6/07/2013

México: ¿…Y la corrupción, apá?



Gerardo Fernández Casanova

 (especial para ARGENPRESS.info)

El ex gobernador de Tabasco, Andrés Granier, será expulsado del PRI para mostrar que ese partido no solapa la corrupción. ¡Qué maravilla! Casi me doy por convencido de que el nuevo PRI de veras quiere ser diferente y acabar con la triste fama de deshonestidad que lo ha distinguido en la historia; Andrés Manuel y su Honestidad Valiente se quedan chicos ante la espada justiciera de moralidad que blande el adalid de la virtud que vive temporalmente en Los Pinos. Incluso el Pacto por México incluye un párrafo en el que anuncia una reforma constitucional que creará un órgano autónomo para combatir la corrupción. Me cae que sí.

Es una verdadera lástima que haya tantos incrédulos. Cómo es posible que desacrediten la valiente decisión de dejar solo al pobre Granier por el simple hecho de haber jugado mal las cartas en la definición de su sucesor en la gubernatura platanera, contrariando a los deseos del Señor del Gran Poder y, además, por haber sido el artífice del fracaso electoral del PRI en esa entidad, cuna de AMLO. Eso es pura coincidencia. Ya verán los críticos de café que EPN va en serio, ya entambó a la poderosa dirigente del magisterio; corrió a su maestro, Humberto Benítez, por el desliz de su hijita que osó ordenar la clausura de un restaurante que no atendió a su prepotencia. Muy pronto verán rodar la cabeza del tío favorito, Arturo Montiel, notorio exponente del enriquecimiento sin límite de “algunos” malos priístas. Igual suerte correrá el ilustre becario, ex protegido de la Gordillo y ex gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, o el prestigiado líder petrolero Romero Dechamps, sin que a ninguno de ellos pueda tildarse de políticos equivocados; todos jugaron papeles decisivos en el proceso que llevó a EPN a la presidencia.

Lo que pasa –hay que entenderlo- es que Peña Nieto aún no se siente afianzado en el poder; no le alcanzan las uñas para tanto trompo por bailar. Dejen que salgan adelante sus preciadas reformas estructurales y entonces verán de lo que es capaz. Tiemblen todos los corruptos, sus cabezas rodarán en el fango de la ignominia cuando la espada justiciera cobre la fuerza necesaria y el filo adecuado, sólo prevalecerán los honestos, encabezados por Rosario Robles con su hábito de Hermana de la Caridad y todos aquellos que sepan robar sin que los cachen. Calderón y toda su caterva de hampones tendrán que pagar por sus fechorías y devolver lo que se robaron; el hijo desobediente tendrá que abandonar su silla preferida en el Jar Bar (famosa cantina ubicada a unos pasos de Harvard) donde ofrece cátedra de buen vivir y buen beber, engañándonos con la confusa pronunciación y hacernos creer que es una lumbrera académica.

Está más que claro: la corrupción es el lastre que impide a México acabar de emerger como potencia económica y política; de no ser por ella el modelo neoliberal ya hubiera rendido sus frutos de bienestar y progreso generalizado. Cómo es posible que se venda el país y se cobre comisión por tan patriótica medida; quién puede explicar que de los privilegios que se conceden a los esforzados empresarios nacionales y extranjeros se pretenda pedirles que compartan; cómo se puede aceptar un sitio en el consejo de administración de la ferrocarrilera a la que se le regaló el negocio. No, así no se puede avanzar.

Lo que en realidad detiene a EPN y su espada justiciera es su repudio al harakiri; como que no le sienta bien eso de incurrir en suicidio; tampoco le sienta bien eso de quedarse solo en el gobierno con todo su equipo descabezado y, si acaso alguien se salva, dejar el poder en manos de un trasnochado fundamentalista de la honestidad ¡Ni Obama lo permita! ¡Que la Diosa Ironía nos ampare!

En fin, como buen devoto del Dios del Mercado, Peña Nieto espera que las cosas solitas se resuelvan; el estado no debe intervenir ni para sanearse. Amén.

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