5/28/2014

Estados Unidos, buen ejemplo de renovación cultural


Por Pablo Majluf  @ceeymx

Hace un par de semanas ocurrió algo en Estados Unidos que no se comentó mucho en México, pero debería servir de ejemplo a nuestra sociedad.

Los medios de comunicación difundieron una grabación privada de Donald Sterling, dueño de los Clippers de Los Ángeles, un equipo de basketball profesional, en la que el millonario despotrica contra negros y latinos con opiniones arcaicas de supremacía racial.

“Me molesta mucho”, se escucha a Sterling diciéndole a su novia, “que te vean en público con gente negra”.

“Puedes tener amigos negros, puedes invitarlos a tu casa, tener sexo con ellos si quieres, sólo te pido que no los traigas a mis partidos”, decía Sterling en pleno siglo XXI, como si el basketball fuera un deporte aún dominado por blancos wasps (siglas en inglés para “protestantes blancos anglo-sajones”).

Al minuto siguiente, cientos de personalidades públicas –empresarios, artistas, académicos, periodistas, deportistas y líderes morales– condenaron abiertamente la grabación.

La diatriba fue sistémica y total. La sociedad se quejó tanto, que la Asociación Nacional de Basketball (NBA, por sus siglas en inglés) dijo que intentaría quitar a Sterling la propiedad del equipo, lo multó con 2.5 millones de dólares, y le prohibió volver a aparecerse en un evento público de basketball profesional... de por vida.

Palabras de Adam Silver, comisionado de la NBA: “Estamos unidos en la condena contra las ideas de Sterling. Simplemente no tienen cabida en la NBA. Sentimientos de este tipo son contrarios a los principios de inclusión y respeto que dan fundamento a nuestra liga: diversidad y multiculturalidad”.

No dejaron de llover castigos. A medida que el escándalo ascendía, el resto de la industria cultural ejercía presión: los Clippers perdían miles de aficionados y patrocinios, se anulaban convenios comerciales y contratos de promoción, la marca dejaba de aparecer en los medios. Se enmarcaba el nombre de Sterling en el salón... no de la fama, sino de la infamia.

Este tipo de condena unánime de la sociedad estadounidense es una lección valiosísima de renovación cultural. El racismo, doctrina que hasta hace 60 años era tolerada –incluso premiada–, ahora es colectivamente castigada.

Cometer ese pecado hoy, al menos públicamente, le garantiza una ruina triste a cualquiera. Lo mismo le pasó a la famosísima chef televisiva Paula Deen, quien, gracias a un par de comentarios racistas, perdió su programa de televisión, sus patrocinios, publicaciones y, lo más doloroso, su reputación.

La clave de estos procesos de renovación cultural es que se fraguan a través de premios y castigos que están más allá de la ley, aunque no la excluyen. La pérdida de patrocinios y contratos comerciales, las condenas públicas, incluso las sanciones de la NBA en realidad son castigos morales o, podríamos decir, supra legales.

Son el desprecio colectivo hacia alguien –en este caso Sterling– que no ha entendido algo que ya entendieron los demás: la estupidez retrógrada del racismo. Y son el mejor indicador de que existe un consenso evolutivo en una sociedad.

Bueno, algo así debería ocurrir en México. No sólo con el racismo, sino por ejemplo, la corrupción. Hagamos que provoque ignominia, vergüenza, infamia y deshonor. Si la ley escrita en México no basta, hagamos que los corruptos pierdan amigos, familiares, trabajo, que se les cierren las puertas de la sociedad.

Así, sólo así, garantizaremos el Estado de derecho. No al revés. Primero debe haber un cambio mental, casi espiritual –que la sociedad en conjunto condene públicamente la corrupción–, después florecerá la legalidad.


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