5/16/2020

Apuntes hacia el cambio III

Imagen retomada del Colectivo TragameLuz de Chiapas
Ante las crisis hay quienes ven la oportunidad de medrar, quienes se resisten al quiebre de un modo de vida y al cambio, y quienes ven en ellas la posibilidad de impulsar transformaciones o de acelerar modificaciones ya antes necesarias. En nuestro contexto, prevalece aún la incertidumbre pero han surgido debates y se van tomando medidas que conducirán hacia la reproducción con modificaciones del status quo o hacia el derrumbamiento, quizá gradual, del viejo orden que ha culminado en el desastre que hoy vivimos.  
Como voces que, desde el siglo pasado, han develado y nombrado la depredación de la naturaleza y del ser humano, impuesta por un sistema socioeconómico y político que transforma a grandes masas en  poblaciones marginadas o “desechables” y normaliza su devaluación o des-humanización,  mucho tienen que aportar los movimientos ecologistas y feministas  a la clausura del des-orden actual y a la construcción de nuevas formas de convivencia  de los seres humanos y con la naturaleza (no a costa de ambos).
En esta crisis no es fácil renovar o resignificar el vocabulario que hasta ahora ha servido a movimientos y pensadoras para explicar el presente. En el futuro inmediato y mediato, sin embargo, habrá que reiventar y reiventarnos, más allá de las medidas que, según gobiernos y expertos, por un tiempo serán necesarias para sobrevivir bajo el virus;  pensar más allá del “distanciamiento físico” y de las adecuaciones que amenazan con acentuar las desigualdades ya patentes. En lo inmediato, y en cuanto a la condición de las mujeres en particular, es y será preciso discutir los efectos de la multiplicación de cargas de trabajo, y sobre todo el aumento de las violencias de pareja y familiar durante la cuarentena. Negar éstas y llamar a la convivencia familiar feliz (o presuponerla), como hacen las autoridades, sugiere resistencia al cambio y negación de la realidad. Implica también una incapacidad de asumir la responsabilidad de prever y prevenir, de tomar las medidas necesarias para evitar la agudización pre-visible de un problema ya muy grave.
A la negación oficial de esta realidad corrosiva, hay que contraponer no sólo datos sino experiencias de quienes viven esta violencia o luchan contra ella y recordar que ésta no es la primera emergencia sanitaria que aumenta los riesgos para mujeres y niñas, se documentó ya antes  para el caso del ébola, como recordó hace poco Lori Heise, reconocida especialista en violencia contra las mujeres, al plantear que no hacen falta más y más investigaciones sino instrumentar lo que las mujeres han aprendido ya en esas situaciones y otras semejantes, por ejemplo, estrategias de resistencia y formas de bregar con tensiones y violencia.
¿Qué viven hoy mujeres, niñas y niños en México? Además de miedo, aislamiento, inestabilidad o precariedad económica, una clara agudización de las violencias. En entrevista, la presidenta de la Red Nacional de Refugios, Wendy Figueroa, confirma el aumento de llamadas de auxilio diarias y se pregunta cuántas más no se contestan y cuántas quedan pendientes porque las mujeres no pueden llamar cuando el agresor les controla o quita el teléfono y el acceso a redes, una de las formas comunes de aislamiento y dominación. Figueroa cuenta que si antes del confinamiento, la RNR rescataba en promedio a dos mujeres al mes, durante la cuarentena (6 o 7 semanas ya), ha tenido que rescatar a 19 mujeres en grave riesgo.  
Los ingresos a los refugios también han aumentado. Entre quienes llegan a éstos, se ha visto un aumento de casos de abuso sexual infantil y de violación de hijos e hijas. Además, han llegado mujeres lesionadas (con golpes en la cabeza, herida de cuchillo, costillas rotas). Algunas refieren que se les ha negado atención en hospitales (no COVID), donde les han dicho que sus lesiones “no son importantes”. Por miedo al contagio, otras no buscan atención médica y otras más intentan sobrevivir con el agresor.  
Ni el aumento de la frecuencia e intensidad de estas violencias contra mujeres, niñas y niños sorprende. Desde el inicio de la cuarentena la propia Red difundió sus números telefónicos e información sobre servicios disponibles para atender emergencias o  dar apoyo. Como explica Figueroa, también se prepararon para adecuarse a la emergencia, con medidas de protección sanitaria (distancia segura), y el establecimiento de periodos de aislamiento para quienes llegaran al refugio o pudieran ya salir de él. Este proceso implica usar para este fin las pocas casas de transición existentes.  
Por desgracia, el gobierno ya no considera ni éstas ni las casas de emergencia como parte imprescindible de un sistema integral de refugios y por tanto, han quedado excluidas del acceso a fondos (concursados).
Hoy es evidente que la falta de previsión con perspectiva de género por parte de  las autoridades ha agravado los riesgos de la cuarentena para mujeres, niñas y niños. Por ello, antes de declarar la “vuelta a la normalidad”, es preciso tomar en cuenta los efectos inmediatos y las secuelas a mediano plazo. Las autoridades deben recordar sus obligaciones y prever la urgencia de atender las denuncias que las mujeres no pudieron hacer, las demandas de atención médica y apoyo psicológico que no encontraron o que apenas podrán buscar.  Deberán también revertir los nefastos recortes que desde el año pasado han dificultado el trabajo de la sociedad civil, y en particular de la RNR, contra las violencias machistas.
La vida, el bienestar y el futuro de mujeres, niñas y niños no son “de segunda”.

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