9/23/2014

La migración de mexicanos a Estados Unidos como reflejo de la carencia histórica de derechos sociales


Campesinos ausentes y omisión oficial


La migración transfronteriza de mexicanos originarios de asentamientos y localidades rurales hacia Estados Unidos es un fenómeno social de carácter centenario que incluye variadas regiones de México y que hunde sus remotos orígenes entre fines del siglo XIX y principios del XX, en el marco de la demanda de “mano de obra” por parte de los grupos y élites socio-económicas del suroeste norteamericano con miras al desarrollo económico de ese país y en el contexto del éxodo de mexicanos que se desplazaban hacia la frontera norte en busca de trabajo y huyendo de la violencia del periodo armado de la Revolución mexicana de 1910. 

Sin embargo, a raíz de los cambios económicos y políticos de finales del siglo XX estimulados por el Estado mexicano a fin de “incorporar” al país en el sistema económico globalizado, se produjó un abrupto y desmedido crecimiento e intensificación de este complejo proceso migratorio; los campesinos, ante la ausencia de derechos sociales por parte del Estado (trabajo, servicios médicos, educación) que les garantizaran una vida digna, buscaron opciones por si mismos y encontraron en la migración y las remesas los recursos necesarios para ellos y sus hogares. 

En este tenor, con el arribo de los grupos y élites de tecnócratas a la dirección del Estado mexicano (cuyos inicios se remontan al gobierno De la Madrid, pero cuyo punto más álgido y de mayor profundización fue el salinismo), hubo un radical viraje en las políticas estatales hacia el campo y el agro mexicano, lo cual generó un severo y sostenido deterioro de las economías campesinas de gran parte de las localidades y comunidades rurales de México. Si ya antes, debido a la desigualdad tolerada y fomentada por las instituciones oficiales durante gran parte del siglo XX, la pobreza extrema y las carencias de servicios médicos y educativos en México se focalizaban en el zonas rurales (especialmente aquellas con población indígena), a partir de los gobiernos neoliberales aumentó considerablemente la precarización de las condiciones de vida de los campesinos y los grupos étnicos; a la exclusión histórico estructural que se gestó durante el Estado nacional capitalista mexicano de gran parte del siglo XX, se añadió la deliberada tendencia neoliberal de desplazar a un segundo término al agro mexicano. 

Los cambios orientados y dirigidos por la política estatal que generaron esta situación fueron de diversa índole: 

(1) Se redujeron sustancialmente los subsidios destinados a los campesinos, como parte de estas medidas comenzó un acelerado desmantelamiento de la CONASUPO y otras empresas paraestatales. 

(2) También hubo un decrecimiento sustancial a los apoyos económicos (préstamos, créditos, etc.) destinados a la producción agrícola campesina, ejemplo de esto fue el decrecimiento de la actividad de BANRURAL y su posterior y constante adelgazamiento. 

(3) De no menor trascendencia e impacto fue la reforma del artículo 27 constitucional en 1992, reforma salinista que, además de concluir con el proceso de reparto agrario, abría de facto la puerta a la privatización de las tierras ejidales y comunales, así como allanaba el camino para el despojo de los campesinos e indígenas. 

(4) Aunado a la anterior, hubo también una caída sostenida de los recursos financieros estatales orientados al mantenimiento y creación de infraestructura y servicios destinados a la producción y circulación agrícola campesina. Frente al panorama de un campo abandonado y sin el respaldo necesario para la recapitalización de la agricultura, muchos campesinos buscaron fuera de sus comunidades y localidades de origen y por sus propios medios los mecanismos para generar los recursos económicos para la satisfacción de sus necesidades y la reproducción de sus condiciones de vida y las de sus familiares; uno de los mecanismos más socorridos fue la migración al norte.

Sin embargo, también se presentaron diversos eventos que no sólo competían a la relación entre las instituciones estatales y los campesinos y que también impactaron drásticamente las economías agrícolas mexicanas y, de paso, estimularon la migración. El primero de ellos estuvo vinculado a la caída de los precios de los cultivos destinados al intercambio mercantil que tenían los campesinos (como por ejemplo el café); través de la venta de las cosechas de estos cultivos los campesinos obtenían el dinero que necesitaban para comprar todos aquellos artículos que no producían por ellos mismos. Si las cosechas valían menos debido a la volatilidad de los mercados internacionales y nacionales, era menor el dinero obtenido y se acentuaba la escasez en los hogares rurales. 

Otro factor que ha contribuido a mermar la obtención de recursos monetarios en las economías campesinas es la disminución de las cosechas (para venta y autoconsumo) debido al cambio climático y el calentamiento global, efectos del desarrollo del capitalismo industrial y su concomitante consecuencia la contaminación; la escasez o sobreabundancia de lluvias relacionadas con el cambio climático y el calentamiento global han mermado la producción agrícola reduciendo las cosechas. Por otra parte y de manera paralela, como consecuencia de las múltiples crisis económicas nacionales (finales de 1994 y 2008) e internacionales (finales de 2008) y de la inflación a ellas vinculadas, los campesinos han experimentado en las últimas décadas del siglo XX y las primera del XXI el creciente incremento del valor económico de los artículos que necesitan para su vida diaria.

 Al mismo tiempo que los campesinos ganan cada vez menos dinero con la agricultura y la venta de sus cosechas, las cosas cada vez cuestan más, generándose una espiral de pobreza que los obliga a buscar fuentes alternas de dinero, donde el Estado elude por completo sus responsabilidad para con sus ciudadanos de las zonas rurales. El campo cada vez produce menos y, al mismo tiempo, cada año es más necesario el dinero y en mayores cantidades. En este escenario la migración al norte, proceso ya conocido ampliamente en varias regiones rurales, se vuelve una estrategia temporal pero claramente viable y socorrida. Los dórales ganados con sudor y sangre de los campesinos-migrantes mexicanos en Estados Unidos rinden mucho más en México. Lo previamente descrito nos lleva a una lectura distinta y mucho más compleja de la migración. Si bien es cierto que la migración puede proveer de recursos económicos a los campesinos y sus hogares, no es menos cierto que también es resultado de la ausencia histórico-estructural de los derechos sociales constitucionales y que es resultado de la incapacidad del Estado para garantizar a los habitantes de las zonas rurales empleos dignos y bien remunerados, servicios de salud eficientes y escuelas para sus hijos.

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