¿De
qué tamaño es la democracia que tenemos, si alguna? ¿Del tamaño de la
celda de aislamiento de la comandanta tlapaneca Nestora Salgado? ¿O de
la inmensa estepa verde virtual de votos a millones, levantados con una
inversión fastuosa en tierras de miseria, para perpetuar un simulado
parto de los montes? ¿Cuál libertad hay, hasta cuánto aguanta? La
cantidad de prisioneros sin fundamento legal que son activistas o
representantes de alguna resistencia regional o humanitaria,
frecuentemente indígena, habla de un estado de sitio contra las
comunidades. El mapa de castigos y escarmientos para los que no se
dejan saquear o explotar es muy vasto: Sonora, Guerrero, Oaxaca,
Michoacán, Baja California, Chiapas, Veracruz, Jalisco (usted
agréguele).
Para ellos hay de tres sopas: o se aplacan (la corrupción ayuda; el
miedo también); o van al bote, y gacho. O se mueren y su destino son
las fosas y las estadísticas. Los pueblos y sus territorios se
encuentran asediados por la contrainsurgencia, la delincuencia
profesional o la avaricia legalizada de grandes inversionistas. Ante
tan poderosos propósitos la disidencia no puede ser tolerada. Sean
Mario Luna (representante de la tribu yaqui), Marco Antonio Suástegui
(líder guerrerense contra la hidroeléctrica La Parota) o Damián
Gallardo (profesor mixe, defensor de las comunidades y chivo expiatorio
para satisfacer al empresario Gerardo Gutiérrez Candiani), todos sirven
de ejemplo. Antes digan que siguen vivos, aunque a Nestora sí la
tengamos en peligro. Al que se mueve le toca. Hace no mucho eran los
comuneros de Atenco, los zapatistas y sus simpatizantes. Hoy aparecen
escarmientosdonde sea. Cada gobernador es un sátrapa cojo, que se cuadra a los empresarios y los narcos, pero que contra indios y campesinos siempre cree que puede. Pregunten a los sonorenses, mexiquenses, guerrerenses, poblanos, bajacalifornianos. Se les hace fácil soltar jaurías y echar a andar largos procesos vengativos bajo disfraces judiciales que ofenderían la inteligencia si no ofendieran además la dignidad de los pueblos. Independientemente de su IQ, tienen garantizada la impunidad. El estilo es federal, a reserva del costumbrismo local. Cuentan con estos cuates de confianza, los jueces. Quienes se las verían duras a no ser por esa gran peña de cuates que es el aparato legislativo-partidario que aguada las leyes, las hace prácticas. ¿Quién discutirá en serio el ilegal Acuerdo Transpacífico? Nadie.
Los presos eso están, presos. Y no se crean la versión oficial y contra ONU y Papa de que la tortura es
esporádicay por mera indisciplina. Es un sistema integrado al aparato de justicia, está en su naturaleza, y como el alacrán con la rana. Tortura es golpiza, llamadas raras, miedo, linchamiento público. Tortura los interrogatorios. Las celdas de aislamiento como la de Néstora Salgado, que es torturada ahora mismo y todos lo saben. Tortura colectiva es el secuestro, la leva o la desaparición de uno de los nuestros.
No
necesitan de una dictadura formal con generalotes y suspensión de las
garantías ciudadanas, ni persecución de intelectuales, clases medias y
proletarios organizados. Estos que opinen, ladren, bloqueen calles. Ya
les tocará. O no. Nunca están a salvo mujeres, estudiantes,
damnificados ni periodistas. Tenemos una dictadura que tolera, a
regañadientes, cierta prensa crítica, pero no descuida la oportunidad
de estrangularla. Proceso es un dolor allí donde te dije,
pero se defiende con un mercado real y propio. A Carmen Aristegui no le
dejan margen en la maraña de triquiñuelas con nombres muy técnicos. A La Jornada los falsos amigos y sus resentidos compañeros de viaje no dejan pasar la ocasión de clavarle agujas de vudú. (Uy).
Defender y crear nuestros espacios, no queda de otra. Necesitamos
salidas anchas para la información incómoda. Por ello es importante que
un medio electrónico como Desinformémonos anuncie su retorno
a la red para el próximo primero de agosto, luego de cosechar en su
actual plataforma más de 850 mil seguidores en todo el mundo (y
contando) por Facebook.
Para los comunicadores el carril está bien definido. Para los
intelectuales y científicos más discretamente. Los políticos
profesionales son parte del juego. Un puñado (puñadote tal vez) de
millonarios controla el mercado de lo que sucede, y de lo que se diga
en el arte, los laboratorios, los viajes de conquista y en especie.
Allí no necesitan obedecer, con que acaten y creen, o crean que crean.
Y si no acatan, a lo mejor la libran. Un artista puede vender y ser
revoltoso.
La multitud de inconformidades, resistencias, protestas, aguantes y
rabias que atraviesan a México por abajo son demasiadas, y sin embargo
no logran su objetivo, en un medio reventado por la violencia. Somos
una economía abierta y de moda. Y a la vez compartimos estadísticas
estelares con Irak y Siria en materia de muertes por conflictos. La
masacres ya hasta tienen orden alfabético. Somos un experimento
autoritario.
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