4/07/2010

El proceso de secularización en México

Carlos Martínez García
El proceso para que el Estado y la sociedad en México se deshicieran de la tutela de la Iglesia católica ha sido largo. La reciente obra colectiva Secularización del Estado y la sociedad

(Senado de la República-Siglo Veintiuno Editores), coordinada por la doctora Patricia Galeana, da cuenta de los antecedentes, desarrollos y características de la construcción de la laicidad mexicana.

Las definiciones y los conceptos son herramientas que tienen variados significados e interpretaciones. El término secularización puede ser entendido de distintas maneras. Tomo la descripción que hace Marta Eugenia García Ugarte, en el trabajo Liberalismo y secularización: impacto de la primera Reforma liberal, incluido en el libro: En sentido descriptivo, la secularización se refiere a un proceso que tiene lugar en el ámbito social. En una sociedad secularizada la religión, sus reglas morales y canónicas, han perdido el predominio de la conciencia individual y sus valores han dejado de regir la sociedad.

De los varios ángulos contenidos en el volumen, pero que tienen el común denominador de apuntar hacia la paulatina declinación en el control religioso de la vida pública y el aparato legal del país, me enfoco en un tema que me parece fundamental. Se trata de que, además del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Independencia, en este 2010 celebramos 150 años de la Ley de Libertad de Cultos del 4 de diciembre de 1860.


En los años inmediatos a la consumación de la independencia de México tiene lugar un intenso debate sobre si el país debería abrirse a la tolerancia religiosa. La Ley de Libertad de Cultos, promulgada por Benito Juárez, tiene tras de sí una larga y sinuosa historia que debemos aquilatar en este año en que se cumplirá siglo y medio de la norma juarista en favor del Estado laico.

El crítico más sistemático y agudo del monopolio religioso católico en México, en los años previos y posteriores a la Independencia, es José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano. Entre 1813 y 1827 (año de su muerte) escribe en varios momentos sobre lo nocivo de que la jerarquía católica tuviese tanto poder político y económico en la nación.

Al momento de las discusiones sobre la nueva Constitución que debería regir al país independizado de España, Fernández de Lizardi consideraba que bajo el sistema republicano la religión [católica] del país debe ser no la única sino la dominante, sin exclusión de ninguna otra. Comenta que ante lo que llama el tolerantismo religioso “sólo en México se espantan de él, lo mismo que de los masones. Pero ¿quiénes se espantan? Los muy ignorantes, los fanáticos, que afectan mucho celo por su religión que ni observan ni conocen, los supersticiosos y los hipócritas de costumbres más relajadas […] ningún eclesiástico, clérigo o fraile, si es sabio y no alucinado, si es liberal y no maromero, si es virtuoso y no hipócrita, no aborrece la República, el tolerantismo ni las reformas eclesiásticas” (La nueva revolución que se espera en la nación, 1823).

Por su defensa de y simpatía con los masones, tanto José Joaquín Fernández de Lizardi como fray Servando Teresa de Mier sufren procesos de la Inquisición. La crítica de ambos a las pretensiones de la Iglesia católica por conservar el dominio ideológico y político de la sociedad es precursora de la laicización del Estado. En tal proceso no debemos olvidar el relevante papel del doctor José María Luis Mora.

Hoy es demostrable que en los años 20 del siglo XIX unos pocos de los extranjeros asentados en México, sobre todo ingleses, se identificaban con alguna de las variantes del protestantismo y practicaban en privado su culto. Pero la creencia y práctica del protestantismo difícilmente quedó circunscrita a sus adeptos extranjeros, de alguna manera se filtró hacia algunos nacionales. Otra fuente de esa filtración fue la de los mexicanos que viajaban a Estados Unidos; allá simpatizaron con el credo protestante y a su regreso a nuestro país lo difundieron cautelosamente.

Es José Joaquín Fernández de Lizardi quien deja constancia de las modificaciones experimentadas en la ciudad de México en cuanto a la incipiente diversificación de creencias. En sus Conversaciones del payo y el sacristán arguye a favor de la convivencia pacífica con protestantes y francmasones, gente que no por no ser católica deja de vivir conforme a las leyes civiles. El Pensador refiere el caso, en un escrito de 1825, de un protestante ultimado en la capital del país: cuando un asesino intolerante mató al pobre inglés en las Escalerillas, a pretexto de que no se quiso hincar en la puerta para adorar el Sacramento del Altar, todos los sensatos abominaron el hecho y al hechor. El trágico suceso acontece en agosto de 1824. El asesinado no era inglés, sino un zapatero estadunidense avecindado en México. El episodio tiene lugar cuando el extranjero estaba sentado delante de la puerta de su pequeño negocio. Entonces, durante una procesión católica uno de los integrantes de la misma le exige que se arrodille; al negarse, el zapatero es acuchillado.

La diversificación de las creencias es compañera de ruta de la secularización, y ésta, centro de atención del libro, nos recuerda que dicho proceso es la historia del reconocimiento de derechos y ampliación de libertades personales y sociales que solamente han podido consolidarse por la vigencia del Estado laico y fortalecimiento de la diversidad en la sociedad.



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