México
D.F., 11 dic. 13. AmecoPress.- Los balances sobre el desempeño del
primer año de gobierno de Enrique Peña Nieto, son diversos, relativos y
muy críticos. No podría una decir que tenía esperanzas de una
revolución. Lo que toca a las mujeres me llama la atención, por
diversas razones. Es decir, para reflexionar y tomar nota. Yo diría que
estamos frente a hechos y leyes que son exigibles y ofrecen un enorme
campo de acción.
La situación y
condición de las mexicanas es tremenda. Las cifras que el gobierno
ofreció al comienzo de la administración no sorprenden. Ratifican. La
violencia contra las mujeres se duplicó; creció hasta 400 por ciento en
el noreste del país; el hambre alimentaria es una realidad lacerante
ligada a la condición subordinada de todas las mujeres, pero
especialmente de las más pobres; la discriminación, significa que
muchas mujeres aún tienen que pedir toda clase de permisos, hasta para
votar; la desigualdad en materia de representación política obliga a un
cambio profundo, donde urge derribar el machismo en los partidos
políticos, entre los caciques locales y en la vida diaria. Hay una
resistencia fundamental en los órganos de poder político.
La
ratificación de que se crearon poderes gigantescos en los gobiernos
estatales, de la cuestión electoral al manejo de los recursos para la
Educación, la indiferencia ante la violencia contra las mujeres, y la
pérdida de control gubernamental y de Estado, ha sido delineada y
admitida. Los conflictos han dado lugar a muy diversos reconocimientos.
Claro, me
dirán, y a las tímidas acciones. La corrupción, el desaseo del trato a
los medios de comunicación, la continuada violencia contra los medios
es también un dato oficial, y del gobierno de Peña Nieto también
provino la certeza de que no era posible mantener el duopolio
comunicativo.
Ello, dicho
así, sólo para plantear que la vuelta del PRI al poder, ha significado
toda clase de debates. La apuesta del Pacto por México no aguantó los
12 meses. Se trataba de una apuesta de cogobierno que ya hizo agua.
Pero lo que hubo fueron reformas, dos de ellas sustantivas: la de
comunicaciones y con todo y las críticas, la de Educación, ambas
largamente esperadas, deseadas.
Otras importantes, pero apenas iniciales
Yo destacaría
una de gran importancia para las mujeres, si se la sabe leer y exigir.
La tercera línea del Plan Nacional de Desarrollo, para transversalizar
la perspectiva de género en toda la administración pública es una
novedad reivindicativa. Significa que ningún servidor público,
secretario, director de algún órgano desconcentrado o descentralizado,
presidente municipal o político, puede hoy evadir su responsabilidad,
puesto que sólo así los derechos de las mujeres podrían hacerse
efectivos.
Yo no creo en
el bendito y aclamado presidencialismo. Pero si el gobierno federal se
compromete a esto, entonces tendría que desaparecer la simulación: los
tallercitos de tres horas para educar en género a los funcionarios; los
presupuestos pírricos para enfrentar el tamaño del problema de la
violencia contra las mujeres; la falta de “armonización” de las leyes y
mecanismos de evaluación transparentes, que nos digan dónde está el
dinero y los obstáculos. Donde se halla el control, porque hay
secretarios de Estado que todavía hablan eufemísticamente de la
desigualdad. Ya es hora señores funcionarios y señores gobernadores.
Hay situaciones inaceptables en los órganos de promoción de los
derechos de las mujeres en los municipios.
Y resulta que
el 26 de noviembre en Tlapa, Guerrero, Peña Nieto dijo ¡ya basta¡ a la
vergüenza de la violencia de género. Y ahí llamó a los gobernadores a
entrarle a un problema que han querido menospreciar, al que no le ponen
interés y mantienen la complicidad y la impunidad. Toca ahora ver si
Peña Nieto indica, promueve, hace, que las recomendaciones
internacionales se cumplan. Hay temor que los centros de justicia se
conviertan en enclaves de la burocracia o nueva simulación. ¿Dónde está
la estrategia en los tribunales? ¿En los ministerios públicos? ¿En los
medios de comunicación?
