12/03/2012

Aprender a Morir Los compasivos falsos

Hernán González G.

Con los mismos criterios bicicleteros –aldeanos y efectistas– que el gobierno de ilusoria izquierda de la ciudad de México simuló atenuar los problemas de transporte y vialidad en el Distrito Federal, en costosas pero redituables obras apenas atenuantes de un sistema que prefiere apostar por el automóvil y sus utilidades y no por los peatones y sus necesidades, con idéntico estilo contradictorio, por no decir demagogo, fueron abordados problemas relacionados con la salud, en concreto el tema de la muerte digna o negativa de un enfermo, terminal o no, a ser sometido a tratamientos que prolonguen innecesariamente su sufrimiento o agonía.
Si a nivel federal durante el sexenio que recién concluyó, y no obstante las mareadas cuentas del contumaz ex presidente, prevaleció la multiplicación de la violencia y las muertes indignas, como consuelo a la angustiada ciudadanía y en lugar de disminuir los hechos violentos y su sensacionalista difusión, en enero de 2009 fue reformada la Ley General de Salud, adicionando un piadoso articulado en materia de cuidados paliativos que, desde luego, prohíbe la práctica de la eutanasia, a la que la maniquea ley califica de homicidio por piedad, a la vez que criminaliza el suicidio asistido. Un año después, esta cadena de fingimientos de los del Jesús en la boca prohibía aplicar en el IMSS y otras instituciones lo establecido en la Ley de Voluntad Anticipada para el Distrito Federal.
A la postre, los gobiernos federal de desbocada derecha y defeño de pretendida izquierda ha-brían de coincidir en el vitalismo desalmado de la línea vaticana, pues la satanizada Ley de Voluntad Anticipada cayó en el espejismo de los cuidados paliativos como opción única de atención a los enfermos terminales, con la aportación además de un conmovedor neologismo: ortotanasia o muerte correcta, en teoría con una supuesta humanización de la muerte y alivio del dolor, sin incurrir en alargamientos abusivos mediante la obstinación médica o religiosa, pero sin provocar la muerte de manera activa, directa o indirecta, procurando la dignidad del enfermo. Otro monumento a la contradicción.

Hacer prevalecer el concepto dignidad desde la óptica institucional y confesional sobre valores como libertad y voluntad de morir, desde la óptica del paciente, sigue siendo el gran atraso legislativo de izquierdas y derechas en materia de muerte digna y de voluntad anticipada.

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