7/19/2016

Los periodistas pal café. . . .



Tres en uno: el primero en salir fue el arlequinesco funcionario mejor conocido como Virgilio Andrade, renuncia en mano para, dijo, dar paso a que su jefe pueda cumplir adecuadamente con las reglas del entrante Sistema Nacional Anticorrupción (reglas, ha de entenderse, con la participación del Senado, que ya no permitirán a ese jefe buscar la continuidad de un subordinado tan evidente, tan descarado); luego entró a escena el propio Enrique Peña Nieto, a fin de promulgar el mencionado sistema contra corruptelas y aprovechar tan sentido momento (histórico, aseguró) para pedir perdón a los mexicanos por el error de haber permitido una percepción errónea de un acto rechinante de limpio (de ese blanqueo e higienización oficiales se encargó el primer actor mencionado, el pequeño Virgilio) como fue la amistosa adquisición a plazos de la mansión conocida como la Casa Blanca; y, para cerrar la historia (o, cuando menos, un episodio), la actriz en pausa, Angélica Rivera Hurtado, hizo saber que había firmado con los amables aboneros del Grupo Higa un convenio de terminación del contrato de compraventa, de tal manera que tan benevolentes empresarios se quedarían con las rentas del tiempo ya ejercido, le devolverían los pagos y adelantos que había hecho, incluso con los correspondientes intereses (¡faltaba más!), y así ella no tendrá en el futuro (¿sólo en el inmediato?) nada que ver con la posesión o la propiedad de la multimencionada residencia ubicada en la calle Sierra Gorda, en las Lomas de Chapultepec.
De los tres actos del episodio telenovelero, el más comentado fue el del perdón. Reconoció Peña Nieto que los mexicanos nos sentimos lastimados y dolidos por la corrupción, pero antes de que alguien supusiera que habría tramitado el encarcelamiento de algunos directivos de OHL o de alguno de sus muchos secretarios y directores del gabinete que se dedican a la alegre cosecha de comisiones porcentuales y motivaciones en efectivo, a la patria hizo saber que el destinatario escogido para tan duras palabras era él mismo, oh, sí.
Todos tenemos que ser autocríticos; tenemos que vernos en el espejo, empezando por el propio Presidente de la República, dijo con aire valiente, pero antes de que alguien creyera que iba a pronunciar alguna frase del tipo “defenderé la Casa Blanca como un perro”, reconoció que generó indignación el saberse, en noviembre de 2014, de esa operación inmobiliaria de altos vuelos (en su catálogo de disculpas no incluyó al notable equipo periodístico que provocó tales esclarecimientos caseros, el encabezado por Carmen Aristegui, despedidos de la radiofónica MVS ella y los demás reporteros sin que hasta la fecha hayan podido reconstituirse como propuesta periodística en ninguna otra frecuencia, entre versiones de veto sexenal en su contra, así que la mejor disculpa peñista consistiría en que se les retirara esa censura).
Pero el epopéyico Enrique no acepta ni entiende que en la operación de compraventa de la Casa Blanca se hayan dado graves muestras de tráfico de influencias y conflicto de intereses al aceptar una mansión gestionada mediante trámites más que generosos realizados por un contratista (Hinojosa, del Grupo Higa) sumamente beneficiado con pagos y contratos en el estado de México y luego en el gobierno federal y, por lo tanto, sumamente agradecido, al grado de buscar la manera de allegar un techo de enorme lujo a tan amable familia Peña-Rivera.
En su discurso de aceptación de un error, el ocupante de Los Pinos no se refiere a la comisión de un hecho ilegal tal vez proveniente de comisiones, sino a un acto absolutamente limpio, apegado al derecho y la legalidad pero, hombre, caray, respecto al cual él, Enrique el nomás fallido en eso, no supo generar la adecuada percepción de las cosas. No hagas compras buenas que parezcan malas, sería la moraleja. Por esa pifia de comunicación, no de honestidad (según la interpretación de Los Pinos), pidió perdón y reiteró su sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación causadas. Y, ¿colorín colorado?
Quedará en lo superficial, en lo intrascendente e incluso en lo cínico el montaje de lopezportillismo sin llanto que se vivió ayer en Palacio Nacional (muy aplaudido el declarante por la selecta concurrencia, como JLP en el Congreso durante sus dos máximas exposiciones dramáticas) si no hay consecuencias positivas contundentes (que este tecleador astilloso no ve cómo podría haberlas) en cuanto al combate a la corrupción. Lo aprobado y ayer promulgado es más burocracia a modo para seguir aparentando que se frena y castiga lo que hasta ahora ha sido el pegamento sustancial de la clase política en general: la corrupción. Ni siquiera se incorporó al esquema por inaugurar la parte más sustanciosa de la llamada ley 3 de 3. En las últimas líneas de su discurso, el propio EPN adelantó un pésimo diagnóstico involuntario, al decir que este sistema anticorrupción será tan positivo como lo fue en su momento el Instituto Federal Electoral respecto a la democracia.
Para cerrar ha de decirse que el ejercicio actoral no fue tan contundente como el de aquel histrión, José López Portillo, que al tomar posesión de la Presidencia de la República,en 1976, pidió perdón a los pobres y a los desposeídos y seis años después, en su último informe de gobierno, derramó lágrimas por no haber cumplido sus promesas reivindicatorias. Cierto es que hay coincidencias: la Colina del Perro (que le regalaron a JLP al final de su sexenio) habría sido un equivalente de la casa blanca de ahora, con el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, Carlos Hank González (ah, el profesor y sus enseñanzas) en el mismo ánimo agradecido hacia los amigos como ahora el contratista Juan Armando Hinojosa, jefe del Grupo Higa; y aquel político de ampuloso nombre y apellidos, luego popularmente resumidos en un simple Jolopo, terminó casándose con una actriz de películas ligeras llamada Sasha Montenegro. ¡Hasta mañana! Twitter: @julioastillero, Facebook: Julio Hernández



