La violencia contra las mujeres y niñas está arraigada
en normas de género ampliamente aceptadas sobre la autoridad de los
hombres y el uso de la violencia para ejercer control sobre las mujeres.
Dado que los hombres constituyen la mitad de la población del mundo,
intervenciones eficaces deben incluirlos a fin de abordar las normas
sociales discriminatorias subyacentes que legitiman el poder y el
control de los hombres y el uso de la violencia por estos (Dunkle y
Jewkes, 2007).
- Los hombres y niños que tienen una perspectiva más rígida acerca de los roles de los géneros y la masculinidad (por ejemplo, creer que los hombres tienen mayores necesidades sexuales que las mujeres o que los hombres deben dominar a las mujeres, también a nivel sexual) están más inclinados a informar que han utilizado la violencia contra su pareja, entre otros resultados negativos (Courtenay, 1998; Pulerwitz y Barker, 2008). Aunque los estudios disponibles y sus conclusiones a veces varían según el entorno, algunos investigadores han observado que las nociones de privilegio y control masculinos se encuentran entre los principales factores que permiten prever que se ejercerá la violencia contra la mujer (Jewkes, 2002).
- Las expectativas sociales de qué deberían y no deberían hacer los hombres y niños (y las mujeres y niñas) exponen tanto a las mujeres como a los hombres al riesgo de resultados negativos, como la violencia, las infecciones de transmisión sexual y el VIH (Organización Mundial de la Salud (OMS), 2007), así como a graves consecuencias a la salud sexual y reproductiva de la mujer en particular (por ejemplo, embarazos no deseados o forzados), entre otras.
Los principales autores de la violencia contra las
mujeres y niñas son los hombres. Por consiguiente, estos deben
participar en las iniciativas de prevención (Flood, 2008). Muchos
hombres, si están debidamente informados y sensibilizados acerca de la
situación, podrían convertirse en aliados actualmente desaprovechados
pero potencialmente influyentes en la lucha para poner fin a la
violencia contra las mujeres, dentro de sus familias, comunidades y
ámbitos de toma de decisiones.
- Los hombres suelen tener menos conocimientos y concienciación acerca de la magnitud de la violencia contra las mujeres y niñas. Por ejemplo, en España las investigaciones mostraron que solo el 1,2% de los hombres tenían conciencia de que la violencia contra las mujeres y niñas era “un problema serio” (Lorente, Simposio Global, 2009).
Los hombres continuan ejerciendo la mayoría de los
cargos de poder e influencia en los sectores del derecho, la política,
las finanzas, la justicia y la seguridad, los negocios y los medios de
comunicación. Determinan las prioridades normativas y legislativas, así
como los presupuestos públicos; y en muchos países las instituciones que
están en la primera línea de acción frente a la violencia contra la
mujer están dominadas por hombres (por ejemplo, la policía, los
profesionales de la salud y del derecho, el sistema judicial, etc.).
Los hombres participan cada vez más y tienen un papel
positivo en la solución del problema de la violencia contra las mujeres y
niñas. Están poniendo públicamente en tela de juicio las creencias,
valores y normas sociales que aceptan la desigualdad entre los géneros y
la violencia, y están alentando un cambio de ideas sobre la hombría
entre sus pares y en la sociedad a favor de la no violencia y la
justicia entre los géneros (Flood, 2008). La alianza MenEngage,
por ejemplo, comprende más de 400 organizaciones de todo el mundo que
trabajan con hombres y niños para promover la igualdad de género y la
eliminación de la violencia contra las mujeres y niñas.
Los datos empíricos que van surgiendo indican que los
enfoques de prevención en que participan hombres y niños funcionan bien.
Los hallazgos disponibles demuestran que las intervenciones apropiadas
pueden cambiar las actitudes de los hombres hacia las mujeres, la
igualdad y el uso de la violencia.
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