Leonardo García Tsao
La narrativa se centra en el personaje epónimo (Geza Röhrig), que sobrevive trabajando como Sonderkommando para los nazis. Según se sabe, los Sonderkommandos eran
los judíos seleccionados para hacer los trabajos sucios en los campos
de exterminio: acarrear a los presos a las cámaras de gases, limpiar
los desechos, rescatar lo que hubiera de valor entre sus ropas,
incinerar sus restos. En una de esas operaciones, Saúl cree reconocer
el cadáver de su joven hijo y se obsesiona por encontrar un rabino para
darle una sepultura religiosa.
Por mucho que se plantea entre los Sonderkommandos la
posibilidad de una rebelión armada y un escape, uno anticipa –por el
pesimismo determinante de este tipo de relatos– que Saúl va a fracasar
en sus intenciones. No hay esperanza posible en el contexto más brutal
de negación de vida que ha habido en la historia.
Sin
embargo, decir que el planteamiento es esquemático será elogiarlo.
Ahora es un azotado profesor de filosofía (Joaquin Phoenix, más
desconectado que de costumbre) quien recupera el sentido de su
existencia al asesinar, en un acto gratuito, a un juez con fama de
corrupto. Pero su estudiante/novia (Emma Stone) lo descubre, se
escandaliza y amenaza con denunciarlo.
Más que a Crimen y castigo, el subtexto dostoyevskiano responde a El idiota. Los personajes describen con la voz en off
todos sus pensamientos y procederes, por si no fueran suficientemente
obvios; como el tono se supone filosófico hay constantes referencias a
Kant, Heidegger, Kierkegaard y Sartre en los diálogos, no se vaya a
descubrir que el tratamiento es superficial; en lugar del jazz de los
años 30 en la banda sonora, ahora Allen se moderniza con música del
trío de Ramsey Lewis, correspondiente a los 60 (eso es progreso); hasta
Stone, una actriz que proyecta vivacidad inteligente, se ve tonta como
un personaje totalmente reactivo que sólo sabe responder a los deseos,
claro, de un hombre mayor.
Uno aprecia que el casi octogenario Allen siga productivo año con año. De vez en cuando nos brinda algo como Jazmín azul (2013),
después de todo. Pero sus fracasos son cada vez más repetidos. No
importa, supongo, mientras los festivales y su público sigan dispuestos
a perdonarlo. En su estreno en el teatro Lumière, la gayola aplaudió
con entusiasmo a ese Hombre irracional, sin importarle las abundantes risas durante la proyección.
Twitter: @walyder
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