LIMA, 7 ago 2017 (IPS) -
El grado de violencia de género en el ámbito familiar que existe en
Perú es alarmante. No solo las estadísticas reflejan una práctica
generalizada, sino que muchas peruanas tienden a aceptarla como “parte
del matrimonio”.
Por ello, fue sorprendente y también comprensible que las clases
sobre ese tipo de violencia en un centro de mujeres de la región de
Cajamarca, estuviera siempre repletas de adolescentes y mujeres
animadas.
“Muchas mujeres no protestan contra la violencia dentro del hogar
porque no están tan educadas y no saben mucho”, señaló una de las
participantes, y sus compañeras asintieron. “Sus esposos las insultan y
les pegan, y las mujeres creen que es su culpa, que se merecen ese tipo
de trato”, observó.
“Cuando la ve hablando con alguien, empieza a enojarse y ahí la golpea": Cecilia.
Cecilia, otra de las participantes, se mostró renuente a hablar, a
pesar de que se había ofrecido, y bajó la mirada hacia su falda, tras lo
cual su amiga Yolanda le preguntó: “¿Estás lista para hablar?”, y ella
le respondió que no.
Al ser consultada sobre si ella o alguna conocida había sufrido
violencia de género por sus parejas o familiares masculinos, los ojos de
Yolanda inmediatamente se volvieron hacia Cecilia. “Muchas de mis
amigas la sufrieron”, respondió.
Y al ser consultada sobre si algunas mujeres no cuestionaban la
situación porque creían que era parte del matrimonio o de la cultura,
Yolanda le susurró: “anda, dile, dile”, pero Cecilia no respondió.
En muchas familias peruanas, la educación de los hombres es
prioritaria frente a la de las mujeres. Un informe de la Organización de
las Naciones Unidas concluyó que 56,3 por ciento de las mujeres
consultadas en Perú habían llegado a la enseñanza secundaria, por debajo
de 66,1 por ciento de los hombres.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura, solo 6,3 por ciento de los hombres adultos son
analfabetos, muy por debajo de 17,5 por ciento de las mujeres.
En muchos aspectos de la vida, el nivel de educación alcanzado
representa una gran diferencia, pero en especial en lo que respecta a la
violencia intrafamiliar.
Según un estudio de la estadounidense Universidad de Princeton,
cuantos menos años de educación formal, más probabilidades tienen ellas
de sufrir abusos en el ámbito doméstico: 42,04 por ciento de las mujeres
no escolarizadas y 42,8 de las que había hecho la enseñanza primaria
habrían sufrido violencia, muy por encima de 28,93 por ciento de las que
llegaron a la enseñanza terciaria o más.
“Las madres enseñan a sus hijos varones a no hacer el trabajo de las
mujeres, que no cocinen ni limpien; ese es el trabajo de las mujeres”,
comentó otras de las participantes. “Si ellas no cocinan ni hacen las
tareas domésticas, entonces las agreden. No pueden salir de la situación
porque no tienen formación, no tienen recursos”,
Las participantes se dividían en dos grupos, las que llevaban
pantalones vaqueros y camisetas sin mangas y las que preferían las
largas faldas tradicionales, camisas y cárdiganes. Algunas eran tímidas,
y otras no.
Las que condenaban abiertamente la cultura machista y sermoneaban a
las otras sobre la importancia de casarse con su mejor amigo, lucían
mallas ceñidas a las piernas, mientras que las que llevaban trenzas
hasta la cintura y botines permanecían calladas.
La antigua cultura tradicional convive en Perú con un estilo de vida
contemporáneo. Muchas personas manejan automóviles, tienen teléfonos
móviles y visten ropa actual, pero es en el estilo de vida rural vigente
donde se enmarca y se arraiga la cultura patriarcal.
La violencia contra las mujeres dentro de sus hogares prevalece entre las campesinas debido a su propensión a tolerarla.
“Es aun peor en las áreas rurales”, subrayó. “Se espera que se queden en la casa y nada más”, apuntó.
“Las mujeres de afuera (de la capital) son calladas. No hablan ni
dicen nada. Las criaron en esa casa. Su padre golpea a su madre, y
cuando se casan, las golpearán. Lo ven como normal”, explicó.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la violencia
física en el ambiente doméstico, a diferencia del emocional, sexual o
verbal, es “mucho más frecuente entre mujeres de bajos recursos
económicos” en Perú.
Y la Organización Mundial de la Salud señala que la prevalencia de la
violencia física de parte de la pareja asciende a 50 por ciento en las
ciudades, a diferencia de 62 por ciento en las áreas rurales, donde a
menudo la violencia doméstica resulta fatal, lo que ocurre mucho más que
en otros países.
Según el diario peruano La República, hubo 365 feminicidos en los últimos cuatro años, con 174 intentos fallidos.
Para peor, la justicia se ha mostrado indulgente a la hora de
castigar a los responsables, pues casi la mitad de los condenados
recibieron menos de 15 años de prisión y dos, menos de siete, eso en los
pocos casos procesados, que solo fueron 84.
Tras mirar de a ratos a Yolanda hablar, y visiblemente en reacción a
una de sus respuestas, Cecilia se animó a responder. Al ser consultada
si conocía historias de violencia doméstica, volvió a mirar para abajo
en silencio y asintió.
“Sí, podría contarles una historia”, ofreció, y relató lo que le
había pasado a una integrante de su familia que casualmente tenía su
misma edad, 29 años.
“Se comprometió con ese hombre. Siempre le dice que la ama y que la
quieren todo el tiempo”, relató. “Y siempre diciéndole cuánto la quiere y
que está dispuesto a darle todo, ¿no? Pero en realidad, puedo ver que
eso no es bueno”, reconoció.
“Cuando le dice que la necesita, ella va y está con él. Pero ella
está sola. Él le dice que la quiere tanto que no quiere que trabaje y
que solo tiene que dedicarse a su hija. Ella tiene una niña y por eso no
puede trabajar”, prosiguió Cecilia.
“A cada rato suena el teléfono y le pregunta ‘¿dónde estás?’ ‘¿qué
estás haciendo?’ ‘¿con quién estás?’ y la va a buscar”, añadió.
“Él la obliga a quedarse. Ella trata de irse, pero él está siempre
ahí, siempre detrás de ella, escuchando y esperándola”, detalló.
“Cuando la ve hablando con alguien, empieza a enojarse y ahí la
golpea. Ella trata de escapar, pero él la obliga, porque en este momento
vive más con miedo, teme que vaya a matarla si fuera a tener otra
pareja”, acotó.
La renuencia de Cecilia a hablar, independientemente de que hablara
realmente de un familiar, dice mucho sobre su situación y sobre la de
todas las mujeres víctimas de la cultura machista imperante en Perú.
Es muy difícil hacer frente a un asunto que está tan vinculado a la
historia, la economía y la política que hacen que siga existiendo una
cultura rural anacrónica.
La educación que reciben en clases como la del centro de mujeres, es
un comienzo necesario, pero solo si se acompaña con empoderamiento, para
que mujeres como Cecilia sepan que no tienen que tener miedo de contar
sus historias.
Traducido por Verónica Firme
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