5/16/2015

Tirando del hilo de la explotación


Día del Comercio Justo

Las multinacionales basan sus beneficios en una producción hecha por mujeres que cosen la ropa que llena los armarios de medio mundo en unas condiciones miserables

 Redacción AmecoPress

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Madrid, 12 mayo. 15, AmecoPress El pasado 9 de mayo se celebró el Día del Comercio Justo. Esta vez, organizaciones y medios de comunicación quisieron “tirar del hilo” de la explotación que caracteriza la industria textil, un sector fuertemente feminizado. Si bien debemos hacer un llamado a las conciencias de quienes consumen, es necesario, de manera especial y con honestidad, señalar a las responsables de esta situación: multinacionales y gobiernos que las respaldan. No basta con decir a la gente que no compre una prenda que cuesta poco porque estará siendo cómplice de la explotación. Sabemos de marcas que no venden una camiseta precisamente a tres euros y que basan sus beneficios en una producción hecha por mujeres que pasan su vida cosiendo ropa que llena los armarios de medio mundo en unas condiciones miserables.
Las grandes marcas se han especializado en el diseño y la distribución. Para abaratar costes, la confección se subcontrata con talleres textiles del Sudeste asiático, la India o Marruecos donde las trabajadoras – en su mayoría mujeres – cosen las prendas por sueldos miserables durante jornadas laborales que se extienden durante 12, 14 e incluso 16 horas diarias en talleres sin las mínimas condiciones de seguridad e higiene.
El sector textil es uno de los más intensivos en fuerza de trabajo y uno de los más feminizados: el 80% son mujeres y la mayoría son jóvenes. A pesar de ello, y tal como señala la Campaña Ropa Limpia en sus estudios, “en la mayor parte de los sitios ganan menos que los hombres, incluso por el mismo trabajo de operario cualificado”

Así, si a nivel general las mujeres cobran entre un 10% y un 50% menos que a los hombres por realizar trabajos similares o de valor comparable, esa brecha salarial es especialmente marcada en el sector de la confección. Esta discriminación salarial implica que las mujeres “tienen mayor probabilidad de estar desnutridas y carecerán de un hogar decente, acceso a asistencia médica y servicios comunitarios como agua limpia y condiciones de salubridad”. Además, como se ven obligadas a trabajar más para llegar a final de mes, es común que sufran agotamiento y lesiones causadas por el estrés y la sobrecarga de trabajo.

El textil es, por tanto, un buen ejemplo de cómo la globalización ha provocado la feminización de la pobreza, como lo demuestra que un 70% de las personas en situación de pobreza en el mundo sean mujeres y niñas. En el caso de la confección, esa pobreza aparece vinculada a la condición de migrantes de muchas trabajadoras, que se desplazan desde las zonas rurales a las ciudades, dentro de su propio país, y también al extranjero para encontrar un trabajo para poder mantener a sus familias. Dichos empleos suelen ser ilegales, por lo que estas mujeres carecen de protección legal y, si se atreven a protestar, se les amenaza con la deportación. Separadas de sus familias y su comunidad, estas mujeres –en su mayoría adolescentes – suelen vivir hacinadas con otras trabajadoras como ellas para poder enviar dinero a casa.

Las mujeres representan varias ventajas para las empresas. En primer lugar, consideran que sus manos son más ágiles para la costura, corte y confección. A menudo cuentan con menos organización sindical y es más fácil contratarlas por un breve espacio de tiempo y un salario muy bajo, pues se asume que el ingreso familiar principal es el del varón. Pero no siempre es así. Los estudios demuestran que, a nivel mundial, son las mujeres, cada vez en mayor medida, quienes asumen la responsabilidad del sostenimiento de las familias. En términos económicos, se ocupan no sólo de las tareas de reproducción –el trabajo doméstico, el cuidado-, sino también de la producción, y para ello desarrollan creativos modos de organizar su supervivencia.

Deslocalización

La Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ) - una plataforma que agrupa a 29 organizaciones vinculadas al Comercio Justo y que realizan tareas de importación, venta final y/o sensibilización en el Estado español – aporta datos sobre los que vale la pena reflexionar. Por ejemplo, el 60% de la producción mundial de prendas de vestir se concentra en Asia, pero las grandes pasarelas aún siguen siendo París, Nueva York, Milán y Londres.

JPG - 34.5 KBSETEM/Campaña Ropa Limpia, señala que mediante las cadenas de subcontratación las multinacionales “deslocalizan la producción y también deslocalizan el riesgo; subcontratan responsabilidades”. Las empresas no poseen los centros de producción y las subcontratas tienen que competir por conseguir los pedidos, lo que ha supuesto una dura competición en precios, con el consecuente empeoramiento de las condiciones sociales y medioambientales.

