2/09/2016

El Papa en una zona de guerra de baja intensidad



‘Por culpa de pinche Marcelo perdió el PRI, si viene aquí lo vamos a matar’. ‘Marcelo organizó todo para que perdiera el PRI, pero esto no se queda así, lo vamos a quemar vivo, solamente estamos esperando el momento’. ‘Marcelo se va a ir a la cárcel, si no se va, vamos a ver qué le vamos hacer, pero no se va a escapar’.
Marcelo es el Padre Marcelo Pérez, un sacerdote católico. El PRI es el Partido Revolucionario Institucional, el partido político del actual presidente de México.
Para los matones y los paramilitares del PRI, el crimen del padre Marcelo, es poner en práctica las palabras del Papa dichas en el Congreso Internacional de los Movimientos Populares en Bolivia el pasado verano, animando a los sacerdotes a trabajar con las organizaciones indígenas, laborales y comunitarias para luchar contra la injusticia social.
Padre Marcelo, inspirado por la teología de la liberación enseñadas por el obispo Samuel Ruiz -una vez acusado de ser un ‘comandante’ zapatista- cree que la Iglesia Católica debería "trabajar por la justicia al lado de los pobres", y a pesar de la oposición de los partidarios del presidente, ha organizado con valentía a los trabajadores campesinos de las comunidades indígenas tzotziles, en las profundas montañas de Chiapas, en la frontera sur de México.
El trabajo organizado del Padre Marcelo es valiente porque el Pueblo Creyente que dirige, enfrenta directamente a los políticos locales y corruptos que permiten contrabandistas de armas y carteles de la droga, traficar armas y narcóticos a través del territorio indígena con impunidad.
‘Permanecer en silencio nos hará cómplices’, el sacerdote insiste. 'Todos los campesinos e indígenas en Chiapas deben organizarse para resistir a los intereses económicos y políticos, cuyos partidos políticos engañosos sólo sirven para enriquecer a los ricos y empobrecer a los pobres’.
Enfrentado a las amenazas de muerte, la detención arbitraria de miembros de su congregación por agentes de policía corruptos, y la intimidación a través de disparos efectuados por la noche fuera de su oficina parroquial y las rocas lanzadas contra su iglesia, el Padre Marcelo proclama desafiante su fe en las palabras del primer Papa de América Latina en la víspera de su histórica visita a Chiapas.
‘Yo celebro sus palabras proféticas’, Marcelo escribió en un comunicado del Pueblo Creyente para denunciar a los políticos y paramilitares del estado. ‘El Papa nos dice: “el futuro de la humanidad está en manos no sólo de los líderes y las élites. Está sobre todo en las manos de la gente, en su capacidad para organizarse, con humildad y convicción, el cambio que necesitamos”.’
La lucha del Padre Marcelo es una de muchas en las que los defensores de derechos humanos en Chiapas llaman 'una guerra de baja intensidad’.
Pedro Faro, director del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba) -creado por el obispo Ruiz, que lleva el nombre del sacerdote católico legendario que luchó por los derechos indígenas durante la invasión imperial española de las Américas en los años de 1500- describe la situación de los campesinos y de los indígenas en el estado como ‘un panorama bastante oscuro que se pondrá más complicado’.
‘Chiapas tiene la más alta presencia de fuerza militar en México’, explica Faro. ‘La ocupación militar del estado se basa en el uso de los paramilitares y una estrategia del yunque y del martillo que busca cercar a los movimientos autónomos, como el Pueblo Creyente, y a la resistencia Zapatista en curso’.
‘Nada les pasa a los paramilitares porque hay una muralla de silencio, impunidad y negación sobre sus acciones sostenidas por el estado mexicano’, asevera Faro. ‘Grupos armados se componen de partidistas en las comunidades, y son activados cuando el gobierno lo considera necesario’, el agrega.
Los defensores de derechos humanos también han identificado una nueva táctica como parte de la estrategia de contrainsurgencia oficial - la cooptación de organizaciones campesinas e indígenas a través del favorecimiento a determinadas comunidades con dinero en efectivo y programas sociales, destinados a crear dependencia de los políticos locales, conectados con el gobierno y los militares.
El último informe del Frayba acerca de la guerra de baja intensidad en Chiapas, describe esta estrategia como ‘un intento de explotar la pobreza extrema del estado mediante el uso de sobornos para dividir a las comunidades, socavar los intentos de organizar de forma independiente por los pueblos indígenas, y en vez, de mantenerlos en una situación de servilismo incondicional’.
La presencia del Papa en esta zona de guerra, y su mensaje a los indígenas, los campesinos y los migrantes en este estado, se tomará como una expresión de fe en la resistencia y movimientos autónomos, Padre Marcelo declara.
‘Su mensaje será muy incómodo para los del poder en México, porque la voz de Su Santidad es la de los indígenas y de los más pobres, y eso hay que dejarlo muy en claro’, él añade.
En el 15 de febrero, este sacerdote indígena tzotzil -acosado, perseguido y amenazado de muerte por los paramilitares y simpatizantes del propio partido político del presidente mexicano- estará al frente de 100.000 personas en San Cristóbal de las Casas -la capital cultural de este estado de la montaña- para ayudar al Papa a celebrar la misa.
‘Mi tarea en la misa es que me tocará preparar el corazón de los asistentes, para que el mensaje del Papa no sea un acontecimiento fugaz’, dice Marcelo. ‘Lo que hace falta es una revolución –una revolución, pero no armada- un cambio, es lo que se necesita para transformar la realidad económica y social de las comunidades indígenas en México’.

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