3/03/2016

Rechazo heroico



Manuel Pérez Rocha
La Jornada
El secretario de Educación Pública dijo reconocer el sentido de responsabilidad de los maestros que se sometieron a la evaluación. Pero es imposible saber si alguien lo hizo por un supuesto sentido de responsabilidad. Con sus burdas y ofensivas zalamerías, el secretario pretende ocultar que el inhumano y agraviante trato dado a los maestros es equiparable al que se da con palos y zanahorias. Palos, materializados en la amenaza de despido, y zanahorias en forma de aumento salarial, préstamos para obtener una casa ¡y la permanencia en el empleo por cuatro años más! Este ha sido el mecanismo, apoyado con el Ejército y las policías, para conseguir que 125 mil profesores se sometieran a unos exámenes aberrantes que son una farsa de evaluación de desempeño.
La mayoría de los maestros mexicanos se dedica con responsabilidad y entusiasmo, a contracorriente, en muchas ocasiones con heroísmo, a servir a la niñez. Si el secretario Nuño, un advenedizo en el campo educativo, en verdad tuviera un mínimo respeto a los maestros y maestras, y a sus trayectorias de muchos años de trabajo, hubiera convocado a un programa de evaluación colegiada, participativa, ajeno a las amenazas y los chantajes. En vez de eso, siguiendo las instrucciones de la oligarquía organizada (la OCDE, Televisa/Mexicanos Primero, el Consejo Coordinador Empresarial, la Coparmex), como parte de los afanes para avanzar hacia la Presidencia de la República en 2018, y so pretexto de recuperar el control de la educación para el Estado (el verdadero Estado es esa oligarquía organizada), se ha impuesto un sistema de exámenes antipedagógico, masivo, despersonalizado, burocrático y degradante.
Esta imposición ha contado con el vergonzoso aval del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Los miembros de la junta directiva de este instituto, otrora respetables educadores, han sido usados para tratar de legitimar una supuesta evaluación que no cumplió siquiera con las condiciones técnicas y operativas elementales, mucho menos con un proyecto pedagógico, educativo; ellos mismos lo han reconocido después de que se lo señalaron, en un bien fundamentado documento, más de 7 mil académicos dedicados a la educación, entre los cuales se encuentran los investigadores más reconocidos en la materia. Con un eufemismo cínico dicen que esas son zonas de oportunidad para mejorar. Pero ya está hecho el daño moral para los maestros que se vieron obligados a someterse, y el laboral y económico para los 3 mil 600 que se resistieron.
Los maestros deben tener un salario digno porque es una necesidad y un derecho, deben tener casa porque es una necesidad y un derecho; ofrecerles estos bienes básicos que ganan con su trabajo, como premio a su obediencia, para demostrar la fuerza del Estado, y para provecho político propio, es falta de ética. No obstante tanta inmoralidad, la evaluación impuesta despóticamente se traduce ya en el despido de 3 mil 600 maestros en servicio, y la advertencia de que quien obtuvo resultados satisfactorios, en cuatro años una vez más será sometido a una evaluación de cuyos resultados nuevamente dependerá su vida.
La dirigencia del SNTE, centro de la corrupción, auspiciadora y protectora de la venta y herencia de plazas, brazo eficacísimo en este proyecto de falsa reforma educativa (esencialmente político, como bien lo ha reconocido el propio Nuño), hace ahora un gesto demagógico y anuncia que buscará salidas a algunos de los afectados por el despido. Intento vano de impedir el movimiento que se ha generado y crecerá para revertir tanto atropello, pues al mismo tiempo reitera su aval a esta contrarreforma que significa la anulación de derechos laborales básicos.
El rechazo a este degradante régimen de administración de recursos humanos sustentado en el miedo ha sido muy amplio. No puede juzgarse a quienes por no poner en riesgo su elemental forma de sostenimiento, por responsabilidad con sus familias, se presentaron a los exámenes. Pero, sin duda, en muchos de los 3 mil 600 maestros que no se presentaron se manifiesta la exigencia de respeto a sí mismos, la repulsa a un mecanismo de sometimiento de compra de su voluntad. En este rechazo, no pocas veces heroico, sí que hay un sentido de responsabilidad profundo.
Es la visión de políticos oportunistas y administradores tecnócratas la que ha determinado un supuesto proyecto de reforma educativa dominado por el simplismo y la ignorancia. La urgente reforma educativa que exige el tiempo actual debe sustentarse en planteamientos pedagógicos y filosóficos sólidos, ausentes en la SEP y en el INEE. El primero de esos planteamientos debe ser el de los valores que mueven a los maestros, y por tanto a los estudiantes. Es indispensable reiterar que en el necesario proceso de rehumanización del sistema educativo, la motivación del buen maestro no puede ser otra que el progreso intelectual y ético de sus estudiantes, y su propio crecimiento personal, que no puede confundirse con el dinero ni con el rango burocrático ofrecido por esta contrarreforma.

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