12/03/2014

Quieren una sociedad sin protesta

La gente vive con temor de ser agredidos o secuestrados. Los jóvenes que salían de sus comunidades a estudiar una carrera, a querer ser maestros, a ser profesionistas se han convertido en enemigos del sistema.
lasillarota.com

A veces me pregunto si el pueblo de Comala, el de Juan Rulfo, era parte de una novela o una realidad que se transpira hasta la fecha, a pesar de tantos años que han pasado.  Aquella tierra donde habitaba Pedro Páramo que parecía estar “sobre las brasas en la tierra, en la mera boca del infierno”. En esas tierras que con incesantes chispas de vida, de pobreza, de muchos niños por todos lados, en aquellas tardes…
En la que las horas de aquellos tiempos, como escribía Rulfo:
-…en que los niños juegan (jugaban) en las calles de todos los pueblos, llenando sus gritos en la tarde.  Cuando aún las paredes negras reflejan (reflejaban) la luz amarilla del sol.
Cuántas casas vacías ahora hay en esos esos pueblos sin ruido que parecen desiertos.  Ventanas sin cristales, casas abandonadas por la miseria y la violencia que ronda por todas partes.
Esos tiempos han cambiado en que se disfrutaban los juegos; ahora los niños los esconden, no los dejan salir como antes a disfrutar, a correr, a sentir el aire, el cielo, todos los espacios. La gente vive con temor de ser agredidos o secuestrados.  Los jóvenes que salían de sus comunidades a estudiar una carrera, a querer ser maestros, a ser profesionistas se han convertido en enemigos del sistema. Ser normalista ahora es igual a ser un agitador, aun enemigo del sistema, a una gente que busca problemas porque quiere abrir los ojos y la razón a los niños campesinos, para que se rebelen y no acepten la pobreza de ellos y de sus comunidades.
No quiere el “Sistema” a personas que enseñen una realidad diferente a la de la televisión.  Enseñar historia, geografía o educación cívica, química o matemáticas pero sin una visión crítica.   Enseñar una naturaleza, unos derechos, una ciencia que no le pertenezca. Quiere el sistema que los jóvenes maestros enseñen a no rebelarse, a no inconformarse, a nunca preguntar un porqué.
Cómo se añoran esas tierras en las que la luna domina en sus noches de esplendor, en ese cielo lleno, multiplicado de miles de estrellas que alumbran los caminos de las más aisladas comunidades. En aquellos lugares en los que el tiempo camina de otra manera, no al ritmo del corazón que no deja de palpitar, sino al ritmo del sentir de cada momento. Momentos que sienten los espacios de otra manera y que se perciben hasta el alma.
Cuántas poblaciones en las que los jóvenes han tenido que huir por no encontrar empleos, ni escuelas, ni ilusiones de ninguna manera: solo están esos cerros, esos llanos, esas casas habitadas, en su mayoría por mujeres que no se rinden, que no dejan sus espacios como aquellos hombres que las dejaron, hace mucho tiempo, que viven exasperadamente su pobreza.
Pero hay otras mujeres cansadas de esa pasividad, las más jóvenes y que se arriesgan por un mundo mejor, no importa que vaya la vida de por medio. Que salen de sus comunidades a cruzar la frontera, o a intentarla cruzar, no importa que estén embarazadas en busca de su hombre que se les ha perdido.  Muchas veces con hijos pequeños para encontrar ese sueño que también quieren sentir.
Esas mujeres que no se rinden y que encuentran la manera de vivir, de sacar adelante a sus hijos y que están cansadas de no tener para comer para ellas pero sobre todo para sus hijos.
-No me puedo quedar en este pueblo que se muere de hambre y yo con él.
Pero esos jóvenes que se quedan en sus comunidades y que trabajan o que quieren trabajar con los niños, por su gente son mal vistos.  Mucho menos si se es normalista.
El gobierno quiere que esos niños sueñen con ser soldados o marinos cuando sean grandes, no que sean maestros y mucho menos normalistas.  Quieren que acepten esa reforma educativa que los trata como objetos de comercio, sin sentido, sin voluntad y que sus mayores, sus padres, sus hermanos, sus tíos que no están de acuerdo con ella y no sean sus ejemplos a seguir.
Que no protesten, que se queden callados, que acepten la venida de esas empresas extranjeras, que dice el gobierno nos sacarán de la pobreza. Que esperen, no tan impacientes, porque dicen, toma su tiempo, la llegada del bienestar, de esos corporativos que están ansiosos se calmen los reclamos por los 43 jóvenes de Ayotzinapa secuestrados por el Estado.
Esa sociedad que reclama se encuentre vivos, y que el gobierno no sabe cómo terminar los reclamos que aparecen por todas partes. El pueblo despierta…
Correo: mfuentesmz@yahoo.com.mx            twitter: @Manuel_FuentesM

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