5/08/2015

La “guerra” contra el narco es una de las manifestaciones más perversas de la ultra derecha



Por: Guillermo Fabela Quiñones 


La nefasta “guerra” de Felipe Calderón contra los cárteles del narcotráfico sigue manifestándose con un dramatismo creciente. Así lo patentiza el repunte del secuestro de migrantes, delito que no existía hace tres décadas. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Migración (INM), en 2013 se reportaron 62 denuncias relativas a dicho delito, mientras un año después la cifra se elevó a 682 casos. El Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe), considera que esta modalidad delictiva deriva de la escisión de los grandes cárteles, los cuales recurren al secuestro y la extorsión de migrantes para compensar las pérdidas que sufren por la desorganización del mercado de estupefacientes.
 Dicho fenómeno, aunado al aumento de la pobreza en el país y en América Central, ha dado por resultado que la ola migratoria siga en aumento, a pesar del incremento de medidas contra migrantes indocumentados implementadas por el gobierno estadounidense. La gran mayoría de los migrantes afectados por los delincuentes son de países centroamericanos, lo que hace pensar que a la par de los cárteles se encuentran organizaciones controladas por agencias del país vecino, en coordinación sin duda con agentes migratorios nacionales, para amedrentar a los migrantes que no temen exponer su vida con tal de llegar a Estados Unidos.
Sin embargo, por más acciones que pongan en marcha los gobiernos de México y Estados Unidos, para tratar de minimizar el trasiego de migrantes indocumentados, el problema seguirá incrementándose, por la sencilla razón de que quienes se ven obligados a emprender una aventura tan riesgosa no tienen nada que perder. Se trata de un fenómeno social producto del neoliberalismo, que sólo podrá erradicarse en la medida que dicho modelo pase a la historia y haya verdadero crecimiento y desarrollo en América Latina, particularmente en las naciones más afectadas, como México y las que conforman América Central.
La “guerra” contra el narcotráfico  es una de las manifestaciones más hipócritas y perversas de la ultra derecha. Obviamente, no se avanzó un milímetro en el objetivo central del régimen de Calderón, pero en cambio se agravó la violencia como nunca antes, la descomposición del tejido social tomó características jamás vistas, y lo peor, se desmembraron los cárteles que tenían el control no sólo del mercado y el trasiego de estupefacientes, sino que con ello surgieron miles de células formadas por delincuentes comunes, sin ningún conocimiento del trasiego de drogas ilícitas, cuya única finalidad es enriquecerse de la noche a la mañana.
Todo se complicó en el país cuando Calderón ordenó la “guerra” contra los cárteles que tenían pleno control del trasiego, contaban con amplio apoyo social y sus dirigentes eran los más interesados en mantener la paz social en sus regiones. Sucedió lo mismo que en una región de Australia, cuando los ganaderos decidieron acabar con los coyotes para mayor seguridad de sus reses. En pocos meses la zona se llenó de liebres que acabaron con las cosechas en los campos y el mal fue mucho mayor. Los cárteles, con ser un mal social, no lo eran tanto como las células delictivas de la actualidad, que han convertido el problema en una crisis social que parece incontrolable.
Sin duda lo es, al igual que el problema de la corrupción y el de los migrantes que arriesgan su vida sin temor a sufrir lo que sea; y lo seguirá siendo mientras no se corrijan las causas de fondo de ambos flagelos, las cuales tienen su origen en un modelo económico que tiene grandes semejanzas con el fascismo, en cuanto que está estructurado para concentrar la riqueza en la cúpula de la pirámide social. Por ello es un factor imprescindible minimizar las instituciones de carácter democrático, y fortalecer aquellas que ofrecen mayores posibilidades de lograr el gran objetivo de concentrar la riqueza con una orientación monopólica.
No es fortuito entonces que repunte el secuestro de migrantes, que las injusticias sociales se recrudezcan de manera cada vez más dramática, que la pobreza se generalice al igual que la polarización social. Sin embargo, como quienes tienen el control del sistema político y de la economía, lo que les sobra es el dinero y también cuentan con fuero e inmunidad, no tienen empacho en gastar lo que sea para que la gente común tenga la percepción de que todo va muy bien el país.

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