A estos proveedores se les exigen, a menudo, duras cláusulas en las que tienen que asegurar producciones cambiantes, almacenamiento e incluso transporte con unos márgenes de beneficio para las fábricas cada vez más reducidos. Ante esta creciente presión, las pequeñas factorías han ido cerrando en favor de centros más grandes y los proveedores han pasado, por una parte, a ser más dependientes de las grandes multinacionales de distribución –puesto que estas a su vez también se han concentrado – al mismo tiempo que han reforzado su posición como actores en la cadena de suministro. Así, la mayor parte de las multinacionales han reducido el número de proveedores, al menos en teoría, con el objetivo de reducir costes. Sin embargo, en la práctica, estos centros de producción siguen recurriendo a talleres ilegales y al trabajo en los hogares para satisfacer los exigentes pedidos de la industria.
6 euros diarios para quienes confeccionan nuestra ropa

El informe de Salarios Dignos de la Campaña Ropa Limpia subraya cómo, a pesar de enfrentar jornadas de 12 y 14 horas, las trabajadoras del sector obtienen salarios que están muy lejos de ayudarlas a salir de la pobreza. El salario medio en el mundo globalizado es de 6 euros diarios para quienes confeccionan nuestra ropa.
La Campaña Ropa Limpia repasa la actuación de las empresas líderes del sector, entre ellas las españolas, y concluye que marcas como Inditex, Mango y Desigual deben desarrollar parámetros que garanticen el pago de un salario digno y publicar información al respecto.

Accidente en Bangladesh

El 24 de abril de 2013, el Rana Plaza, un edificio de ocho plantas que albergaba talleres textiles se derrumbó en Savar, una localidad cercana a la capital de Bangladesh, Dacca. Murieron 1.130 personas, en una crónica ya anunciada. En Bangladesh no sólo los costes salariales son ínfimos, sino que las condiciones laborales de seguridad e higiene son pésimas. Pronto se supo que las empresas locales del Rana Plaza eran proveedoras de firmas internacionales y el impacto internacional de la noticia obligó a varias marcas a reunirse y anunciar mejoras en las condiciones de seguridad.

Tras una intensa campaña internacional impulsada por sindicatos y organizaciones de defensa de los derechos humanos, 190 empresas de países de la Unión Europea y Asia, así como Canadá, Estados Unidos y Australia firmaron el Acuerdo sobre seguridad en edificios y prevención de incendios, mientras que 17 firmas estadounidenses, entre ellas Gap y Wal-Mart, anunciaron que crearían su propio plan.

Por su parte, el Gobierno de Bangladesh anunció el aumento del salario mínimo y aprobó una nueva legislación laboral que incluye la legalización de los sindicatos. El derrumbe del Rana Plaza abrió un debate internacional sobre las condiciones laborales en la industria textil y visibilizó la relación directa entre estos talleres y las firmas de la moda global. Casi todas las grandes marcas estaban conectadas, de forma directa o indirecta, con las fábricas siniestradas. Cuando la vinculación era directa, las marcas se vieron obligadas a prometer compensaciones a las víctimas, pero no todas las firmas han cumplido ese compromiso.

Autonomía y mejora de la condición social de las mujeres

La promoción de las mujeres es otro de los ejes principales en el Comercio Justo. Concretamente, en el sector textil de Comercio Justo, una amplia mayoría de las personas trabajadoras son mujeres. Su trabajo les proporciona una mejora de su situación económica y además favorece su independencia y autoestima, mejorando así su consideración social.
Se les ofrece, como a los trabajadores, formación técnica, profesional y de gestión económica, pero también en aspectos como derechos humanos y laborales, igualdad de género, empoderamiento, etc. lo que refuerza aún más su desarrollo personal y autonomía. Este es un aspecto especialmente importante si tenemos en cuenta la situación de marginación que viven las mujeres en países de Asia, África o América Latina.
Otros ejes del Comercio Justo son: el establecimiento de unos salarios dignos, condiciones laborales adecuadas y protección de la salud de las personas trabajadoras, protección del medio ambiente, pre-financiación de la producción, relaciones comerciales a largo plazo y la prima social - un añadido sobre el precio previamente pactado para invertirlo en aspectos que, de forma democrática, se hayan definido como prioritarios para mejorar la calidad de vida de la comunidad.

Fotos: archivo AmecoPress 

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