11/05/2013

Poder y control



 
Alberto Aziz Nassif

Parece que ya pasó el tiempo en donde los discursos y declaraciones de los políticos en México tenían alta credibilidad. Ahora está por pasar el tiempo en donde se pensaba que una vez lograda una reforma constitucional se podía esperar un cambio positivo. Falta credibilidad y las reformas están lejos de las promesas. Estamos frente a una serie de reacomodos de poder entre la clase política y los intereses dominantes. Son las luchas entre una facción y otra para quedarse con una mayor parte del pastel. Dinero, recursos naturales, regulación y muchos discursos son los instrumentos a través de los cuales se decide quién paga impuestos; cómo quedará la regulación de las telecomunicaciones; qué pasará con los hidrocarburos; hasta dónde llegará la evaluación educativa o cuál será el diseño de las instituciones político-electorales.

La parte política es un buen ejemplo para ver cómo se ejerce el poder y el control. Desde que se firmó el Pacto por México quedó como un compromiso hacer una autoridad nacional, un Instituto Nacional de Elecciones (INE) que se haga cargo de todos los comicios del país. Tanto el PAN como el PRD han asumido esta bandera y parece que ya lograron que el gobierno federal acepte esta modificación. Sin embargo, la resistencia de los organismos estatales y los gobernadores ha expresado una protesta organizada en contra del INE.

La discusión sobre la posibilidad de ir del IFE al INE es complicada, hay que revisar argumentos jurídicos, políticos y ver la logística. También hay razones económicas como el posible ahorro de tener una sola estructura y no dos, como sucede actualmente. Se puede discutir si se afectara el federalismo, o si es mejor quedarnos con un solo modelo electoral y no reproducir los dos sistemas. Por ejemplo, en Brasil hay una estructura federal y no local, en cambio en Estados Unidos cada estado tiene su propia organización. Podemos o no estar de acuerdo en que los tribunales electorales en los estados son una ventanilla de paso hacia el tribunal federal. No es muy difícil reconocer que en muchos casos los gobernadores meten la mano para controlar las instituciones electorales y no respetan su autonomía. Habría que ver que en bastantes casos ha habido alternancia local o sea que el control no siempre ha sido completo.

La oposición partidista dice que se necesita el cambio para quitarles a los gobernadores el control sobre los órganos locales. Se ve la viga en el ojo ajeno. Pero, por otra parte, los partidos no dicen nada del control que ejercen sobre el IFE y de cómo poco a poco han atrapado a esa institución hasta sofocar la autonomía que alguna vez ejerció. Se trata de pasar del control de los gobernadores al control de los partidos.

Uno de los hoyos negros del sistema político mexicano actual han sido los espacios locales, sin afirmar tampoco que el nivel federal funciona de forma satisfactoria. Hace dos décadas se descentralizó el gasto en salud y educación y se construyeron instituciones democráticas locales (electorales, de transparencia o de derechos humanos). Lo que tenemos hoy como resultado son instituciones controladas, gobiernos locales con más recursos, pero sin contrapesos, sin rendición de cuentas y sin un manejo transparente de los recursos. En respuesta el gobierno federal ha decidido volver a controlar el gasto de la nómina de los maestros; y los partidos quieren concentrar la organización de las elecciones. ¿Estos remedios van a cambiar los resultados?

Una buena parte de la reforma político-electoral que se cocina actualmente en el Congreso tiene un carácter reactivo: un cambio de reglas a posteriori para —supuestamente— remediar los problemas de la última elección. Siempre vamos una atrás. Es muy probable que después de 2015 o de 2018, los partidos hablen de una nueva reforma para cambiar otra vez lo que no salió bien en estos procesos. ¿Cuándo se va a entender que si no se arregla la fuente de los problemas, no habrá solución? Resulta absurda la pretensión de penalizar el gasto con la anulación de las candidaturas, mientras no se resuelva el dinero por debajo de la mesa que se mueve en las campañas; es inútil poner más candados al uso de los medios, mientras no tengamos una autoridad que regule en serio a estos poderes fácticos. En suma, qué caso tiene pasar del IFE al INE cuando pasaremos del control de los gobernadores al de los partidos.

Estos juegos de poder y control quizá explican porqué México se encuentra en el sótano en apoyo y satisfacción democrática, según el estudio de Latinobarómetro 2013. Seguiremos… 
Investigador del CIESAS 

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