7/15/2013

México y sus parásitos



 Leonardo Curzio

En el más reciente informe del IMCO (http://imco.org.mx/indices/) se establece que en los primeros años del siglo XXI México no ha podido modificar su posición relativa en los índices de competitividad. Con algunas breves oscilaciones ascendentes nuestro país ocupa el lugar 32 entre 46 clasificados. Somos, en muchos sentidos, un país estancado y una pregunta obligada es: ¿por qué? La respuesta es poliédrica y vale la pena considerar algunos elementos.

En primer lugar el sistema jurídico, que es el que da certidumbre y estabilidad sigue estancado en la percepción general. A pesar de la reforma constitucional que en la materia se aprobó hace algunos años, los indicadores siguen siendo muy bajos. De hecho, uno de los indicadores del barómetro utilizado por Transparencia internacional (en el informe publicado también la semana pasada http://www.transparency.org/gcb2013/country?country=mexico) denota que la percepción dominante es que el aparato de impartición de justicia está ampliamente penetrado por la corrupción. No ha habido ni el liderazgo, ni la voluntad política de cambiar el sistema. Hay muchas burocracias y gremios que se beneficien del statu quo. El segundo subíndice para medir la competitividad tiene que ver con el manejo sustentable del ambiente. Aquí las cosas no parecen estar mejor. México ha venido descendiendo lugares desde el 25 en 2001, hasta el 29 que ocupa ahora. Hemos tenido retrocesos en el manejo de áreas naturales protegidas y nuestra ubicación en el cambio porcentual de la cobertura forestal es el 35 (siempre de 46 países). No sé si lo entendí bien, pero supongo que es vergonzoso que ocupemos el número 1 en las tragedias ecológicas por intervención humana, esto es, accidentes industriales y derrames. En lo relativo a sociedad incluyente (el tercer subíndice) tenemos una ligera mejoría al pasar del 37 al 35, pero nada para echar las campanas al vuelo, salvo en cobertura a nivel preescolar. En calidad educativa nos mantenemos estancados al igual que en embarazos adolescentes y en escolaridad promedio. Estamos en los últimos lugares en el gasto que las familias tienen que desembolsar en salud (número 43 de 46) y hemos empeorado en el porcentaje de mujeres en la PEA.

Nuestros mejores indicadores aparecen en la macroeconomía y en las finanzas públicas. No nos va bien en inflación ni en crecimiento del PIB, pero tenemos espléndidos indicadores en deuda externa, pasivos del gobierno e incluso reservas. Los números empeoran dramáticamente en otros indicadores económicos como los mercados de factores eficientes: el sector energético, la producción de electricidad y en términos generales la productividad. Lo mismo ocurre con los llamados sectores precursores. En usuarios de internet, por ejemplo, ocupamos la posición 39 y en lo relativo al diferencial entre tasas de interés y las de depósito nos situamos en el poco honroso número 40. En innovación hay mucho camino por recorrer, tanto en gasto en investigación como en el valor agregado de la agricultura. En inversión extranjera directa ocupamos el lugar 27, pero en ingresos por turismo caemos hasta el número 35. En diversificación del comercio exterior estamos en el sótano (lugar 46). Si consideramos que 500 empresas representan 70% del comercio exterior, tenemos un doble efecto de concentración.

En los subíndices relativos al desempeño gubernamental el deterioro es enorme, pasamos del lugar 21 al 30 y en materia impositiva ocupamos el triste 42 en tiempo para calcular y pagar impuestos. El IMCO hace un brillante trabajo de diagnóstico y una muy sugerente batería de cursos de acción para mejorar en cada uno de estos indicadores y en última instancia, en la competitividad general de México que valdrá la pena considerar en detalle.

El enorme potencial del país está absolutamente vampirizado por un bicho al que podemos llamar “los intereses creados” que no tienen ninguna intención de modificar un statu quo. Una situación que les permite vivir a sus anchas, como una gran solitaria que absorbe la mitad de aquello que comemos. Ese es el drama de México tanto en lo político como en lo económico y las élites parecen más interesadas en reproducir este modelo disfuncional, aunque el mundo esté cambiando y se nieguen a reconocerlo.

@leonardocurzio
Analista político

No hay comentarios.:

Publicar un comentario