1/16/2016

Derecho a ILE y fin de violencia, principales retos del feminismo


   A un siglo de Primer Congreso, urge reorganización de mujeres

Un siglo después del Primer Congreso Feminista en Yucatán –que derivó en la aprobación del sufragio femenino y la educación científica para las mexicanas–, el movimiento amplio de mujeres enfrenta el reto de hacer efectiva la interrupción legal del embarazo (ILE) y erradicar la violencia feminicida en el país.

En pleno auge constituyente que permeó los años finales de la Revolución Mexicana, el 13 de enero de 1916 el Teatro Peón Contreras, en Mérida, Yucatán, abrió sus puertas para recibir por primera vez a decenas de mujeres –profesoras, masonas, liberales, conservadoras y socialistas–, quienes discutieron durante el Primer Congreso Feminista los “problemas sociales y educativos” que interesaban a las mujeres de aquella época.

Las primeras resoluciones para modificar normas civiles de esos años en la entidad henequenera rindieron avances en cuanto a las garantías femeninas vinculadas a la maternidad y al rol de esposas.

Si bien esos logros no hacían eco de las demandas de las mujeres más progresistas que pedían el reconocimiento de sus derechos políticos y una educación sexual integral, los resultados no fueron de poca importancia para una sociedad que hasta entonces negaba a las mujeres la patria potestad de sus hijas e hijos, y permitía su emancipación hasta después de los 30 años de edad.

Aunque no fueron aprobadas, las proclamas sobre el sufragio femenino se leyeron en el cierre del Congreso –el primero en su tipo en la historia de México– frente al general Salvador Alvarado (entonces gobernador de Yucatán y promotor del evento) por insistencia de las feministas a fin de dejar precedentes.

EL SUEÑO DEL SUFRAGIO

Las mujeres que participaron en ese Primer Congreso –reminiscencia de las que estuvieron en la lucha revolucionaria, de las pioneras ilustres en Estados Unidos y del legado de la yucateca Rita Cetina (fundadora de la primera escuela para mujeres)– permanecieron juntas los años siguientes para seguir convocando a la población femenina a celebrar más encuentros y debates.

Así, el primer gran logro del Congreso fue abrir el acceso a la esfera pública para las mujeres, quienes se mostraron entusiasmadas de participar porque ya estaban hartas de ser confinadas a la casa, señaló en entrevista con Cimacnoticias Piedad Peniche, historiadora yucateca.

Si bien en esa época no se habló del aborto, sí se discutió la importancia del conocimiento científico y la enseñanza de la biología –prohibida como materia para las profesoras desde un siglo antes– para la vida y la liberación de las mujeres, relató la experta.

Además, este Congreso fue la antesala para que años después Elvia Carrillo Puerto –promotora del voto femenino– retomara y abanderara la discusión del derecho de las mujeres al sufragio y a ocupar cargos públicos, así como otras ideas “más exóticas” que no tuvieron buen recibimiento entre toda la población femenina, abundó Peniche.

Y agregó: “Todo quedó como precedente de la idea, la ambición y el sueño del sufragio de las mujeres que habría de hacerse realidad en los años siguientes”.

En efecto, en noviembre de 1916, como respuesta al Primer Congreso, se aprobó otorgar el voto femenino en elecciones municipales en Yucatán, pero se denegó la posibilidad de que ellas fueran electas a cargos de elección. Para 1923 tres mujeres ya habían conseguido ser diputadas locales.

Un año antes de que culminara el siglo XIX, se consolidó la Liga Feminista de Rita Cetina Gutiérrez –en honor a la autora de la revista La Siempreviva, considerada cuna del feminismo en México–, y se consiguió que una mujer, Rosa Torres, fuera la primera regidora del ayuntamiento de Mérida, capital de Yucatán.

En los gobiernos posteriores al de Francisco I. Madero –prosiguió la historiadora Piedad Peniche–, el movimiento feminista se fragmentó en intereses individuales. Elvia Carrillo Puerto incluso fue perseguida por sus ideas a favor del aborto, la libertad sexual y el control de la natalidad.

Las maestras, por ejemplo, siguieron manifestándose para exigir únicamente sus derechos laborales, pero ya no hubo una conciencia colectiva, además de que se luchó por intereses “prácticos (como la construcción de escuelas y carreteras), pero no estratégicos (como el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo)”, precisó.

Ya a finales del siglo XX, el progreso de las mujeres en la política yucateca fue arrebatador y tuvo como ejemplo destacado a Dulce María Sauri Riancho, quien en 1982 fue diputada federal, luego presidenta del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), primera gobernadora de la entidad, integrante del Consejo Nacional de la Mujer, coordinadora de la Comisión de la Mujer, y presidenta nacional de su partido.

Más yucatecas siguieron desfilando por los puestos de diputadas locales, federales, presidentas municipales, gobernadoras y hasta senadoras. Al menos de 1981 a 2001, 725 mujeres consiguieron ser regidoras en la entidad.

ENFRENTAR LA VIOLENCIA

La historiadora aseguró que desde el siglo pasado quedaron pendientes temas que siguen en auge y que en 100 años no se han traducido en derechos para todas las mexicanas, principalmente sobre la garantía de decidir sobre sus cuerpos y la maternidad.

Se suma que la violencia de género “es tremenda” y que el feminicidio es el pan de cada día, por lo que si este 2016 vuelven a reunirse las feministas, ambos flagelos deberían ser los primeros temas a discutirse, subrayó la especialista.

En ello coincidió Brenda Ortiz, integrante de Reflexión y Acción Feminista –organización integrada principalmente por mujeres jóvenes–, quien señaló en entrevista que la discriminación y la violencia de género siguen perpetuando las relaciones desiguales y de poder entre los sexos.

Como ejemplo, la activista explicó que más de 200 mujeres respondieron a una convocatoria que presentó su organización para participar en un taller de defensa personal.

Ahí, cada joven explicó en mensajes en redes sociales las distintas formas de violencia que padecen, principalmente el acoso callejero, lo que las obliga a buscar distintas formas para protegerse.

Además, en los meses recientes ya suman cinco casos de feminicidio en Yucatán, sin que los medios de comunicación informen con apego a los Derechos Humanos (DH) y sin que las autoridades locales sepan cómo investigarlos, observó Ortiz.

Consideró que los logros del Primer Congreso Feminista respecto al voto femenino están “estancados parcialmente”, porque muchas mujeres no participan políticamente.

La joven activista también apuntó que entre las personas que este año conmemorarán los 100 años del Primer Congreso Feminista en Yucatán hay una brecha generacional muy amplia, ya que una parte de las participantes tienen 50 años de edad y el resto tiene alrededor de 20 años.

Ortiz consideró que hubo una época en la que las mujeres –que ahora tendrían entre 30 y 40 años de edad– no se movilizaron ni
se organizaron políticamente como en los años del Primer Congreso Feminista porque, entre otras razones, los procesos migratorios y los gobiernos conservadores impidieron su desarrollo.

Sin embargo, las más jóvenes, las feministas actuales, se muestran de nuevo muy interesadas en el movimiento y lo están reimpulsando como una forma de resistir ante los embates que les presenta vivir a diario en un contexto de violación a sus DH.
 

Especial
Por: Angélica Jocelyn Soto Espinosa
Cimacnoticias | México, DF.- 

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