5/09/2013

Lorenzo Meyer: “Los funcionarios ven sus puestos públicos casi como un patrimonio”.


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Lorenzo MeyerLady Profeco clausurando restaurantes por un berrinche, funcionarios que se aprovechan del hambre para vender votos, y Carlos Romero Deschamps es sindicalista petrolero con un sueldo por debajo de los 25 mil pesos, pero su hija pueda comprarse bolsas de marca de más de 50 mil y su hijo puede comprar dos departamentos en Miami de más de 7 millones de dólares cada uno. La corrupción sigue siendo verdadero mal del país. El historiador Lorenzo Meyer hace un breve pero lúcido análisis sobre la corrupción en México.
Daniel Barrón: La corrupción y el crimen parecen arraigados en la cultura mexicana, pero ¿cuándo se da cuenta la sociedad civil que se trata de algo intrínseco a la política del país?
Lorenzo Meyer: Aquí la corrupción es un asunto de grado, siempre ha habido, siempre hay corrupción y me temo que siempre habrá mientras existan los sistemas políticos. Pero la percepción pública empieza a ver que hay un alto grado de corrupción en el alemanismo con una nueva clase política a la cual no se llama a cuentas porque existe un sólo partido. Es un monopolio del poder donde no hay pesos ni contrapesos, es una pirámide y en esa pirámide el poder presidencial es definitivamente el gran poder. La cultura cívica del mexicano común y corriente da por sentado que tener poder político equivale a aprovecharse de él. La corrupción puede definirse como el uso ilegítimo del poder que da un puesto público para el provecho personal. Los funcionarios ven sus puestos públicos casi como un patrimonio, vivimos una cultura patrimonialista, “yo soy el dueño de este puesto”.
DB: ¿Los ciudadanos contribuimos a la corrupción general?
LM: Ese argumento de que la sociedad mexicana también fomenta la corrupción, se ha expresado de muchas maneras pero yo le podría un reparo: no estamos en la misma posición de poder. Se dice bueno alguien paga una mordida, eso es fomentar la corrupción. Sí y no, porque no es lo mismo. Es que estamos en una situación de poder desigual, el ofrecimiento de una dádiva o de una mordida como decimos en México, está forzado. No es lo mismo ser súbdito que ser autoridad, porque en eso estamos como súbditos no como ciudadanos, entonces no se tiene la misma responsabilidad. La responsabilidad fundamental de la corrupción está en la autoridad. Está en quién tiene el poder formal y real.
DB: ¿Se puede cambiar este estado de cosas?
LM: El mercado, la sociedad de mercado en la que vivimos, nos exige casi tener nuestro cien por ciento de tiempo dedicado a nuestro trabajo, a nuestra supervivencia. Es muy difícil organizarse y exigirle a las autoridades, pero se ha hecho, se hace y tendremos que seguirlo haciendo. Tenemos que dar un extra para combatir a nuestras propias autoridades que son las que deberían evitar eso, para eso se les paga; entonces te diría que sí se puede pero es muy costoso, porque el ciudadano común tiene que trabajar para sobrevivir, entonces combatir a sus propias autoridades es un extra, y eso es difícil y en esa dificultad tienen puesta sus esperanzas los corruptos.

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