Néstor de Buen
La
verdad que es para no creerlo. La propuesta, aparentemente con voto
mayoritario en el Congreso, de ceder a empresas extranjeras la
explotación del petróleo, me parece una de las traiciones más dolorosas
en la historia del país. Comprendo que se invoquen razones económicas,
pero no me convencen.
El problema personal de López Obrador, padeciendo un infarto
aparentemente no tan grave, me ha llegado al alma. Ha sido la única
fuerza que ha hecho patente la inconformidad de nuestro pueblo con esa
medida indecente y ahora, naturalmente, no podrá seguir Andrés Manuel
con su insistente campaña a favor de mantener la plena nacionalización
del petróleo. Por razón natural, a Cuauhtémoc Cárdenas le tocará ahora
hacer lo posible y lo imposible para que no se lleve a cabo la apertura
al capital extranjero.
Convengo en que en mi caso, el problema lo veo como una ofensa
indecente en contra de la memoria del mexicano más distinguido de
nuestros tiempos, Lázaro Cárdenas. Como exiliado español me resisto a
creer que México esté dispuesto a desconocer su principal acción como
fue la expropiación petrolera, valiente y audaz, que aprovechó tiempos
en los que el conflicto que venía entre los aliados y los nazis hacía
pensar que no sería tan fácil una reacción violenta de la Gran Bretaña
y de Estados Unidos en contra de la decisión de Cárdenas. Tenían
problemas más serios que, a fin de cuentas, se resolvieron
favorablemente.
Si México ha crecido en el siglo pasado, pese a los notables errores
de los presidentes priístas en el manejo de la economía, se debe
precisamente a la expropiación petrolera.
No dudo que en la administración de Pemex los problemas han sido
mayores. Evidentemente que el problema sindical ha sido históricamente,
y lo sigue siendo ahora, el obstáculo mayor, pero también creo que la
corrupción tiene necesariamente dos protagonistas. Y no tengo dudas de
que el principal culpable haya sido la inadecuada administración de las
relaciones obrero-patronales.
Lo que me parece notablemente doloroso es la sensación de la
inutilidad de nuestro Congreso. La posibilidad de que se produzca la
mayoría mediante la alianza entre el PRI y el PAN dejando a un lado –el
de la dignidad– al PRD, es dramática. Lo cierto es que reafirma lo que
ya es un lugar común; el Partido Revolucionario Institucional ya no es
revolucionario y difícilmente institucional, enfermedad que viene
padeciendo ya desde hace mucho tiempo.
Tuve hace algunos años la oportunidad de tratar con Joaquín Hernández Galicia, la famosa Quina, que
dirigió con maestría el sindicato petrolero. Nos hicimos amigos en una
etapa en que tenía que actuar con prudencia e inteligencia para
amortiguar los efectos de una notable presión en su contra. Me
convenció de su manejo honrado, sin dejar de reconocer que muy cerca de
él se encontraban dirigentes de notable corrupción, y sin duda La Quina debió desembarazarse de esas compañías y fue un error notable no llevarlo a cabo.
También hay que reconocer que la corrupción sindical se ha encajado
en nuestra vida económica y jurídica no solamente en el ámbito
petrolero, sino en muchos más. El corporativismo sindical, auspiciado y
provocado por el sistema político, es sin la menor duda uno de los
motivos, si no el principal, que ha detenido nuestro crecimiento.
Pienso finalmente en los diputados y senadores que, en su caso,
tendrán que ser cómplices de la maniobra petrolera. Porque no dudo que
muchos de ellos tendrán en el fondo de su ánimo la conciencia de que su
voto a favor de la reforma violará su formación de origen, privándolos
de un orgullo antiguo que seguramente no ha desaparecido del todo. Pero
convengo que resulta difícil considerar que sean capaces de pasar por
encima de las consignas de su partido y actúen conforme a su conciencia.
Como quiera que sea, la lista con sus nombres deberá darse a
conocer, para que nuestra historia pueda calificar a los responsables
de haber votado, en su caso, en contra del interés superior de México.
Claro está que con la más espectacular mordida de la historia, que
cancela el viejo dicho de
Sufragio efectivo, no relección, empecemos a entender las razones de la actitud previsible del Congreso.
Entre tanto, manifiesto mi total simpatía y solidaridad con Andrés
Manuel López Obrador y con Cuauhtémoc Cárdenas por su clara oposición a
la maniobra. La historia los tendrá en cuenta.
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