Foto
En el expediente de la Casa Blanca, por el cual ofreció disculpas ayer Peña Nieto, hay afectados. En forma general, los ciudadanos de la República, víctimas de un engaño y posible fraude orquestado desde las alturas del poder, y de manera particular, la periodista Carmen Aristegui y su equipo que fuimos despedidos de MVS por investigar e informar sobre el turbio negocio. Me dice Carmen en un mail: “¿El perdón alcanza a los periodistas que fuimos echados tan de mala manera por la Casa Blanca?” Mi respuesta, sin titubear un momento, es no. Mientras que Peña Nieto no repare el daño, no puede ser perdonado. Es interesante: hace unos días Carmen nos convocó a sus colaboradores para tomarnos las fotografías para los promocionales de su nuevo programa en el estudio de Ricardo Trabulsi. Ya Mardonio Carballo publicó una en Twitter. Este nuevo programa será transmitido solamente por Internet, pues parte del daño que nos causó Peña Nieto es que quedamos proscritos no sólo de MVS, sino de todas las estaciones de radio del país, las comerciales e inclusive las universitarias. El entonces rector de la UNAM, José Narro, ahora secretario de Salud, nos asestó uno de los numerosos portazos. Una forma de reparar el daño sería que Peña Nieto levantara la prohibición que mantiene a Carmen Aristegui y a su equipo fuera del aire desde el 13 de marzo de 2015 y regresara el programa a la radio (sin que eso signifique que abandonemos el proyecto de Internet). De otro modo, son sólo palabras, otro engaño.
La casa blanca
Desde Palacio Nacional, representantes de los tres poderes de la Unión atestiguaron la promulgación por Peña Nieto de las leyes que integran el Sistema Nacional Anticorrupción, quien dijo que este día comienza una nueva etapa para la democracia y el estado de derecho en México. Como parte del mensaje, Peña Nieto ofreció una disculpa por la compra de la llamada Casa Blanca. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos, la entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad, les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé. Y en esto reconozco que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. Agregó que para recuperar la confianza ciudadana, todos tenemos que ser autocríticos, tenemos que vernos en el espejo, empezando por el propio Presidente de la República. Señaló que cada día, a partir de ello estoy más convencido y decidido a combatir la corrupción. Peña Nieto dijo que en el próximo periodo ordinario de sesiones del Congreso enviará la propuesta para el nuevo secretario de la Función Pública, ya que Virgilio Andrade presentó su renuncia unas horas antes. No es superfluo mencionar que fue excluida la ley 3 de 3 en su forma original. La pregunta es si el perdón es suficiente, o hay lugar a otro tipo de acción legal.
Acelérale, chofer…
El nuevo presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, presentó su declaración 3 de 3. Revela que es dueño de 50 taxis que trabajan con Uber. Su fortuna inmobiliaria incluye propiedades en Baja California Sur, Ciudad de México y Michoacán, con un valor de 19.9 millones de pesos. También reportó ingresos por 3.5 millones de pesos al año, provenientes de su sueldo en la CFE, actividades comerciales (probablemente los taxis) y sus emolumentos como profesor de la UNAM.



