Lev Moujahid Velázquez Barriga*
El siglo XXI fue el
escenario de una nueva oleada de reformas curriculares neoliberales que
secundaron a las de los años 90, cuyo eje articulador continuó siendo
el modelo estandarizado basado en competencias; no obstante, éstas
hicieron un primer intento de quitarse el estigma empresarial. Fue así
que las competencias holísticas y para atender la complejidad entraron
en escena con un discurso renovador, para sustentar la invasión
mercantilista de la pedagogía; sin embargo, uno a uno de los
planteamientos (propiciar el diálogo entre materias, aprendizajes que
permitirían seguir obteniendo otros aprendizajes, aprender por proyectos
y la movilización amplia de saberes, emociones, valores, aptitudes y no
sólo capacidades para el trabajo) fueron sepultados con la perversa
reducción del currículo a los contenidos de las pruebas estandarizadas.
Un segundo intento viene con el nuevo modelo educativo del actual
sexenio, cuyos planes y programas de estudio tienen ligeros cambios,
pero sin modificar la orientación empresarial. De la misma forma
engañosa que el proceso anterior, aparenta tener una concepción
integradora del alumno, que consiste en incorporar el desarrollo de su
dimensión socioemocional; en realidad, mantiene la misma matriz
economicista que se propone formar capital humano o, en otras palabras,
que la escuela pública siga siendo el espacio gratuito de la iniciativa
privada para la capacitación de fuerza física, intelectual y emocional
para el trabajo.
El nuevo modelo educativo es el producto de un set renovado de
competencias laborales que demandan los procesos reorganizativos de las
empresas del capitalismo del siglo XXI, las nuevas formas de consumo
personal y online, pero también de control y dominación que han
adquirido otras dimensiones relacionadas con los avances científicos y
tecnológicos. Por ejemplo, las neurociencias han abierto un nuevo campo
de colonización que hasta hoy había sido impenetrable para el sistema de
dominación: el cerebro humano, pues han descubierto que es posible la
manipulación de sus funciones para hacer más eficientes las dinámicas de
producción y consumo de mercancías.
Hace varios años, antes incluso que en el ámbito educativo, el mundo
empresarial experimenta la estrecha relación que existe entre el
desarrollo emocional de sus empleados y el crecimiento de las ganancias,
entre la invención de identidades familiares de los trabajadores con la
empresa y el cumplimiento de altas metas de productividad que arrastran
hasta niveles inusitados de superexplotación. Un manejo adecuado del
estrés en circunstancias de excesiva flexibilidad laboral ha sido
esencial para contener disfuncionalidades en estos procesos de
precarización del trabajo y esclavización emocional.
Lo que hay detrás de la reforma y su propuesta educativa es el modelo coaching,
desarrollado para la esfera de la empresa, pero trasladado al ámbito
escolar; en él juega un papel muy importante la ilusión de ser un
emprendedor, que tiene como base la programación neurolingüística con el
sí se puede. El reforzamiento de la autoestima cotidiana y la actitud de liderazgo autorregulan la condición opresiva en el trabajador explotado, le crean la falsa expectativa de ser ejecutivo o de llegar a serlo; las capacitaciones mediadas por la emocionalidad le impiden reconocer con claridad la sutileza de estos mecanismos de sometimiento, en los que las relaciones de seguridad social y laboral son obviadas tras estas interconexiones emocionales que le hacen sentirse un socio libre y no trabajador explotado.
La inteligencia emocional, como la denomina Daniel Goleman en su best seller del
mismo nombre, ha sido también adoptada con éxito por la mercadotecnia.
Los estudios de las neurociencias aplicadas a los patrones de consumo
estiman que 70 por ciento de las razones que motivan una compra están
asociadas a cuestiones emocionales y en menor porcentaje porque la gente
realmente necesita lo que adquiere, de suerte que la contaminación
propagandística empieza a utilizar de manera excesiva la posibilidad de
recrear la vivencia socioemocional mediante consumo. El eslogan
Destapa la felicidadejemplifica muy bien cómo una marca de bebidas azucaradas utiliza recursos emotivos para incitar a consumir sin culpa ni raciocinio sobre las implicaciones para la salud que tienen sus productos.
En nuestra sociedad, los patrones de consumo en lugares masivos se
han ido individualizando paulatinamente; entonces, cada sujeto es visto
como portador personal de mercancías que siguen siendo de producción
masiva, pero ofertadas de forma directa, por catálogo, desde sus redes
sociales y en sus dispositivos personales, por teléfono o sin salir de
casa. Por eso el nuevo modelo educativo se propone formar vendedores de
mercadurías capaces de conectarse emocionalmente con los deseos,
intimidades, empatías, vacíos, estímulos, miedos y necesidades
comunicativas y existenciales de los consumidores.
Siguen viendo a los alumnos como potenciales portadores de
habilidades para producir, vender y consumir. Educar para el desarrollo
socioemocional resulta significativo para su propuesta en la medida en
que es parte de las nuevas competencias que las empresas ya han
incorporado a sus lógicas de producción y consumo, de superexplotación y
precarización laboral, de biopoder y colonización s
obre
la mente humana. El humanismo que profesan es sólo una máscara y detrás
de ella se esconde el rostro demacrado del mercado, la ganancia para
los de arriba como fin superior de la educación neoliberal.
*Doctor en pedagogía crítica
No hay comentarios.:
Publicar un comentario