3/20/2020

Coronavirus y aislamiento social

 Editorial La Jornada


Como se ha documentado profusamente en las semanas recientes, el Covid-19 y las medidas adoptadas para frenar su propagación tienen un impacto innegable a nivel macroeconómico, algunos de cuyos efectos permanecerán tiempo después de que la pandemia haya remitido. A este respecto, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó el miércoles que el país cuenta con las reservas y los fundamentos económicos para resistir el impacto de la crisis.
Sin embargo, como también señaló el mandatario, a nivel microeconómico las personas de a pie viven en muchos casos al día y no disponen de los recursos necesarios para renunciar a las actividades con las que obtienen su sustento durante las semanas o meses que haya de durar esta coyuntura. Por ello, es necesario apelar a que los ciudadanos, sin descuidar las precauciones elementales, sigan consumiendo en los pequeños comercios que permanezcan abiertos, los cuales además están libres de las aglomeraciones características de los grandes centros comerciales.
Más allá de lo económico, el aislamiento al que ya se enfrentan muchos ciudadanos (y al que habrán de sumarse más conforme se avance en las fases de respuesta ante la emergencia) plantea un desafío inédito en materia de convivencia y salud mental. Entre las principales afectaciones que pueden padecer las personas al verse recluidas en sus hogares durante periodos prolongados se encuentran: cansancio, fatiga, aumento de peso, cambios en el ciclo de sueño, aburrimiento, hastío, desánimo, cambios emocionales, irritabilidad, así como preocupación que puede llevar a un estado de pánico y a obsesionarse con la búsqueda de síntomas de la enfermedad. Para quienes comparten su hogar con otras personas, lo anterior puede derivar en una disminución de los niveles de tolerancia y un consiguiente incremento en los conflictos interpersonales, hasta el punto de generar eventos de violencia. Por último, el abatimiento ante la situación puede llevar a percibirla como una injusticia cometida contra nosotros, generando un impulso a transgredir las recomendaciones de las autoridades de salud.
A fin de reducir al mínimo posible el malestar emocional durante estas jornadas de aislamiento resulta pertinente atender a las recomendaciones emitidas por Lorena Rodríguez Bores, secretaria técnica del Consejo Nacional de Salud Mental: recordar que se trata de una situación temporal que habrá de superarse en el corto plazo; reconocer que mantenernos en casa es un bien para nosotros, así como una contribución que realizamos para el bienestar de nuestros seres queridos y del resto de nuestros conciudadanos, mantener una rutina que genere sensaciones de normalidad y control, incluida la regularidad de los horarios de comida y sueño; recordar a los niños que no se trata de una situación vacacional, durante la cual subsisten lo deberes escolares, y aprovechar el momento para reforzar los lazos familiares. También redundará en nuestro beneficio mantenernos informados acerca de la evolución de la pandemia y del eventual relajamiento de las medidas de distancia social sin caer en actitudes obsesivas y angustiantes.
En conclusión, la posibilidad de que el aislamiento dé paso a un incremento de las conductas hostiles hace necesario permanecer alertas para evitar o denunciar cualquier forma de violencia, así como tener claro que la peor respuesta posible ante una crisis es la opción del sálvese quien pueda, ya que la solidaridad con quienes nos rodean será siempre la mayor fuente de fortaleza y el principal factor de éxito para salir airosos de las coyunturas adversas.

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