Escrito por Jorge Meléndez Preciado
Se veía inevitable que
la regresión petrolera triunfara en nuestro país. No únicamente porque
era una exigencia de Estados Unidos desde hace tiempo (Reporte Índigo,
10 de diciembre). Ni siquiera debido a los chantajes y las imposiciones
del PAN. Tampoco a los temores de Enrique Peña Nieto respecto a que no
vendría inversión extranjera sino se otorgaban licencias y concesiones
a las petroleras. Ni siquiera por la desunión de la izquierda que está
encajonada en diferentes grupos que les impide ver la realidad. No. La
verdad es que en México avanzó la derecha a partir del sexenio de
Miguel de la Madrid, sin que se le encarara convenientemente. Y en
esto tiene la culpa un senador que ahora se las da de izquierdista y
cuando fue secretario de Gobernación toleró absolutamente todo contra
las fuerzas progresistas, Manuel Bartlett.
El
esquema que tenía pensado Enrique respecto a la reforma energética y la
inversión extranjera en dicho rubro, se transformó rápidamente en la
sumisión a las peticiones albiazules, las cuales son de una cesión de
soberanía inconcebible, como bien lo apuntó Javier Corral, ya que Gómez Morín, contrario a la expropiación petrolera, no estaba por darle todo a las empresas trasnacionales.
Y esta mayor derechización, en momentos
que se cuestiona incluso en Harvard el esquema neoliberal, es producto
de los dirigentes panistas que son de un atraso fuera de serie. Sus
nombres lo dicen todo: Gustavo Madero, Ernesto Cordero y Josefina
Vázquez Mota.
El primero no ha producido una sola
idea que se recuerda; sólo ocurrencias. El segundo, es evocado como el
funcionario de los seis mil pesos para comprar departamento, automóvil
y mandar a estudiar a los hijos a escuelas privadas –por cierto, éste
fue quien concibió que el presupuesto federal sirviera para becas en
universidades confesionales–. Y la tercera es de vergüenza, porque ni
siquiera Dios la hizo viuda para aspirar a la plenitud. Claro, detrás
de ellos hay todavía peores: quienes los manipulan desde el exterior o
dan cátedra de política siendo unos perfectos fracasados.
Y este trío, junto con otros, no es que
hayan espantado a Peña Nieto, sino que hicieron equipo con los
priistas: Ángel Gurría, Jesús Reyes Heroles (hijo del ilustre
reformador), Luis Téllez, Herminio Blanco, José Andrés de Oteyza y
muchos otros, ligados a organismos y compañías internacionales que han
penetrado en el tejido económico, social, televisivo e informático.
Los organismos noticiosos machacaron
que sólo mediante el desmantelamiento de Pemex, la desaparición del
sindicato –de los más corruptos del país pero que era una herencia
simbólica de los trabajadores como vigilantes– y permitiendo la gran
explotación llegarían mayores ingresos, utilidades y obras
importantes para la nación.
Los hechos dirán lo contrario muy
rápidamente, pero lo preocupante es que la izquierda, las fuerzas
progresistas, los intelectuales, los artistas (con sus conocidas
excepciones) y muchos otros no lograron reaccionar a tiempo. Es más,
cada uno incluso a esta hora, está en su casa enojado, desorientado y
gritando destempladamente que ya llegó el robo del siglo XXI. Ni
siquiera se han puesto a ver que con ello viene la depredación
territorial con el famoso gas de las lutitas y la perforación en pozos
de aguas profundas.
Hace algunos ayeres, Nikito Nipongo en: Pemex muere
y Heberto Castillo en sus espléndidos artículos nos llamaban a cuidar
el oro negro, a no desperdiciarlo vendiéndolo al exterior, en evitar la
contaminación de las aguas –el Ixtoc en la época de López Portillo fue
una llamada de atención hoy olvidada–, a utilizarlo para fertilizantes
y otros productos que no degradaran el suelo y a usarlo como carta para
un juego donde el imperio de siempre –los Estados Unidos, y a su lado
las famosas siete hermanas petroleras–, no pudiera subyugarnos.
El compromiso 54 del Pacto dice: “Se
mantendrá en manos de la Nación, a través del Estado, la propiedad de
los hidrocarburos y de Pemex como empresa pública. En todos los casos
la Nación recibirá la totalidad de los hidrocarburos”.
Simple demagogia. Ni PAN, ni PRI, ni
Peña Nieto aseguran esto. Por lo tanto, su firma no vale ni para este
ni para otros momentos. Así pues, en el primer año del sexenio donde ya
van más de 19 mil asesinados, se ha roto no sólo el protocolo sino
cualquier ilusión acerca de un futuro mejor para el país. Quizá sea
bueno ello con el fin de llamar a todos los que no están dispuestos a
ser sumisos y dóciles, a coaligarse por un futuro decente.
Para ello, las personalidades como
Andrés Manuel, Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard y otros más deben
guardar en el clóset sus protagonismos y buscar un acuerdo nacional
para evitar que nos aten a la piedra de sacrificios de las financieras
y las empresas mediáticas, quienes dominan el planeta. De otra manera,
ellos también serán culpables de esta regresión, ya que por sus
individualismos y ansias de poder harán que la derecha gane otra
batalla importante.
@jamelendez44
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