9/06/2016

“EPN, el plagio, 4to informe y Hillary”,


 artículo de Ernesto Villanueva 
El mundo al revés por Ernesto Villanueva



Ya han pasado más de dos semanas de que el reportaje del equipo de investigación de Aristegui Noticias, sobre el plagio de la tesis de licenciatura en derecho del presidente Enrique Peña Nieto (EPN), ha sido ampliamente cubierto por los medios. En estos días han sucedido varias cosas que merecen la pena ser comentadas.
1.- El plagio de un texto representa, de entrada, la afectación del derecho de una persona física a que su creación original no sea utilizada indebidamente. La Ley Federal de Derechos de Autor establece tres elementos de protección: a) La obra está protegida desde su creación con independencia de que haya sido o no registrada ante la autoridad competente (artículo 5º); b) El autor “es el único, primigenio y perpetuo titular de los derechos morales sobre las obras de su creación” (artículo 18) y c) Las sanciones por violación a los derechos de autor en la Ley Federal señalada son de carácter pecuniario. También existen sanciones penales en el título vigésimo sexto del Código Penal Federal. Cabe decir también que el plagio no se configura hasta que una acción legal se inicie, sino en el momento en que alguien consigna una obra o parte de ella como suya.
2.- Ya lo dije en este espacio, pero vale la pena abundar sobre la teoría del complot del reportaje comentado. Se dice en los círculos cercanos al gobierno de EPN que la difusión del trabajo periodístico a nivel internacional es parte de un conjunto de fuerzas que buscan debilitar o afectar al presidente Enrique Peña Nieto encabezados por Carmen. Esa interpretación es simplista porque si se acepta, sin conceder, que hubiese sido así, Carmen, Rafael y el equipo que hizo el reportaje tendrían un poder que, ni en sus mejores sueños, grandes empresarios mediáticos como Murdoch o Berlusconi podrían tener. ¿Se imagina a Carmen y a Rafael decidiendo la línea editorial del gobierno inglés por la difusión en la BBC, la del gobierno Alemán, por la difusión en la Deutsche Welle, la de las agencias internacionales AP, AFP, la de las televisoras ABC, FOX CBS, CNN así como de los diarios The Washington Post, The New York Times y muchos más de Estados Unidos que compiten entre sí por la audiencia? La razón de esa difusión es clara: es un asunto de interés público, nada más, pero nada menos.
3.- El plagio de EPN ha sido confirmado por la Universidad Panamericana que ha aprovechado, de manera inteligente, un recurso legal: el título de EPN fue otorgado por la UNAM a la que la carrera de derecho de la UP estaba incorporada en 1991 de ahí la “consulta técnica” a la UNAM. Lo más probable, es que ésta va a dejar enfriar el tema y no hará nada salvo que le resulte más costoso políticamente no pronunciarse que hacerlo. Como sea, en el imaginario colectivo y en la opinión pública nacional e internacional ha quedado internalizado ese nuevo dato que identifica a EPN.
4.- La presión de la cobertura del reportaje hizo naufragar el 4º Informe de gobierno de EPN. Se dejó de lado el cumplimiento del deber legal de informar el “estado de la nación a un año de trabajo” y se hizo uso del foro para atender dos cuestiones ajenas propiamente al citado informe: a) Intentar aclarar lo que dijo que no dijo (o por lo menos nadie lo escuchó) a Donald Trump en su inopinada vista a México; y b) Afirmar que sí hizo su tesis de licenciatura y que tuvo “errores metodológicos” (no “errores de estilo” como había afirmado su vocero). Estas afirmaciones ponen en claro de qué está hecho EPN y abren una nueva interrogante. No aceptó que cometió plagio, a pesar de que esos datos eran públicos y notorios, tanto que la propia UP lo reconoció. Asimismo, el reportaje se limitó a lo que pudo probar, el plagio, no a lo que hubiera sido, hasta ahora, una conjetura, que pagó o le pidió a alguien que la redactara, tema que el propio presidente puso ya en la mesa. Hay un dicho que aplica aquí: explicación no pedida acusación manifiesta.
5.- Como si las cosas no fueran de mal en peor para EPN, la multidifundida por la prensa nacional invitación presidencial a que la candidata demócrata al gobierno de Estados Unidos, Hilary Clinton, viniera a tomarse la foto con el presidente Peña Nieto fue rechazada. Si bien es cierto que Clinton fue cuidadosa en las palabras usadas, lo cierto es que los hechos hablan por sí solos: no aceptó venir y lo dijo públicamente. Un gesto amable de Clinton con EPN hubiera sido dejar correr el tiempo sin pronunciamiento alguno sobre su eventual visita. No lo hizo pudiéndolo hacer. Queda claro que esa decisión representa un revés para el presidente Peña Nieto, quien había hecho pública su intención de “equilibrar la balanza” después de que Trump vino a México y le dijo al presidente EPN lo que ha sostenido sobre el muro y sus demás ocurrencias. Y EPN, pasmado, hizo uso de la retórica abstracta, evasiva. Trump ganó esa partida mediática. Para Clinton no había incentivos para visitar como actriz de reparto a un presidente que goza del desafecto, por decirlo suavemente, de los mexicanos de México y de los de Estados Unidos. Marcó su distancia, la cual le dará mayores simpatías en su electorado latino. Haberle hecho el juego a EPN hubiera tenido un efecto bumerang en su campaña. Actúo, pues, en consecuencia.

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