Algo más que perdón debe pedir Enrique Peña Nieto, y junto a él su gabinetazo, sus antecesores en Los Pinos, los gobernadores y, en fin, la clase político-empresarial en su conjunto. Y de allí para abajo, porque ni el más generoso de los perdones que los pasivos mexicanos le concedieran alcanzaría para cubrir mínimamente los sonadísimos casos de corrupción en el presente sexenio, y en este contexto el de la Casa Blanca o el de Malinalco si bien son los más sonados, ni de lejos son los únicos.
Ayer, en Palacio Nacional, día de promulgación de las deslactosadas leyes del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), se congregó buena parte de la selecta clase política nacional (¿cuántos de los allí reunidos pasarían la prueba?) que escuchó decir a EPN: “en noviembre de 2014 la información difundida sobre la llamada Casa Blanca causó gran indignación… No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente, por eso, con toda humildad, les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé. Tenemos que vernos en el espejo, empezando por el propio Presidente de la República”.
Pero si, como asegura, se condujo conforme a la ley, ¿por qué pedir perdón? Antes de iniciar el pomposo acto en Palacio Nacional se conoció la renuncia de Virgilio Andrade, hasta ayer secretario de la Función Pública, institución que fue desahuciada desde el comienzo mismo de la administración peñanietista, pero temporalmente rehabilitada para que el susodicho exonerara al inquilino de Los Pinos (por la casa de Ixtapan), a Luis Videgaray (por la de Malinalco, aunque este ni perdón pide) y a Angélica Rivera (por la Casa Blanca).
Y tras su científica exoneración (no hay conflicto de intereses) no se supo más de él por la simple razón de que ya no era necesario. Por ello en la residencia oficial le dieron una palmadita en la espalda y lo mandaron a paseo y a la Secretaría de la Función Pública a la misma tumba de inicios de sexenio.
México, pues, cuenta ya con su Sistema Nacional Anticorrupción, promovido y aprobado por el grupo que acumula más de tres décadas en el poder, cuyos integrantes ni por casualidad traspasarían la primera esclusa de la nueva ley, con todo y la deslactosada que le dieron. Como diría el clásico, los acusan de ladrones, no de pendejos, y por lo mismo saben que ninguna ley es retroactiva, de tal suerte que no tienen que dar cuentas por cochupos, transas, moches y conexos anteriores al 18 de julio de 2016.
Desde que la tecnocracia se instaló en Los Pinos, con Miguel de la Madrid (renovación moral de la sociedad), el tema del combate a la corrupción ha sido más que recurrente… en el discurso, porque en los hechos los gobiernos y sus amigos empresarios lejos de luchar en contra de ella la han acicateado, aunque –eso sí– entre los puros cuates para que el pastel alcance mejor.
Del tricolor todo el mundo lo sabe, es su esencia, pero ¿qué fue de aquellos partidos políticos que históricamente y desde la oposición promovieron un gobierno limpio, transparente, rendidor de cuentas y respetuoso del sentir ciudadano? Pues nada, que les dieron su cuota de poder y sus colores azules, blancos, negros y amarillos de inmediato adquirieron tonalidades priístas, y sus prácticas también. Se subieron al carro de la corrupción, el aceite del sistema, y lo han hecho de maravilla, en ocasiones mejor que la fórmula original. Ahora toda la clase político-empresarial viaja en el mismo vehículo.



Los primeros metates no tuvieron patas; se continúan utilizando con esta modalidad. Es el caso de los huilanches de la Huasteca, palabra que proviene del náhuatl y significa tullido. En esa región, como en la mayoría de los lugares de tierra caliente, la molienda se hace de pie y el huilanche se coloca en un banco.
Entre los metates también hay diferencias de tamaño; algunos pueden medir poco más de 50 centímetros de ancho y cerca de 70 centímetros de largo. En este caso los metlapiles o manos del metate suelen ser más largos; así hay espacio para tomarlos de los extremos. Hay metates más pequeños que sirven moler para pocas semillas.



El duelo interminable. En Paz para nosotros en nuestros sueños, película aparentemente hermética y de vigoroso lirismo contemplativo, el lituano Sharunas Bartas se libra, de modo muy abierto, a la confidencia autobiográfica.
Tanto es así que él mismo y su hija (Ina Marija Bartaite) protagonizan la historia, que tiene como punto clave la desaparición de la madre de familia (la actriz Yekaterina Golubeva), un duelo doméstico que parece no acabar jamás, y la nueva relación sentimental de Sharunas Bartas con una joven violinista (Lora Kmielauskaité), a quien vemos, al inicio de la cinta, abandonar una sala de conciertos después de tocar una nota falsa.




