2/07/2014

Ocaso y Asian Trio


Jazz

Maroto, mejor que nunca

Antonio Malacara

Los discos físicos se siguen multiplicando ante el desconcierto de quienes vaticinaban su desaparición desde hace ya algunos años; y los del jazz local se siguen acumulando entre las amplias pilas de mi escritorio y el reducido espacio de esta columna. Escribir una reseña de cada uno de ellos resultaría imposible… aunque hay discos que se abren paso por sí mismos, que nos imponen su esencia y su presencia para ser contados, para ser narrados.

Ocaso es uno de ellos. Pocas veces en cincuenta y tantos años hemos escuchado un disco tan completo… probablemente se noten ciertos resbalones en la posproducción, pero la propuesta estética y la instrumentación no tienen mácula (No tienen madre, decía Mario Ugalde ante la excelencia de un disco, cuando nos visitaba en Clavería).

Abraham Barrera es el causante y culpable principal de todo esto. Entre los tres discos compactos que presentó este pianista en 2013, el de Ocaso es algo especial no sólo por la belleza y la complejidad de sus composiciones, o por el virtuosismo de sus tres ejecutantes; resulta también algo singular porque es la primera vez que Antonio Sánchez graba en México, con músicos locales, después de haberse instalado como uno de los bateristas más importantes en el escenario internacional.

Y si a todo esto le agregamos el pulso y la pasión orgánica de Aarón Cruz en el contrabajo, pues nomás imagínense (bueno, no se lo imaginen, mejor compren el disco y escúchenlo a placer). Aunque aquí habría que apuntar que las consabidas y formidables improvisaciones del maestro se vieron un tanto amuralladas por la estructura misma de las composiciones de Abraham, pues la mayor parte de las líneas del contrabajo ya iban acotadas en el papel. Que no por ello dejan de ser altamente disfrutables, por supuesto.

Esto es una suerte de música académica contemporánea llevada a los terrenos del jazz. Desde sus primeros compases, Barrera inserta suaves y afables líneas melódicas en medio de complicados y a veces inextricables juegos armónicos, cubriendo todo esto con tremendas polirritmias, con pasajes donde cada uno de los instrumentos trota en compases diferentes, creando atmósferas de la más absoluta contemporaneidad. Hasta llegar a la propuesta mexicanista de una trilogía dedicada a Carlos Fuentes.

Arseni Tarkovski decía (dice) que la muerte no existe en este mundo, que son inmortales todos y todo es inmortal. Aunque un siglo después tendríamos que agregar que hay de inmortales a inmortales.

Otra joya de reciente aparición es Asian Trio, disco grabado por Diego Maroto du-rante su reciente gira por Singapur, Japón, Indonesia y Malasia, específicamente, en la ciudad de Kuala Lumpur, la de mayor densidad y movimiento en Malasia. Aunque la sorpresa mayor no era que un saxofonista mexicano anduviera tocando y grabando en el lejano oriente, sino que a pesar de ser uno de los músicos más completos y uno de los mejores improvisadores de nuestra historia, el maestro Maroto tuviera un solo disco en su haber: Mundo paralelo, de 2003. Bueno, pues ahora son dos.

Sin vuelta de hoja, es el disco de la década. Su contenido: jazz contemporáneo y hard bop del siglo XXI; una gran técnica instrumental, que no por híper disciplinada deja de jugar y de desbordarse en irreverencias; fraseos que fluyen con pasmosa agilidad y con una garra frágil y poderosa (no débil, no endeble, sólo frágil y poderosa).

Las bondades de la aldea global se despliegan en el atlas con la propuesta del sax mexicano y el soporte de dos músicos singapurenses: Jonathan Ho al contrabajo y Benjamin Low en la batería; el primero, de excelente pulso y gran imaginación, alcanzando reiteradamente la proporción ideal entre sus diálogos con el saxofón; el baterista es cumplidor, aunque en Passion dance, de McCoy Tyner, alcanza magníficos niveles.

Diego Maroto está tocando mejor que nunca, en plena madurez humana y conceptual, torciendo y retorciendo magistralmente las líneas del sax sin romper un solo instante con la pulcritud de los esquemas. Además de sus rolas y la Tyner, incluye una nostálgica recreación de Duke Ellington y dos iconoclastias de Luri Molina, otro de los grandes de este adolorido país, con más de tres años en trabajo de parto. Salud.

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