9/10/2020

De partidos (no de fut ni de beis)




En occidente, y en varios de oriente, los partidos políticos se definen por la democracia.
México no ha sido la excepción. Los partidos que aparecieron en el siglo XX muestran en sus documentos básicos el principio de establecer o fortalecer la democracia. En una valiosa edición del Fondo de Cultura Económica (1975) titulada Los partidos políticos de México, son presentados tales documentos de los partidos Acción Nacional, Comunista Mexicano, Popular Socialista y Revolucionario Institucional, en sus versiones históricas y con comentarios de sus dirigentes e ideólogos.
El Partido Comunista era, por esas fechas, el más antiguo de todos: fue fundado en 1919. Aspiraba a constituirse en vanguardia del proletariado y de las masas trabajadoras en su lucha por la transformación socialista de la sociedad mexicana y por la edificación de la sociedad comunista. En esta redacción, producto de su XVI Congreso Nacional, declaraba que el objetivo principal para alcanzar tales fines era impulsar una revolución democrática y socialista.
En su declaración de principios de 1929, el Partido Nacional Revolucionario, primer antecedente del PRI, señala en su primer artículo que este partido acepta sin reserva alguna “el sistema democrático y la forma de gobierno que establece la Constitución. Esto lo relaciona con las elecciones periódicas, la libertad del sufragio y el triunfo de las mayorías en los comicios.
Lo mismo hace en 1938, en el artículo primero de su declaración correspondiente, el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) sobre el sistema democrático de gobierno. Pero, a diferencia de su predecesor, en el articulo cuarto consideraba como uno de sus objetivos fundamentales la preparación del pue-blo para la implantación de una democracia de trabajadores para llegar al régimen socialista. De aquí su acento en los derechos de los trabajadores y la justicia social.
El Partido Revolucionario Institucional sigue, en los mismos términos, lo declarado antes por el PNR y el PRM sobre el sistema democrático. Elimina lo referente al socialismo, pero reconoce “la existencia de la lucha de clases como fenómeno inherente al régimen capitalista… y sostiene el derecho que los trabajadores tienen de contender por el poder político…”. Y reconoce –la gran paradoja de su historia– que ningún gobierno puede servir cabalmente al pueblo sino con un programa político y social donde impere una absoluta moralidad.
El Partido Acción Nacional, que ve la luz en la crisis de 1939, no hace mención definitoria de la democracia en sus principios de doctrina, y más bien parece evitar el uso del término, aunque en su visión del Estado y la política se avenga a la existencia de los derechos liberales que la traducen en las sociedades capitalistas. Desde luego, condena la lucha de clases, exalta la propiedad y eleva a la iniciativa privada a la más viva fuente de mejoramiento social. En la introducción a sus documentos rechaza las empresas en manos del Estado y se pronuncia por que se privaticen. Esa y otras medidas serán las formas por las que medio siglo más tarde se decantaría la modalidad estatal llamada neoliberalismo. Su redacción es una profecía.
El Partido Popular Socialista fue la nueva versión (1961) del Partido Popular (1947). Se trata de un híbrido de los principios y planteamientos del PRI en sus diferentes etapas y de los partidos socialistas; recupera la vocación democrática para ampliarla.
Desde luego, cada uno de los partidos que comprende esa edición han cambiado y ello puede verse, en principio, en sus documentos básicos, si bien la lectura completa de lo que han sido y son hay que derivarla de sus prácticas.
Desafortunadamente, la historia de la democracia, desde que Clístenes la introduce como régimen en Grecia hace apenas 2 mil 500 años, nadie la ha podido ver concretada si es que, como su nombre lo dice, significa poder del pueblo. Así le han llamado diferentes gobiernos, a pesar de mantener ellos mismos la esclavitud, la discriminación, la oligarquía, la explotación y la ausencia de libertad: los opuestos de la democracia.
Los partidos políticos que la abanderan han hecho dispendio de su uso demagógico, pero en la mayoría de los casos no han sido capaces siquiera de apelar a métodos democráticos en su vida interna. ¿Cuáles son ellos? En primer lugar, tomar sus decisiones fundamentales en el seno de una asamblea con capacidad de voz y voto. Y, en seguida, debatir todos los problemas internos, empezando por sus propios principios, la manera en que el partido trabaja para hacerlos practicables, la elección de sus dirigencias y, por supuesto, abordar el debate de los grandes problemas de su entorno inmediato, los nacionales y los de orden internacional. Para ello, no hay sino fomentar el estudio de los documentos que debe discutir cada uno de los colectivos en que se halle estructurado el partido.
Esos métodos elementales no parecen ser la cotidianeidad de los partidos políticos, y esto vale para cualquier tiempo y lugar.

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