9/23/2014

Un escocès en las rocas


Alberto Aziz Nassif
El referéndum en Escocia deja aprendizajes importantes. Las lecciones van desde el ejercicio democrático en sí mismo, las implicaciones europeas del resultado, los significados para otras experiencias de consulta y los impactos federalistas en un nuevo reparto de poder para Escocia dentro del Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales, Irlanda del Norte).
En la experiencia en Escocia vimos los alcances de una democracia, en donde los derechos ciudadanos se expresaron para conformar una voluntad ciudadana. En las narrativas previas al referéndum se asomaron fantasmas, amenazas y también deseos de imaginar un mejor país. La campaña por el No estuvo cargada hacia los temores; el mensaje fue que la ciudadanía debería “pensar muy bien su decisión” porque las consecuencias de separarse del Reino después de 307 años serían desastrosas: como salir de la Unión Europea o dejar la moneda (la libra). La campaña por el Sí se inclinaba más hacia la utopía de tener más recursos, decidir con libertad, contar con mejores oportunidades para el bienestar y ser un país independiente.
Con el ejercicio hubo ganadores y perdedores, pero los resultados son positivos para Escocia. El primero en anunciar su salida fue el primer ministro, Alex Salmond, quién animaba el proyecto de independencia. Pero de forma inmediata el primer ministro, David Cameron, puso sobre la mesa una oferta de nuevo federalismo nada despreciable para los escoceses: la devolución de competencias y facultades en materia de impuestos, gasto público y política social. De esa oferta saldrá un nuevo estatuto de autonomía para los escoses, que podría servir para otros países, como España. Se trata de un triunfo del referéndum que no estaba contemplado como parte del ejercicio. Este tipo de consultas están diseñadas para un mundo en blanco y negro, sí o no, lo cual es lo más alejado de la política real que se lleva a cabo en las mesas de negociación. El resultado inicial es una ganancia para los escoceses, independientemente de cómo hayan votado, de si fueron independentistas o integracionistas, porque Escocia tendrá más autonomía.
Otro de los éxitos del referéndum fue el altísimo nivel de participación, más del 85% de los ciudadanos acudió a los centros de votación. La transmisión en vivo del cómputo de los votos permitió observar un clima de civilidad, con la que se llevó a cabo la contabilidad. Salvo algunos desordenes menores, no se reportan acarreos, clientelismo, fraude. Los que perdieron, 44.7% (1,617, 989 votos), lo reconocieron, con tristeza, pero sin dolo y los que ganaron, 55.3% (2, 001,926 votos), ofrecieron cambios. Uno de los patrones del voto está relacionado con la variable del ingreso, los que más votaron por la independencia fueron sectores y zonas más pobres, y los que más votaron por continuar en el Reino Unido fueron sectores más acomodados.
Después del resultado, en España Mariano Rajoy se apresuró a curarse en salud y felicitar a los escoceses por su decisión mayoritaria. A Rajoy no le sirvió de nada la experiencia de Escocia, su gobierno y su partido se oponen de manera frontal a que Cataluña haga un ejercicio democrático similar. Al día siguiente del referéndum en Escocia el parlamento catalán aprobó la ley para hacer su consulta el próximo 9 de noviembre.
Escocia mostró cómo se puede hacer un ejercicio democrático de forma libre; sin duda España podría aprender, pero también México, cuya figura de consulta popular está llena de obstáculos y dificultades. En cada experiencia de democracia directa se construyen significados que le dan sentido a estos ejercicios. Fernando Vallespín llamó al deseo de los escoceses una “añoranza de comunidad”, sobre todo cuando la globalización vuelve invisible o irrelevantes a las comunidades y a los pequeños Estados. Se pregunta: “¿Para qué necesitamos a Madrid desde Cataluña si quienes deciden al final son Frankfort y Bruselas?” (El País, 18/IX/2014). Bernardo Axtaga plantea que —quizás— el imán que mueve a los independentistas tenga que ver con los “vientos de humillación” que han soplado en esos pueblos durante siglos (El País, 20/IX/2014). ¿Qué federalismo viene en el Reino Unido?

@AzizNassif

Investigador del CIESAS

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