12/11/2013

Apabulló la derecha


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Manifestación contra la reforma energética afuera del Senado de la República. Foto: Carlos Ramos Mamahua.
Manifestación contra la reforma energética afuera del Senado de la República. Foto: Carlos Ramos Mamahua.

Se veía inevitable que la regresión petrolera triunfara en nuestro país. No únicamente porque era una exigencia de Estados Unidos desde hace tiempo (Reporte Índigo, 10 de diciembre). Ni siquiera debido a los chantajes y las imposiciones del PAN. Tampoco  a los temores de Enrique Peña Nieto respecto a que no vendría inversión extranjera sino se otorgaban licencias y concesiones a las petroleras. Ni siquiera por la desunión de la izquierda que está encajonada en diferentes grupos que les impide ver la realidad. No. La verdad es que en México avanzó la derecha  a partir del sexenio de Miguel de la Madrid,  sin que se le encarara convenientemente. Y en esto tiene la culpa un senador que ahora se las da de izquierdista y cuando fue secretario de Gobernación toleró absolutamente todo contra las fuerzas progresistas, Manuel Bartlett.

El esquema que tenía pensado Enrique respecto a la reforma energética y la inversión extranjera en dicho rubro, se transformó rápidamente en la sumisión a las peticiones albiazules, las cuales son de una cesión de soberanía inconcebible, como bien lo apuntó Javier Corral, ya que Gómez Morín, contrario a la expropiación petrolera, no estaba por darle todo a las empresas trasnacionales.

Y esta mayor derechización, en momentos que se cuestiona incluso en Harvard el esquema neoliberal, es producto de los dirigentes panistas que son de un atraso fuera de serie. Sus nombres lo dicen todo: Gustavo Madero, Ernesto Cordero y Josefina Vázquez Mota.

El primero no ha producido una sola idea que se recuerda; sólo ocurrencias. El segundo, es evocado como el funcionario de los seis mil pesos para comprar departamento, automóvil y mandar a estudiar a los hijos a escuelas privadas –por cierto, éste fue quien concibió que el presupuesto federal sirviera para becas en universidades confesionales–. Y la tercera es de vergüenza, porque ni siquiera Dios la hizo viuda para aspirar a la plenitud. Claro, detrás de ellos hay todavía peores: quienes los manipulan desde el exterior o dan cátedra de política siendo unos perfectos fracasados.

Y este trío, junto con otros, no es que hayan espantado a Peña Nieto, sino que hicieron equipo con los priistas: Ángel Gurría, Jesús Reyes Heroles (hijo del ilustre reformador), Luis Téllez, Herminio Blanco, José Andrés de Oteyza y muchos otros, ligados a organismos y compañías internacionales  que han penetrado en el tejido económico, social, televisivo e informático.

Los organismos noticiosos machacaron que sólo mediante el desmantelamiento de Pemex, la desaparición del sindicato –de los más corruptos del país pero que era una herencia simbólica de los trabajadores como vigilantes– y permitiendo la gran explotación llegarían   mayores ingresos,  utilidades  y obras importantes para la nación.

Los hechos dirán lo contrario muy rápidamente, pero lo preocupante es que la izquierda, las fuerzas progresistas, los intelectuales, los artistas (con sus conocidas excepciones) y muchos otros no lograron reaccionar a tiempo. Es más, cada uno incluso a esta hora, está en su casa enojado, desorientado y gritando destempladamente que ya llegó el robo del siglo XXI. Ni  siquiera se han puesto a ver que con ello viene la depredación territorial con el famoso gas de las lutitas y la perforación en pozos de aguas profundas.

Hace algunos ayeres, Nikito Nipongo en: Pemex muere y Heberto Castillo en sus espléndidos artículos nos llamaban a cuidar el oro negro, a no desperdiciarlo vendiéndolo al exterior, en evitar la contaminación de las aguas –el Ixtoc en la época de López Portillo fue una llamada de atención hoy olvidada–, a utilizarlo para fertilizantes y otros productos que no degradaran el suelo y a usarlo como carta para un juego donde el imperio de siempre –los Estados Unidos, y a su lado las famosas siete hermanas petroleras–, no pudiera subyugarnos.

El compromiso 54 del Pacto dice: “Se mantendrá en manos de la Nación, a través del Estado, la propiedad de los hidrocarburos y de Pemex como empresa pública. En todos los casos la Nación recibirá la totalidad de los hidrocarburos”.

Simple demagogia. Ni PAN, ni PRI, ni Peña Nieto aseguran esto. Por lo tanto, su firma no vale ni para este ni para otros momentos. Así pues, en el primer año del sexenio donde ya van más de 19 mil asesinados, se ha roto no sólo el protocolo sino cualquier ilusión acerca de un futuro mejor para el país. Quizá sea bueno ello con el fin de llamar a todos los que no están dispuestos a ser sumisos y dóciles, a coaligarse por un futuro decente.

Para ello, las personalidades como Andrés Manuel, Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard y otros más deben guardar en el clóset sus protagonismos y buscar un acuerdo nacional para evitar que nos aten a la piedra de sacrificios de las financieras y las empresas mediáticas, quienes dominan el planeta. De otra manera, ellos también serán culpables de esta regresión, ya que por sus individualismos y ansias de poder harán que la derecha gane otra batalla importante.

@jamelendez44

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