2/16/2011

Luchan contra la calle

Escrito por Sara Lovera. Fotos: Frida Hartz
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México.- Esmeralda hoy tiene 13 años, estudia la secundaria y está convencida de que terminará la universidad. El sueño de Esmeralda es posible, a pesar de ser hija de una recolectora de la Central de Abasto.

Desde que nació y hasta los cuatro años de edad, vivió en los campamentos de recolectores de orgánicos e inorgánicos ubicados a un costado del conglomerado de compra y venta de hortalizas, frutas y mercancías más grande de la ciudad de México.

Antes de los seis años, Esmeralda deambulaba con su mamá por los pasillos, corredores y andenes de la Central de Abasto, hasta que los educadores de calle convencieron a su mamá de llevarla al Albergue para niñas, niños y adolescentes de la Central de Abasto.

Ubicada en el oriente de la capital del país, la Central de Abasto de la ciudad de México está instalada en 304 hectáreas, comercializa 30 por ciento de la producción hortofrutícola nacional, cuenta con 1.881 bodegas en el sector de frutas y legumbres, y 338 bodegas en el sector de abarrotes y víveres.

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Estimulación al intelecto.

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Uriel.

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Áreas de descanso.

A la Central, como se le conoce coloquialmente, acuden alrededor de 300.000 visitantes cada día.

Uriel tiene siete años. Nunca ha ido a la escuela, pero sabe cómo sobrevivir entre los pasillos y andenes donde, junto con sus padres, pasa sus días recolectando y pelando frutas y verduras.

"Me dicen el bato, el mero, mero bato", señala Uriel doblando los dedos angular e índice, al tiempo que agita la mano. "No más vengo aquí, a la escuela no me gusta", aclara frunciendo el seño y con cara larga.

Esmeralda y Uriel dejaron el trabajo infantil para aprender a ser niños, como expresa la directora del albergue, Patricia Ortiz. "De no haber sido por el albergue, Esmeralda trabajaría como recolectora, al igual que su mamá, nunca hubiera ido a la escuela", asegura.

Este albergue le arranca a las estadísticas del trabajo infantil 200 niñas y niños al día. La mayoría tiene que pasar por la clase de alfabetización y socialización, antes de ir a la escuela, como es el caso de Uriel.

"Si los aventamos así, se sienten fuera de lugar, y por eso la primera tarea que hacemos es alfabetizarlos y socializarlos porque son niños acostumbrados a estar con los adultos y, primero, hay que meterlos al mundo de los niños", explica Ortiz.

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Aula de computo y ludoteca.

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Deporte y recreación.

Política de contención

En los últimos 10 años, el número de niños y niñas trabajadores en situación de calle en la ciudad de México creció 42 por ciento. Esto significa que, cada día, dos niños y niñas tienen como única alternativa de sobrevivencia el trabajo en la calle o vivir en la calle, antes que la protección de sus familias y la escuela.

En una ciudad con alrededor de nueve millones de habitantes, que dos niños y niñas se incorporen a las calles para trabajar todos los días, parece una cifra casi imperceptible, pero a lo largo de una década, suman 6.000 infantes y adolescentes, de acuerdo al diagnóstico del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia del Gobierno del Distrito Federal (DIF-DF).

Hoy el censo de personas en situación de calle, que levantó el Instituto de Asistencia e Integración Social, destaca que en las calles de la ciudad de México viven 44 niños y niñas menores de cuatro años; 133, menores de 17 años, los que se suman a los 1.022 jóvenes de entre 18 y 29 años que han optado por las calles para vivir.

Las cifras pudieron ser más grandes debido a la crisis económica, pues entre 2008 y 2009 las familias experimentaron un deterioro de sus condiciones de vida —una de las causas que arroja a las y los niños a la calle y al trabajo infantil—, como señala la directora del DIF-DF, Patricia Patiño.

El informe "La niñez y la adolescencia en el contexto de la crisis económica global: el caso de México", realizado por el Consejo Nacional de Evaluación y la Unicef, revela que los hogares que experimentaron inseguridad alimentaria severa pasaron del ocho al 17 por ciento en el país, mientras que disminuyó el número de hogares que se considera tienen seguridad alimentaria, al pasar de 53 a 43 por ciento, en un solo año.

La 'callejerización', explica Patiño, es un proceso motivado por diversos factores de riesgo, como son la pobreza, la escasa o nula oportunidad para permanecer en el sistema escolarizado, la descomposición familiar, el abandono parcial o total de algunos de los niños, las adicciones, la falta de espacios y tiempos para la recreación.

Si aunado al impacto de la crisis económica, los niños y las niñas no tuvieran una alternativa de apoyo institucional, el número de menores viviendo en la calle no rondaría los 150, podría duplicarse, como se registró a finales de la década de los noventa.

Patiño sostiene que los Centros de Día, ubicados dos en el centro de la ciudad, en la Delegación Cuauhtémoc, y otro más al oriente, en Iztapalapa, son una política social de contención para que las y los niños dejen las calles, vayan a la escuela y concluyan sus estudios.

"Ninguna mamá quiere llevarse a sus hijos al puesto o que sus hijos estén en la calle mientras trabajan, pero si no tienen el respaldo institucional o no existe la infraestructura a través de una política pública, también están como solas, enfrentando todo como si fuera un problema personal y no social y colectivo", subraya Patiño.

