distrito Federal, equivale, en términos de calidad de vida, como trasladarse de Zambia a Estados Unidos. Del piso de tierra a duelas de madera fina o mármol. De largas caminatas bajo el sol en la montaña para llegar a un centro de salud, a la posibilidad de elegir entre un médico privado o uno del servicio público. De los desiertos y pedregosos caminos de tierra a anchas avenidas atestadas de vehículos.

Agua potable, luz, Internet, televisión, baño y lavadora, son insumos comunes en la Benito Juárez, pero en el municipio más pobre del país son un lujo: sólo una vivienda tiene computadora, y en dos hay baño y lavadora. Todo de acuerdo con datos de 2005 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Los 360 mil habitantes que residen en la demarcación capitalina, con una esperanza de vida de 77 años, tienen un nivel de desarrollo humano comparable al de Estados Unidos –que ocupa el cuarto lugar mundial– refiere el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

Los servicios de salud incluyen al menos 19 unidades médicas públicas y unas 450 privadas. El Inegi reporta mil 889 médicos de los servicios públicos de salud y, del total de habitantes, 142 mil son derechohabientes del Instituto Mexicano del Seguro Social y 47 mil del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Entre los hospitales que aquí se localizan están el General de Xoco y el 20 de Noviembre.

Avenida Insurgentes es la zona comercial más importante de la demarcación. Allí se concentra un gran número de restaurantes de todo tipo, baratos y caros, de comida internacional o rápida. Hay edificios de oficinas públicas y privadas. El WTC destaca por ser una de las torres más altas de la ciudad. Hay despachos de arquitectos y de abogados. En transporte también hay diversidad. Taxis y microbuses, estaciones de cuatro líneas del Metro y Metrobus. Vehículos particulares.

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Andrés, a los cinco años, ya entiende dos idiomas y empieza a leerlos. Desayuna diariamente avena con chocolate y leche, una fruta, jugo de naranja y se lleva lunch a la escuela, con un sándwich de carnes frías y un yogur. Para la comida hay variedad: carne, tortillas, agua purificada, verduras y huevo. A media tarde come una fruta, jugo o pan. Y en la noche toma nuevamente cereal o chocolate con leche.

Asiste a una escuela bilingüe privada cuya colegiatura es de 6 mil pesos, al salir va a clases de gimnasia, expresión corporal, música y artes plásticas. Además, cuenta con los videojuegos de última generación como el Wii, el Kinect y juegos de Internet en computadora, a los que destina una hora al día en promedio. El cine o el teatro no faltan en su entretenimiento.

Marcela, su madre, perfectamente maquillada, toma un café en un Starbucks, donde dedica tiempo para leer el periódico, con su iPhone y sus lentes oscuros Chanel a un lado. Viste una chamarra Burberry y lleva consigo una bolsa Louis Vuitton. Comenta que las horas en que sus hijos están en la escuela las ocupa para ir a clases de pilates y tomar cursos de actualización de su profesión. También acude a diplomados, conferencias y mesas redondas.

Platica que entre sus ocupaciones se da tiempo para desayunar con sus amigas, acudir a las reuniones de padres de familia y hacer compras en tiendas departamentales. De la limpieza de su casa se hace cargo una mujer a la que le paga 400 pesos por dos días a la semana, los demás días me organizo para que me dé tiempo de atender la casa, los niños y mis actividades.

A la quincena destina en promedio 8 mil pesos para adquirir alimentos, que incluyen carnes, frutas, verduras y cereales, así como artículos de limpieza y de cuidado personal para las cuatro personas que integran su familia. Señala que últimamente, al ir al supermercado, ocupa más dinero para la misma o menor cantidad de mercancías. Los alimentos han subido de precio, es algo evidente y hay que economizar para que alcance para todos.

El mayor gasto, se lamenta, se va al pago de la hipoteca de su casa en condominio de 200 metros cuadrados que se encuentra en la colonia Del Valle, barrio en el que los mayores problemas están relacionados con la seguridad: hay robos a transeúntes.

Al año, la familia, que tiene dos camionetas, toma dos periodos de descanso por una o dos semanas, a veces en el extranjero y otras en alguna playa. Aprovechan los puentes vacacionales para salir a algún lugar cercano al Distrito Federal. El nivel educativo de Marcela y el de su esposo, es de posgrado, pero no trabaja porque los salarios por jornadas de medio tiempo son tan bajos que prefiero destinar el tiempo al cuidado de los hijos.

Debido a que su esposo es funcionario público, la familia está asegurada en el ISSSTE, pero no acude por que ha tenido malas experiencias con el servicio. Me he visto precisada a asistir con médicos particulares y pagar seguro de gastos médicos mayores. Casi 50 mil pesos al año por los cuatro.

Las consultas particulares no son baratas, cuestan entre 800 y mil 500 pesos. Además, los dos hijos están en tratamiento de ortodoncia. ¡Son 16 mil pesos por cada uno!. En su caso, durante los embarazos estuvo bajo permanente atención médica. Los niños nacieron en un hospital privado.

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Distribuida en 56 colonias, la población en esta demarcación es de estrato medio y medio alto; 41 por ciento de los residentes percibe más de tres salarios mínimos y 24 por ciento de uno a dos. De los 360 mil habitantes, 32 por ciento se emplea en servicios, 13 son comerciantes ambulantes y 12 funcionarios y directivos. Datos del Inegi de 2005 reportan 122 mil viviendas, con 2.9 ocupantes en promedio.

Se trata de la zona con los índices educativos más altos del Distrito Federal: 99 por ciento de su población sabe leer y escribir, con un grado promedio de escolaridad de 12.6 años. Alrededor de 117 mil personas tienen nivel profesional y 16 mil cuentan con posgrado. Hay 531 escuelas de educación básica y media superior públicas, y 341 colegios privados.

Las colegiaturas de éstos en nivel primaria van de 2 mil a 4 mil pesos, pero si la escuela es bilingüe pueden duplicarse. En nivel secundaria oscilan entre 3 mil 500 y 5 mil. Pero hay quienes pagan colegios privados, como el Liceo Franco Mexicano, con mensualidades que oscilan entre 4 mil 500 y 8 mil pesos, según el nivel escolar.

Hay escuelas de natación con cuotas de 650 pesos al mes y hasta mil 500. Centros deportivos como el Sport City, con membrecía que cuesta alrededor de 15 mil pesos o públicos, como la Alberca Olímpica y el Gimnasio Olímpico Juan de la Barrera. Además, hay cines, teatros, como el Polyforum Cultural Siqueiros y el Insurgentes, un estadio de futbol y la plaza de toros México.

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