Bajo la lupa
Alfredo Jalife-Rahme
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, durante un acto, el jueves pasado en el Kremlin
Foto Ap
a procaz propaganda
goebbeliana de los muy sesgados multimedia israelí-anglosajones –que
hasta el muy influyente texano James Baker III fustiga por su falta de
objetividad (http://goo.gl/tmPMh4)–
practica un intenso solipsismo que se da el lujo de pretender afirmar
cómo sus competidores globales se ven a sí mismos, sin ser consultados.
El libro reciente Sobre China (https://goo.gl/fRvUvg),
del israelí-alemán-estadunidense Henry Kissinger –operador político de
los Rockefeller y ExxonMobil–, no tiene la réplica de su contraparte en
Pekín, donde no sabemos aún qué tan contrastables sean sus datos que
suenan unilaterales y subjetivos a primera vista.
Habría sido fascinante que el gran timonel Mao Zedong, o su
supremo administrador Zhou Enlai, hubiesen dado su versión de las
trascendentales negociaciones con Nixon y Kissinger a inicios de la
década de 1970, para saber qué se cocinó tras bambalinas.
Una aberración bibliográfica, que en última instancia perjudica la
armonía global, es que no existe una literatura de China ni de Rusia en
materia geoestratégica, cuando se conoce muy poco de sus archivos
secretos guardados como tesoro nacional.
Ahora resulta que la revista bimensual estadunidense The National Interest nos alecciona sobre la manera en que China vislumbra el
orden mundial.
Esta revista bimensual comporta muchos vicios congénitos al haber
sido fundada hace 31 años por el zelote israelí-estadunidense Irving
Kristol, considerado el
patriarcade los neoconservadores straussianos sionistas y padre del fanático superbélico israelí-estadunidense William, editor de The Weekly Standard.
Peor: el mandamás honorario de The National Interest es Kissinger. Su contradicción editorial es patente de entrada, ya que la
visiónsobre China de Kissinger colisiona con la de los neoconservadores straussianos sionistas de corte unipolar: un pleito de alcoba entre las tribus modernas de los máximos partidarios de Israel en EU.
Independientemente del control catastral y editorial ideológico de la
revista bimensual, los autores Richard Fontaine y su colaboradora Mira
Rapp-Hooper aportan su
visiónsolipsista sobre China (http://goo.gl/hJ3P6S).
Fontaine es presidente del think tank neoliberal Centro por
la Nueva Seguridad Estadunidense, de fuertes vínculos con el polémico
general David Petraus, ex director de la CIA y hoy mandamás de la firma
bancaria israelí-estadunidense KKR, a su vez donante del muy influyente
Council on Foreign Relations (http://goo.gl/EqXvzh), que controla el departamento de relaciones internacionales del entreguista y antimexicano ITAM.
El mantra de los autores, después de su aburrido panegírico al
orden internacional liberalde
siete décadas, teme el
rápido ascenso de China al estatuto de superpotenciacon dos opciones muy simplistas por delante: 1) la que desean para mantener la hegemonía de EU:
Pekín abrazará los pilares existentes (sic) del orden global, y 2)
temen que China será revisionista, buscando socavar las reglas del presente orden y formule una alternativa antiliberal que excluya (sic) a EU.
A su juicio, EU debe usar una triple
combinación de zanahorias, garrotes y compromisopara que
Pekín abrace con firmeza las reglas globales e instituciones, cuando
China transgrede (¡supersic!) algunas de esas reglas y establece instituciones alternativas.
Se trata de un vulgar G-2, ya muy redundante, que no se atreve a
decir su nombre, donde China se someta a los dictados unilaterales de EU
(http://goo.gl/PhClvg).
Pareciera que los autores no leyeron el capítulo de Kissinger sobre
El memorándum Crowey la
repetición de la historia, como sucedió con la inevitable colisión de Gran Bretaña y Alemania en la primera y segunda guerras mundiales.
Dos bancos encabezados por China les dan pavor: el AIIB (http://goo.gl/B4Wbla) y el Banco BRICS, que
han superado al Banco Mundial en sus préstamos bilaterales a los países en vías de desarrollo, y han también relegado al regional Banco Asiático (ADB: instrumento financiero regional de EU, como el BID en
Latinoamérica).
Comentan que
China no es tan diferente de otros poderes ascendentes y los funcionarios chinos en sus momentos privados se refieren al mar del sur de China como su mar Caribe, en equivalencia al dominio que ejerce EU en el Golfo de México y en el Caribe en el continente americano (http://goo.gl/hSi5dO).
EU no acepta el
nuevo concepto de seguridadevocado por el mandarín Xi, quien afirma que la seguridad en Asia debe ser
mantenida por los propios asiáticos.
EU avanza en forma unilateral su neomonroísmo, hoy de corte
financierista –mediante su captura de los bancos centrales y ministerios
de Finanzas en Brasil, Argentina, Perú y el
México neoliberal itamitacon banqueros controlados por Israel–, mientras desecha una
Asia para los asiáticos.
También temen que
China haya buscado rescribir las reglas de la gobernación de Internet y prefiere la soberanía del Internet estadocéntrica. Soslayan que Gafat (Google, Amazon, Facebook, Apple y Twitter) son un instrumento del control global cibernético de EU desde la matriz operativa de la Darpa del Pentágono.
La mezcla explosiva de
zanahorias, garrotes y compromisode EU para impedir el ascenso irresistible de China ha llevado a una peligrosa confrontación en el mar del sur de China, cuando China no está dispuesta, desde su perspectiva milenaria, a ser vasallo de nadie, menos de los barbáricos de Norteamérica.
La tripleta de medidas que aplica EU a China –
zanahorias, garrotes y compromisos– es contradictoria y con frecuencia prevalece una de ellas por encima de las otras. Hoy Obama favorece los
garrotescontra China, aunque ha aceptado a regañadientes la incrustación tardía del renmimbi-yuan, como una de las tres principales divisas de reserva del FMI (los Derechos Especiales de Giro) cuando ha visto cómo su otrora gran aliado
especialGran Bretaña se arrojó a los brazos de China en la fundación del creativo Banco de Inversiones e Infraestructura Asiático (AIIB), mientras aprieta la asfixia geopolítica a China alrededor del mar del sur de China con su penetración a Myanmar y Vietnam.
Obama también procura seguir aislando a China mediante la prospectiva
de un eje marítimo militar entre Japón, Australia e India para crear un
segundo bloqueo marítimo en el océano Índico.
El ascenso irresistible de China –que Nixon y Kissinger usaron en los 70 para balcanizar la URSS una década más tarde– es inversamente proporcional al declive inexorable de EU.
El grave defecto de la visión cíclope y daltónica de los autores es
que no se han percatado de la resurrección de Rusia en la fase del zar Vlady Putin, a quien pretenden seguir aislando en forma estéril, cuando la flamante
asociación estratégicaentre Pekín y Moscú ha arrinconado a EU a su neomonroísmo financierista regional.
Peor aún: no se percatan de que, en una
visión multidimensional, el mundo ya es tripolar con las respectivas esferas de influencia de EU/Rusia/China.
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