El albergue de la Central de Abasto, señala, busca que esa población no trabaje, sino que esté en la escuela y, al salir de esta, tenga un espacio a donde ir.

"El albergue es un factor de protección porque no sirve solo para que los niños y las niñas vayan, sino para mantenerlos en la escuela, y la única forma de lograrlo es teniendo el respaldo de los adultos en las tareas, con actividades extraescolares, en el cuidado de la alimentación y la higiene, ese papel juega el Centro", explica Patiño.

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Alimentos balanceados.

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Baños e instalaciones dignas.

El Centro hace la diferencia

Enclavado en el Barrio de Tepito, entre centenas de puestos ambulantes, donde se oyen los gritos de los comerciantes, la actividad constante, entre el paso de cientos de personas que cargan bultos de un lado a otro, o camionetas que suben y bajan mercancía, está el Centro de Día Número 2, ubicado a un costado de la Plaza del Estudiante, en el Centro Histórico de la ciudad de México.

"Si los niños y las niñas no estuvieran en el Centro, estarían con sus papás en los puestos o jugando maquinitas o quizá hasta repartiendo 'paquetitos', porque los niños nos han reportado que a la salida de las escuelas hay personas que les piden repartir 'paquetitos' y por cada uno les dan 20 pesos", expresa Celsa Piedad Santos, directora del Centro.

¿Cómo los convences de que en lugar de ganarse los 20 pesos por "paquetito", estudien?, pregunta SEMlac.

"Es un proceso de formación diaria, de derechos y de responsabilidades y a partir de ahí, cuánto se gana, porque les damos talleres contra las adicciones junto con los Centros de Integración Juvenil y los jóvenes aprenden que si van por ese camino, sólo hay tres lugares a donde ir: el panteón, la cárcel o el hospital, y que de ahí no se salen", responde.

"Es parte de lo que trabajamos todo el tiempo, no sólo con los chicos sino con los papás", señala Santos.

Los niños y adolescentes que acuden al Centro de Día Número 2, detalla, son hijos de padres que trabajan como subempleados de los comerciantes desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche, ganan 800 pesos a la semana y no pueden atender a sus hijos.

"Es una zona complicada, a las chicas, las mafias las enganchan para la prostitución y a los chicos a repartir droga y empiezan muy niños a los 8 o 9 años, por eso el Centro sí hace la diferencia para muchos", refiere Santos.

Los Centros de Día, explica Patricia Patiño, directora del DIF-DF, son una alternativa real para atender a la población infantil y a los adolescentes en circunstancias difíciles. "Es una política de prevención a la callejerización", señala.

Los Centros de Día atienden a 450 niños cada mes.

"Es un trabajo de estar atendiendo a cada niño y establecer el vínculo psico-afectivo que requieren, porque la sociedad se lo ha quitado, porque la mamá tiene que trabajar todo el día, y si se encontraran un espacio frío, ajeno, sin una metodología que no tome en cuenta la cuestión afectiva, no los retendríamos", expresa Patiño.

"El logro más importante de los Centros es mantener al ciento por ciento de los niños y las niñas en el sistema escolarizado", agrega Patiño.

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Recreación.

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Aprendizaje.

Si no estuviera aquí…

Donovan tiene 10 años, va en cuarto año de primaria y desde el primer año de preescolar, todas las mañanas asiste al Centro de Día Número 2, enclavado en el Barrio de Tepito.

Uno de los barrios más antiguos de la capital del País, Tepito es calificado como "barrio bravo", lugar donde se comercializan piratería, toda clase de artículos usados y fue señalado por la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal en 2007 como el principal punto de venta de droga en la ciudad.

"Si no estuviera aquí me aburriría", dice Donovan al referirse a su estancia en el Centro de Día Número 2.

"Bueno, también estaría en la calle o en ningún lado, quizá en el puesto con mi mamá, como los sábados y los domingos", explica, mientras termina su tarea, que tiene que entregar en la escuela.

Marta Flores vive cruzando la Plaza del Estudiante, tiene tres hijos, se separó de su marido porque le pegaba y tuvo que hacerse cargo de sus hijos ella sola.

"Cuando inició el Centro nada más traíamos a nuestros hijos a comer y ya, pero ahora les ayudan a estudiar y pueden estar todo el día mientras yo trabajo", refiere.

"Antes, cuando nada más los traía para comer, mi tía me cuidaba a la niña de meses, pero siempre la encontraba muy sucia y sin comer. Mi hijo, el más grande, que tenía como cinco años, me decía: 'no te vayas a trabajar, yo te ayudo', y se salía a vender chicles".

Pero Marta dice que hace unos cuatro años trae a sus hijos al Centro y se quedan todo el día; incluso, ella toma cursos cada semana.

"Entonces la maestra me decía 'aquí déjelos, de aquí los vamos a mandar a la escuela y su niña va a estar bien cuidada, no la va a encontrar como la encontraba con su tía', y ya la traje y me dijeron, 'la vamos a apoyar', y sí, venía yo con mi hijos a las nueve, me iba a trabajar, a las cuatro salía de trabajar y venía por mi niña, la más chica y a las seis iba por mis hijos a la escuela y así duré hasta ahora", añade.

"A mí me ha servido mucho este Centro, tengo tres hijos que ya terminaron la primaria y la secundaria, están estudiando la prepa (preuniversitario) y todos han dicho, 'mamá yo voy a estudiar, no voy a dejar la escuela'. Esto es lo que les enseñan aquí", cuenta Marta.

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