7/16/2013

Nada que festejar



Alejandro Encinas Rodríguez
Pese al optimismo infundado de los dirigentes del PRD respecto a que los resultados electorales del pasado 7 de julio “son alentadores” o al menos “no fueron una catástrofe”, lo datos duros demuestran que no hay nada que festejar y mucho de qué ocuparse.

El PRI se consolida y capitaliza la percepción pública en torno al Pacto por México. El PAN se recupera y capitaliza la alianza con el PRD. El PRD cae al tercer lugar electoral con retrocesos significativos: en ocho estados no gana ni un municipio; en seis entidades ninguna diputación de mayoría.

La dirigencia nacional del PRD buscó legitimar su liderazgo y consolidar su permanencia en el Pacto con la alianza electoral con el PAN, pero a pesar del empecinamiento del grupo dirigente mayoritario que ha querido encontrar en esta alianza una tabla de salvación ante la eventual caída en sus resultados electorales tras la salida de López Obrador y la fractura del Movimiento Progresista, fracasó. Los resultados dan cuenta que la alianza sólo sirvió al reacomodo PAN, el que reivindica los triunfos como propios.

Los resultados para el PRD no fueron ni la sombra de los comicios de julio de 2012 donde la alianza de las izquierdas obtuvo cerca de 16 millones de votos, como tampoco lo son respecto a las elecciones de 2010, cuando alcanzó el 24% de la votación, ya que se estima que en estas elecciones apenas alcanzará 14% de los votos totales.

De acuerdo con ALMAC, el PRD pasó de gobernar 144 municipios a 116; es decir, 28 municipios menos. De acuerdo con el análisis de los resultados, el principal partido de izquierda pasó de gobernar 128 municipios y a una población de 3 millones 126 mil ciudadanos; a gobernar 117 municipios que suman una población de 2 millones 384 mil; es decir once municipios y 742 mil ciudadanos menos. Pierde municipios emblemáticos: Benito Juárez (Cancún) en Quintana Roo; Guadalupe en Zacatecas, Huatulco, Tuxtepec y Xoxo en Oaxaca; Ahome (Los Mochis) en Sinaloa; Cd. Mendoza y Gutiérrez Zamora en Veracruz, y con ello bastiones estratégicos para su posicionamiento territorial.

La elección de diputados locales resulta interesante. Aunque falta la asignación de plurinominales, cabe destacar que en los estados donde el PRD obtiene más diputaciones, con excepción de Oaxaca, (Tlaxcala y Zacatecas) no va en alianza con otro partido.

El adéndum al Pacto fue letra muerta. Ninguno de sus puntos se cumplió. Los gobernadores actuaron con absoluta impunidad, en especial en Quintana Roo y Veracruz; las autoridades electorales actuaron sumisas a los gobernadores; la violencia ligada al crimen organizado evidenció la disputa por los gobiernos municipales para el control territorial en crecientes regiones del país.

Es tal el nivel de pragmatismo en las alianzas electorales y la confusión que provocan, que los partidos ya no saben a quién representan y abandonan a sus electores tradicionales. Los ciudadanos no se ven representados por ninguno de los partidos, lo que alienta el abstencionismo —que se presenta como el gran triunfador— y el éxito de campañas de inconformidad, como la del “Gato Morris”, que obtuvo el 10% de la votación, porcentaje mayor al obtenido por el PRD en Jalapa, Veracruz. A esto se suma la corrupción de políticos de todos los partidos, que genera la percepción de que todos son igual y lo mismo.

Sin embargo, el resultado más importante de esta elección es la afirmación de la alianza entre el PRI y el PAN, que buscará concretar la reforma energética que pretende privatizar el petróleo, y la reforma hacendaria, que busca cargar la pérdida en la recaudación fiscal que implicaría la privatización de Pemex sobre las espaldas de los mexicanos más necesitados. En ello, no veo ningún motivo para festejar.

Senador de la República

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