5/09/2011

Por el derecho a compartir las tareas domésticas

mayo 8, 2011


Los cuidados que prodigan las madres son la base invisible del sistema social y económico. El sistema económico sería insostenible sin el trabajo invisible, gratuito, que ellas realizan.No es posible enfrentar la injusticia social, la desigualdad entre los géneros, si no se aborda al mismo tiempo la sobrecarga de trabajo que a diario realizan las mujeres madres, que ocasiona serios problemas para su salud y desenvolvimiento social.

Por: Teresa Sosa

Durante la mayor parte del siglo xx el trabajo productivo y reproductivo se organizó sobre la base del modelo tradicional de familia, en el cual el hombre es el jefe de hogar y el encargado de trabajar de manera remunerada y percibir un salario con el cual se aseguraba la manutención de todos los miembros del grupo familiar.

Transformaciones sociales y demográficas provocaron que el modelo clásico de familia nuclear, en la cual sólo el hombre trabajaba de manera remunerada, se haya diversificado. Hoy las mujeres comparten con los hombres el tiempo de trabajo remunerado, pero no se ha generado un proceso de cambio similar en la redistribución de la carga de las tareas domésticas, las cuales se han incrementado a la par del crecimiento y envejecimiento de la población. Tampoco se ha producido un aumento significativo en la provisión de servicios públicos en apoyo a estas tareas, ni se ha logrado reorganizar la vida social con equidad entre los géneros.

El hombre, trabajador “ideal”

El ámbito productivo está pensado para un trabajador masculino “ideal”, que asume la jornada laboral (“este es mi trabajo”) y destina un tiempo muy limitado a las responsabilidades familiares. Siendo así, estos trabajadores deben contar con trabajo doméstico -llevado a cabo por las mujeres- que les permita atender sus propias necesidades y estar exentos de las responsabilidades del hogar y de cuidado de otras personas. En este contexto, la moneda corriente con la cual se cubren las demandas de trabajo reproductivo es el tiempo no remunerado de las mujeres.

Mujeres y trabajo remunerado

Uno de los cambios más significativos en el mercado laboral durante las últimas décadas fue la incorporación progresiva de la fuerza de trabajo de las mujeres al mercado laboral. El mayor incremento en la participación laboral se produjo entre las mujeres con responsabilidades familiares. El resultado a la vista de este significativo incremento es que hoy vemos a millones de mujeres madres formando parte del mercado de trabajo.

Sin embargo, pese al crecimiento sostenido de la participación de las mujeres en el ámbito productivo, en especial de aquellas con responsabilidades familiares, éstas continúan participando en el mercado laboral formal menos que los hombres. Esto sucede, entre otros factores, por la discriminación de género. Y porque numerosas mujeres de los sectores emprobrecidos tienen pocos años de educación formal, lo que les dificulta aún más encontrar trabajo en el sector formal de la economía.

Esto explica, en parte importante, la sobrerrepresentación de las mujeres pobres en empleos precarios, vulnerables y con bajas remuneraciones. La ausencia de horarios y lugares de trabajo fijos, les posibilita asumir en paralelo un trabajo remunerado, pero el resultado no es para nada óptimo; las responsabilidades que las empujan a insertarse en la economía informal, las llevan también a un callejón sin salida de empleos de mala calidad carentes de protección social.

Doble jornada

Como vemos, las mujeres siempre son responsables de las labores domésticas, sean amas de casa o trabajen de manera remunerada. En consecuencia, su actividad se prolonga en una doble jornada laboral que involucra una sobrecarga de trabajo y limita su acceso al ocio y a oportunidades de capacitación y participación social.

