12/12/2013

México: La pantomima parlamentaria


Gerardo Fernández Casanova 

(especial para ARGENPRESS.info)

Es la media noche del martes 10 de diciembre de 2013, me acabo de retirar del Canal del Congreso después de escuchar un maratón de discursos –que no debate- que concluyó con la aprobación, por la mayoría de senadores, del dictamen de las comisiones que aprobó la reforma energética iniciada por la presidencia de la república. Será una fecha para no olvidar, como la del 2 de octubre o como los aniversarios luctuosos de los próceres.

Podrá recordarse como La Noche de la Ignominia o como la de La Capitulación de la Mexicanidad; algunos la celebrarán como El Aniversario de la Colonia Septentrional de los Estados Unidos o como el de la Mexican Company. Finalmente, quienes fueron echados del país en 1938, lograron venganza al grito de “remember the expropiation”. Cayó el último baluarte de la riqueza material mexicana; uno a uno sus defensores pasaron a la tribuna a exponer argumentos, a advertir consecuencias perniciosas y a demandar patriotismo y, también uno a uno recibió la andanada del silencio y la indiferencicontenidoa, letales a la hora de una votación que, salvo las valerosas rebeldías de dos panistas, estaba decidida de antemano por el mandato de las cúpulas partidistas del PRI, del PAN y del Verde Entreguista, a su vez obedientes al mandato de Peña Nieto, a su vez también en acato a lo ordenado desde Washington.

Esta sesión, al igual que la previa de las comisiones dictaminadoras, no fue más que una pantomima –muy dramática, por cierto- en la que un grupo de aguerridas y aguerridos patriotas defendía a la Nación con argumentos válidos y comprobaciones documentales, en tanto que otro grupo la vendía sin mas argumento que la búsqueda de la modernidad y la competitividad. Diálogo con sordos que hizo a la senadora Sansores recordar la conclusión del Premio Nobel José Saramago: “Si quieren privatizar, privaticen el amor, privaticen la justicia y el agua… Privaticen hasta la puta que los parió”… y así lo hicieron, la dignidad devino en simple mercancía en subasta al mejor postor, la privatizaron y prostituyeron.

Que quede claro, nadie defendió el actual estado de cosas en las empresas energéticas nacionales; tirios y troyanos llamaron la atención respecto de la insuficiencia de la producción de combustibles y de la reducción de la producción de crudo; muchos insistieron en subrayar la gravedad de la corrupción imperante, no sólo en el sindicato sino, principalmente, en su cuerpo de dirección, incluidos los últimos cuatro presidentes de la república encargados de desmantelarlas y expoliarlas. Es obvio que hay que corregir los defectos de operación de las empresas y darles los instrumentos necesarios para ello, pero la solución no es la apertura a las empresas privadas, mayoritariamente las transnacionales que no son un dechado de pureza ni mucho menos: son tan corruptas que compran canonjías, sea a base de cabildeo, de intromisión política y, en último término, proveyendo de armas a mercenarios golpistas para satisfacer su apetito de riqueza.

Están equivocados; nadie hará por nosotros lo que nosotros debamos hacer; los de afuera siempre lo harán en su provecho y están en su derecho en aspirarlo. En México hay capacidad para hacer lo que haga falta, ya lo hemos demostrado; no es necesaria ni la inversión ni la tecnología del extranjero. Tampoco nos hace falta ser campeones en producción para agotar antes de tiempo las reservas del subsuelo. Debemos y podemos lograr que la riqueza de nuestros recursos vuelva a servir para sustentar el progreso del país, como ya lo ha hecho. La reforma en vías de aprobación (sólo falta la incorporación de los diputados a la pantomima y al lodazal de la ignominia) cancela esta posibilidad; la niega so capa de una globalización imparable y de una supuesta minusvalía racial o congénita de los mexicanos para realizar la tarea.

Los promotores de la reforma, priístas y panistas, postulan que la mayoría manda y estoy de acuerdo. La mayoría de los mexicanos está en las calles (y en la calle también) y a ellos deberá consultarse un cambio de la magnitud del propuesto, que implica un viraje radical para la Nación y para los nacionales. Esa mayoría, al día de hoy, se ha expresado contraria a la reforma; ni el bombardeo propagandístico gubernamental a hecho variar esa convicción. Ojalá no tengamos que encomendarnos a Our Lady of Guadalupe.

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