La intervención del presidente Enrique Peña Nieto en el acto de promulgación de las leyes secundarias del Sistema Nacional Anticorrupción, durante el cual pidió perdón a los ciudadanos por el agravio y la indignación causados por la compra de la llamada Casa Blanca, constituye un gesto positivo en un gobierno que en lo que va de su gestión no se ha caracterizado precisamente por las manifestaciones de ese tipo. La declaración contrasta de manera notoria con las reacciones que desde el propio entorno presidencial surgieron a finales de 2014 –cuando la adquisición, el precio y las características del citado inmueble fueron públicamente conocidas–, en las cuales se mezclaban la negación, la minimización del hecho o simplemente el silencio.

Conacyt y el desprecio a los derechos humanos
Ala Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados y a la CNDH:

Ala maestra Angélica García Pérez le tocó estar al frente de la lucha de los profesores oaxaqueños en un momento muy difícil. El gobierno federal está empecinado en acabar con su organización sindical y no ha escatimado recursos para hacerlo. Ella ha sufrido este embate en carne propia.

No veo por qué no puede suspenderse eso que ha hecho la Secretaría de Educación Pública (SEP) y que llama el gobierno reforma educativa. No para darle gusto a la CNTE –que ha dejado dos meses sin clases a los niños de cuatro de los estados más pobres del país, abriendo algo más la brecha educativa con el resto del país–, sino para revisar todo lo mal que se ha hecho en términos políticos y educativos y enderezarlo. Árbol que crece torcido jamás su rama endereza, decían ya los abuelos de nuestros abuelos.

¿Cuál es la diferencia entre un testigo de Jehová, una familia fanática del islam, un grupo de jaredíes (judíos ultraortodoxos) y un premio Nobel? Después del 30 de junio pasado la respuesta podría ser… ninguna. Con la carta en que 110 laureados con el Premio Nobel denostaron a Greenpeace, acusándola de criminal, y defendieron a las gigantescas corporaciones que producen los alimentos transgénicos, se firmó un testamento que confirma el carácter intolerante y dogmático de amplios sectores de la academia, o su complicidad con los intereses corporativos. Nunca un conjunto de especialistas connotados, formados en las exigentes normas de la investigación científica, habían patinado tan bajo y mostrado tal nivel de fanatismo en nombre de la ciencia.

La política educativa de Peña Nieto pasará a la historia como uno de los episodios más lamentables de la educación pública en México. En el complejo devenir del casi centenario sistema educativo nacional es difícil encontrar otro periodo tan intenso de equívocos y desatinos. Por supuesto que no podría sugerirse aquí una mirada inocente de las políticas generadas a partir de 1921, año de creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), y sobra señalar que a lo largo de un siglo caben múltiples claroscuros. Sin embargo, la respuesta oficial a los problemas de la educación durante este sexenio resultó un claro fracaso.

El debate sobre los transgénicos ha tomado un nivel inusual y al mismo tiempo muy interesante. El pasado 30 de junio, 109 científicos ganadores del premio Nobel hicieron pública una carta que tiene como destinatarios a los líderes de Greenpeace, las Naciones Unidas y los gobiernos de todo el mundo. En la misiva fijan su postura sobre los cultivos y alimentos mejorados mediante la biotecnología; señalan que estos son tan seguros, si no es que más seguros, que los derivados de cualquier otro método de producción, y acusan a las organizaciones opuestas a la mejora vegetal moderna (con Greenpeace a la cabeza) de oponerse a las innovaciones biotecnológicas en la agricultura, de haber tergiversado sus riesgos y beneficios y además de apoyar la destrucción criminal de ensayos de campo aprobados y de proyectos de investigación.

En La cartuja de Parma, uno de los más bellos libros escritos en lengua francesa, Fabricio del Dongo, el antihéroe por excelencia, acaso el héroe más real, atraviesa el campo de batalla de Waterloo sin percatarse del combate. No ve nada de éste, de veras nada. Stendhal observa con genio: verse puesto en el centro de las cosas no es necesariamente la mejor situación para verlas y comprender lo que pasa.

Dice la entrevistadora, periodista cultural y reportera investigadora Merry MacMasters que no es crítica de arte. No se autodenomina como tal y sus empeños no están en esa actividad, pero podría muy bien, si quisiera, funcionar de crítica. No obstante, aceptemos su empeño en el sentido de reunir opiniones que intentan analizar un fenómeno del que ella se ha percatado. La crítica de arte actual es muy diferente de la que se hacía hace 50 años o incluso 20 años.

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