Los atavismos culturales suponen que todavía debe haber una mujer dentro del hogar dedicada completamente al cuidado de la familia. Los horarios escolares y de los servicios públicos de hecho no son compatibles con los de una familia en que todas las personas adultas trabajan remuneradamente. No se ha generado un aumento suficiente en la provisión de infraestructura y servicios de apoyo para cubrir las necesidades de niños, niñas y otras personas dependientes. Esto trae aparejado un alto nivel de tensión para las trabajadoras con responsabilidades familiares, en especial para las mujeres m adres, quienes continúan asumiendo la doble responsabilidad de trabajar dentro y fuera del hogar.

Compartir las tareas del hogar

Es necesario la demanda permanente sobre los varones para que asuman un mayor compromiso y responsabilidad en el ejercicio de las tareas domésticas y de crianza; para la transición de la valoración del varón como proveedor a la del padre comprometido con el bienestar emocional de la descendencia, con más implicancia afectiva, disponibilidad y proximidad a la familia, y mayor involucramiento en las tareas domésticas y de cuidado.

Estudios realizados revelan que los hombres participan nada o muy poco en las actividades cotidianas del cuidado de la casa. Y cuando lo hacen, se trata de trabajos ocasionales, como pequeñas reparaciones domésticas o del mantenimiento del auto, pero no de las tareas que son parte de la rutina diaria o de realización muy frecuente: cocinar, lavar los platos, limpiar la casa, lavar, planchar.

En especial, con respecto a la atención de los hijos, los informes de estos estudios sostienen que si bien los hombres tienen en la actualidad una mayor participación, están lejos de alcanzar los niveles de responsabilidad que tienen las madres. Como vemos, la inequidad entre mujeres y varones en el uso del tiempo aplicado al trabajo no remunerado del hogar, no se altera por el hecho de que ellas realicen trabajos remunerados fuera del hogar.

En consecuencia, muchas mujeres deben adecuar sus ritmos de trabajo a las necesidades y horarios de otros miembros del hogar, en particular en los momentos de las comidas y en función del horario escolar. Esto significa que el costo de la ausencia de conciliación es soportado principalmente por las mujeres a través de la intensidad en el uso de su tiempo. Lo cual deriva no sólo en un impacto negativo sobre su calidad de vida, sino también sobre la calidad de vida de las personas cuyo cuidado depende exclusivamente de ellas.

Las empleadas domésticas

Las mujeres que se desempeñan en el servicio doméstico tienen dos problemas que dificultan la conciliación entre el ámbito familiar y laboral.Por un lado no cuentan con los beneficios de la seguridad social y, por otro, sólo un porcentaje muy reducido de ellas recibe otros beneficios sociales, tales como aguinaldo, vacaciones pagadas.

Uno de los factores que inciden en la irregularidad de la situación laboral del servicio doméstico se vincula con el ámbito en el que se desarrolla la actividad laboral de estas trabajadoras –la unidad doméstica o el hogar–, ámbito de difícil acceso al control directo por parte del Estado. Entre los derechos que les son restringidos a estas empleadas se puede mencionar la exclusión del derecho del permiso por maternidad, especialmente relevante porque es una actividad ejercida casi exclusivamente por mujeres.

Las mujeres que se desempeñan en el servicio doméstico posibilitan la conciliación entre trabajo y familia de otras mujeres, en mejor situación socioeconómica, con más años de escolaridad, e insertas en trabajos de mayor calidad y remuneración. De esta manera, se configura una “cadena de cuidados” en cuyos diferentes eslabones mujeres reemplazan a otras mujeres en las responsabilidades y tareas de los cuidados familiares.

Sin embargo, estas “cadenas” tiene una falla importante, por ejemplo, tal como se rige el trabajo doméstico hoy, las empleadas domésticas están prácticamente imposibilitadas para compatibilizar sus necesidades personales, familiares y laborales.

VERDAD IRREFUTABLE

Las mujeres madres no sólo relevan a los hombres, a las familias, al sector privado, al sector gubernamental -que exige “colaboradoras”- de sus responsabilidades, sino que además subsidian al Estado ausente en las políticas sociales.


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