También es un
indicativo de respuesta a la sociedad civil, el cambio en el Reglamento
de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia, referido a
la declaratoria de la Alerta de Género y aunque ha parecido limitada,
obtusa y discordante, lo cierto es que ahora definirán la posibilidad
de la Alerta, un grupo de expertas, por estado, municipio o región. No
debíamos sólo defenestrarla sino exigirla. Esto es, con el nuevo
ordenamiento, probar, llevar las demandas de alerta y reconocer que las
expertas son las que ha definido la academia, las organizaciones de
mujeres y las feministas. Es decir, habría que mandar todas las
demandas y ver qué pasa.
Lo mismo hay
que analizar cómo se hará el reparto de los nuevos presupuestos. Antes
que decir que no pasa nada, ver hasta donde dan los compromisos. Y es
que con la cruzada contra el hambre, se quiere tapar el tema de las
desigualdades de género. Habría que echar un buen ojo en cada discurso
y cada reforma. Ponerse al día, demandar con conocimiento de causa y en
su caso, entonces defenestrar.
Yo digo que la
reforma de mayor calado es la del artículo 6º. y 7º. Constitucionales
donde se releva la importancia de trasmitir en los medios de
comunicación información de calidad, plural y donde se habla de ofrecer
canales radioeléctricos para la sociedad. Nos estamos tardando.
Y la otra, la
que propone el 50/50 en la representación política de las mujeres. No
se sabe dónde quedó. No he visto, no he conseguido saber si ello se
intentó poner en la reforma política que ya está cocinada. No vi
manifestaciones femeninas pidiendo que eso lo hagan todos los
gobernadores, todos los diputados, todos los asambleístas, no me he
dado cuenta si las diputadas y militantes ya lo discutieron con sus
partidos políticos.
Yo creo que el
aire reformador, considerando que hay cosas que no pasarán, pensando
que la cuestión del petróleo nos convoca a la rebelión, no debiera
echar, como siempre, a un lado los posibles avances de los derechos de
las mujeres o el plan de exigencia organizado. Ahora resulta que
efectivamente hay más voces oficiales sobre la urgencia de la igualdad
sustantiva, de hecho, que en el movimiento social de las mujeres. Salvo
reconocibles excepciones. Eso sin contar con las reformas
Constitucionales sobre los Derechos Humanos que habría de exigir.
Sí. Peña Nieto
no ha podido quedar bien con nadie. Pero también es cierto que en su
circunstancia, sabedor que no tiene todas con él, que el conflicto se
siembra y expande por todas partes debido a la desconfianza bien
ganada, da un espacio de coyuntura para que nos cumpla, para que
realmente él mismo se ponga a estudiar género; para que no sea una suma
de ilusiones el Programa de Igualdad ni quede sin eco el tema del plan
de prevención, atención y erradicación de la violencia contra las
mujeres. En el tablero del ajedrez, todas las piezas cuentan. ¿Dónde
está la movilización?
Durante mucho
tiempo hemos estado esperando. Sabemos del engaño sistemático y la
simulación gubernamental. Pero si no podemos movilizar a millones de
mujeres, que se quedan entretejidas en la disputa del poder, que pone
en primer plano lo que los hombres siempre dicen, la política de
altura, la que tiene que ver con las “grandes” decisiones, “la riqueza
de la nación”, y ¿las mujeres? Ellas, miles ahora en las calles contra
la Reforma Educativa y la privatización del petróleo. Me pregunto
porque no hay miles demandando la igualdad sustantiva, verificando el
presupuesto, señalando dónde –nuevamente hasta el cansancio- están los
enclaves de la violencia y el asesinato contra las mujeres.
Ya es tiempo.
Foto: Archivo AmecoPress.
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