5/12/2015

Criminalización de la protesta como política del Estado mexicano


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Ilustración: Pe Aguilar / @elesepe1

Es un hecho que al paso de los sexenios, la criminalización de la protesta social se ha convertido en una política del Estado mexicano, porque se trata de una estrategia concebida para debilitar la resistencia de las clases mayoritarias a las políticas públicas reaccionarias y entreguistas con las que está comprometido el grupo en el poder, una vez que se firmó el Tratado de Libre Comercio (TLC), bajo el cual el destino de México quedó a merced de los grandes intereses trasnacionales, particularmente los de Estados Unidos.
La criminalización de la protesta social es una de las tácticas más sistemáticas e intensivas impuestas por esos intereses que no conocen fronteras ni límites a su voracidad, como se puso de manifiesto en el foro No a la violencia en la protesta, que forma parte de las actividades por la apertura de la oficina regional para las Américas, con sede en nuestro país, de Amnistía Internacional (AI). Sin embargo, reuniones como ésta, por importantes que sean, serán insuficientes para crear conciencia entre la población de las llamadas economías emergentes, sobre el imperativo vital de organizarse para resistir las políticas genocidas de los amos del mundo.

Es oportuno citar a Daniel Estulin, autor del documentado libro Club Bilderberg: “Desde 1994, cuando David Rockefeller exigió que se acelerasen los planes para el empuje final de la conquista global, toda la población del planeta se ha visto abrumada con una crisis financiera y ambiental después de otra, paralizada por un terror de baja intensidad, una técnica, según descubro en este libro, usada con frecuencia por los ingenieros sociales como condición necesaria para mantener a sus sujetos en un desequilibrio perpetuo. El Nuevo Orden Mundial se alimenta de guerras y sufrimiento, de descalabros financieros y crisis políticas para mantener la expansión de su aplastante movimiento”.

De ahí que sea pura burda demagogia lo que se nos dice una y otra vez, de que el gobierno de México “está trabajando intensamente” para superar los problemas que más agobian a los mexicanos. Como el discurso de Enrique Peña Nieto con motivo de la celebración del 5 de mayo. Dijo que su administración tiene el compromiso de “lograr que las familias puedan vivir tranquilamente, caminar por las calles y plazas, convivir en parques y espacios públicos… continuaré encabezando los esfuerzos para mejorar las condiciones de seguridad y de justicia, a fin de alcanzar el México de paz y tranquilidad que nos hemos propuesto”.

Su único e ineludible compromiso es con los promotores del Nuevo Orden Mundial, los grandes poderes trasnacionales capaces de crear guerras, tirar gobiernos democráticos, desestabilizar monedas y poner en jaque el sistema financiero. Estulin se refiere a la trampa que significan ONG al servicio de los globalizadores o fascistas de nuevo cuño y cita las conclusiones de la Environment Conservation Organization de enero/febrero de 1996: “La estrategia para acelerar el Gobierno Global incluye programas para desacreditar a individuos y organizaciones que provoquen una presión política interna o acciones populistas, que no apoyan la nueva  ética global”. ¿No es lo que hemos estado viendo desde hace más de dos décadas?

En esa misma ceremonia conmemorativa de la batalla del 5 de mayo en Puebla contra un ejército invasor, el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, dijo que “México es acosado por circunstancias que no merece”, y destacó que hay “apátridas que lucran con el envenenamiento físico y moral de los jóvenes”. Pues sí, efectivamente, sólo que desvió sus dardos críticos hacia el blanco equivocado. Las “circunstancias que no merece” nuestro país no provienen del narcotráfico, sino de las presiones de los súper poderes que nos quieren aniquilar como nación soberana y colocarnos en calidad de basurero de los desechos tóxicos de Estados Unidos y Canadá, además de saquear de manera despiadada nuestros recursos naturales.

Los verdaderos “apátridas” no son los delincuentes, por muy bien organizados que estén, sino quienes tienen la responsabilidad de defender al Estado mexicano, y en vez de hacerlo con el patriotismo que demostraron los liberales que lideró Benito Juárez, lo entregan en bandeja de plata a los todopoderosos titiriteros del mundo, quienes no descansarán hasta lograr sus planes de edificar una sociedad robotizada y gobernada sólo por ellos. Parece ciencia ficción, pero es una realidad que avanza con firmeza, porque hasta el momento tienen todo a su favor.

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