10/01/2014

Baja Sur: el desastre y la reconstrucción

Detrás de lo Noticia
Ricardo Rocha
Los Cabos, BCS.— A pesar de tantas tragedias que uno ha visto y testimoniado, la fuerza descomunal de Odile ha sido inaudita y tal vez inédita. Más destructiva aún que Wilma, Gilberto, Paulina y los recientes Ingrid y Manuel. 
Su paso feroz fue con aguas arrolladoras y vientos inmisericordes de hasta 240 kilómetros por hora. La única forma que se me ocurrió para entenderlo es que si uno se quedara a la orilla de una carretera con la vista fija al frente y un auto cruzase a esa velocidad apenas lo percibiríamos un instante. Así de fugaz pero letal fue este huracán, que se quedará en la memoria de estos hombres y estas tierras. 
El recuento de los daños es brutal: pérdidas por al menos mil millones de dólares —más de 13 mil millones de pesos— en el corredor turístico de Cabo San Lucas a San José del Cabo, cuyo aeropuerto sufrió daños mayores y hubo de cerrarse; 30 mil turistas extranjeros y nacionales hubieron de ser albergados y luego evacuados en una operación de emergencia para la que fueron desplazados más de mil elementos de la Marina; seis muertos, 200 heridos, 20 mil casas y decenas de hoteles severamente deteriorados. 
Pero tal vez el daño mayor y más paralizante es que Odile dejó sin luz y energía a toda esta vasta y estratégica zona turística no sólo de esa región sino de todo el país. Tumbó ocho mil postes y dejó inservibles 534 torres de transmisión de alta tensión; como si un godzilliano gigante las hubiera aplastado, echando abajo sus pesadísimos cables. Le hablo de esas grandes torres que todos hemos visto, de 35 metros de alto y siete toneladas de peso cada una. Por eso, me explicaba Enrique Ochoa, el director de la CFE, se desplazaron hasta aquí más de cinco mil trabajadores de todo el país para la rehabilitación de la infraestructura energética. A propósito, el plazo difundido de tres meses es para la restauración total; la emergencia de la reactivación del fluido eléctrico se resolverá esta semana. Pero no es tan sencillo como volver a subir el switch que Odile bajó. Hay que recorrer decenas de kilómetros o trepar cerros caprichosos con vehículos todoterreno para llevar materiales y mediante potentísimos helicópteros levantar estructuras provisionales de aluminio que soportarán las toneladas de cables ahora aletargados en árboles y piedras. En paralelo, se trabaja en la rehabilitación de las grandes torres originales. 
Y es que, sin luz y energía, la reconstrucción en Baja California Sur será imposible. Y el tiempo apremia. La temporada turística va de octubre a enero. Y aquí se “vive” del turismo. Aunque muchos “sobrevivan” apenas del turismo. Porque al igual que ocurre en Cancún, Vallarta y Acapulco, la gran mayoría de los trabajadores del sector —sobre todo pobladores originales— se encuentran en condiciones de pobreza y aun de miseria. La misma vieja, contrastante e injustificable paradoja de los cuartos y suites de miles de dólares a no muchos kilómetros de la marginación, donde habitan quienes hacen el aseo en los grandes hoteles. 
Bajo cualquier óptica, el proceso de reconstrucción aquí será un desafío gigantesco. Y ante la pregunta de cuál es la prioridad, si las zonas habitacionales y populares o la lujosa zona hotelera, la respuesta parece convincente: parejo, se trata más bien de criterios técnicos; en todo caso, ambas dependen una de la otra. 
Lo destacable es que los sudcalifornianos están de pie y luchando. Salvo excepciones rapiñezcas de los menos, los más son mexicanos de ley. Gente de trabajo, de sol abrazador de 40 grados y hasta de lluvias y huracanes. Aunque ahora a Odile “se le haya pasado la mano”. 
En cualquier caso, ellos y nosotros debemos aprender esta nueva lección de un planeta al que hemos vuelto loco y que nos reclamará cada vez más fuerte, como ahora, a través de Odile, en estas tierras de playas bellísimas y grandes montañas a la orilla del mar.

ddn_rocha@hotmail.com

Periodista

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