8/06/2017

México: brote inflacionario


CELAG

El aumento sostenido de los precios provocado por la devaluación de la moneda y traducido como una pérdida del poder adquisitivo de los consumidores, retumba en México. Un brote que ha afectado a todos los rubros, desde la comida hasta la vivienda.
México reporta la cuarta mayor inflación de América Latina. Así lo verifican los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), teniendo que durante la primera quincena de julio el IPC alcanzó 6,31%, el aumento más pronunciado desde 2009[1]. En general, la tasa anual suma trece quincenas por encima de del 4%, límite superior del objetivo de inflación del Banxico ubicado en 3% para este año.
En su comunicado de política monetaria, el ente emisor explicó que la dinámica inflacionaria ha estado influida por “choques de naturaleza transitoria”. En lo externo, por ejemplo, podríamos referir el clima de incertidumbre económico que ha sido agitado con especial vigor tras la llegada Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Sin embargo, ha sido desde adentro donde más se han propiciado las condiciones para la senda alcista de la inflación. Hay al menos cinco importantes razones:
– El ‘Gasolinazo’. En enero de este año el gobierno federal aplicó un incremento de hasta el 20% sobre los precios de los combustibles[2].
– Fuerte dependencia primario exportadora y altamente importadora. Ha propiciado una economía de base estrecha, fuertemente abierta al comercio exterior a través de tratados asimétricos como el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) suscrito con Estados Unidos y Canadá.
– Estructura económica muy concentrada. Oligopolios y monopolios que aprovechan su poder de mercado para abusar en materia de precios.
– Baja productividad. El índice promedia una baja trimestral de 0,09% desde 2015 (fecha en la cual iniciaron los recortes de presupuestos en el sector de inversión pública) según los datos publicados en el primer trimestre de 2017 por el Índice Global de Productividad Laboral de la Economía del INEGI.
Economía altamente financiarizada. La política económica oficial direcciona inmensas masas de dinero ociosas en transacciones financieras con utilidades record pero sin reinversiones que hagan crecer la capacidad productiva.
En un intento por contener el aumento sostenido de los precios al consumidor, el Banco Central de México endureció su política monetaria aplicando aumentos de las tasas de interés hasta el 7% anual[3] y con vista a nuevos incrementos, sobre todo porque es probable que la Reserva Federal de Estados Unidos incremente sus tasas por el panorama de crecimiento que vislumbran en su economía.
Contrario a atajar la caída del peso, las medidas tomadas en materia monetaria por Banxico han implicado movimientos en el tipo de cambio, un peso devaluado que ha afectado el bolsillo de los trabajadores, mientras ganan la banca y los mercados.
La cotidianidad ha sido vulnerada en cada espacio, desde la comida hasta los alquileres. Hoy día, rentar o comprar una vivienda en México se ha convertido en una tarea difícil. El repunte de la inflación ha afectado de manera directa las tasas de interés de los créditos hipotecarios, herramienta referencial en la dinámica del mercado inmobiliario. El índice subyacente, que es donde se encuentra el subíndice de vivienda y que engloba los datos de la casa propia, renta de inmuebles, servicio doméstico y otros servicios para el hogar, registraron un crecimiento anual de casi 4%. El alza en los costos de los productos derivados del sector energético motivados por el Gasolinazo, también afectaron en varios casos los precios de los materiales para la construcción; encareciendo las viviendas y la renta de las mismas, abriendo de esta forma un negocio redondo de menos por más: espacios de menor tamaño y mayores precios.
En definitiva, los precios aumentan sin que se incrementen los ingresos de los trabajadores. El relato neoliberal del sistema capitalista juega a confundir, sostiene que aumentar los salarios desata la inflación. Sin embargo ya hay abundante evidencia de que esto no es así; mucho menos en un país como México donde 1 de cada 3 trabajadores está empleado en el sector informal[4] de la economía lo que hace que sus ingresos sean más precarios y sin ningún tipo de garantías.
 Notas:
Crismar Lujano, investigador CELAG.
@clujan0

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