Reforma energética
Es
muy probable que mediante la fuerza bruta y el avasallamiento
parlamentario pueda la extrema derecha, representada por el PRI, el PAN
y la facción podrida del PRD, imponer la privatización y
extranjerización de la industria petrolera mexicana.
Pero esto no
será el fin de la historia, pues la historia, como bien sabemos, no
tiene fin. Será sólo una fase de la cinco veces centenaria lucha entre
las fuerzas populares y las de la reacción, el imperialismo y el
malinchismo.
Varias veces a lo largo de esos cinco siglos
se han sucedido victorias y derrotas para cada uno de los bandos en
eterna pugna ideológica, política, económica y hasta armada.
Los siglos XIX y XX trajeron consigo tres grandiosas victorias de las
fuerzas populares: la independencia política de México (1810-1821) con
respecto al hasta entonces aparentemente imbatible colonialismo
español; la Reforma (1857-1867), con Juárez al frente, que desmontó los
privilegios ideológicos, políticos y económicos de la iglesia católica
y venció en toda la línea el intento recolonizador europeo; y la
Revolución Mexicana (1910-1917) con una Constitución Política cuya
definición más trascendente fue dar a la nación la propiedad
inalienable e imprescriptible del subsuelo.
También en ese
siglo XIX hubo grandes derrotas para las fuerzas populares. La mayor,
sin duda, fue la invasión imperialista estadounidense que arrebató a
los mexicanos, por la fuerza de las armas, más de la mitad del
territorio nacional y que fue calificada por el insigne maestro y
economista Jesús Silva Herzog (el patriota, no sus descendientes del
mismo nombre) como la Infamia del 47.
Ahora, a comienzos
del siglo XXI, ese mismo enemigo histórico y feroz del pueblo mexicano
amenaza con arrebatarnos una riqueza semejante a la que nos arrebató
con la Infamia del 47. Sólo la fuerza de los cañones, la traición de
los pripanistas de entonces, el despoblamiento de aquellos territorios
y la carencia de una sólida conciencia nacional pudo hacer
irreversible, hasta ahora, aquel robo histórico.
Hoy las
cosas son sustantivamente distintas. De nuevo nos amenazan, como es
evidente, el imperialismo y la traición de los actuales pripanistas.
Pero ahora existe y es muy grande y fuerte una conciencia nacional
patriótica, popular y antiimperialista que, acaso vencida
temporalmente, sin duda en los próximos meses y años hará valer el
derecho inalienable e imprescriptible que los mexicanos tienen sobre el
subsuelo de su patria.
Abundan los ejemplos históricos de
una derrota que andando el tiempo se convierte en victoria. Ahí están,
sin ir más lejos, las gestas de Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Lázaro
Cárdenas. Y, en el plano internacional, la aparentemente imposible
derrota del colonialismo francés y estadounidense en Indochina
(1954-1975).
También Fidel Castro sufrió en 1953 una
derrota aplastante que seis años más tarde él mismo y su pueblo
trocaron en maravillosa victoria que alumbra la lucha de muchos pueblos
por su emancipación de colonialismo e imperialismo.
Casi
todos los pueblos de Europa y la Unión Soviética vivieron las horas
amargas de una sangrienta y prolongada derrota que parecía
irreversible. Pero en Moscú, Leningrado y Stalingrado esa derrota se
convirtió en gloriosa victoria sobre el imperialismo nazi.
Y ahí están los casos de los actuales procesos emancipatorios en
Venezuela, Argentina, Ecuador, Uruguay, Nicaragua y Bolivia, que han
convertido dolorosas derrotas en victorias populares. México ya
transitó en el pasado y con éxito la ruta emancipatoria. Por qué no
habría de volver a transitarla. No serán los pripanistas más poderosos
que los Hitler, los Videla, los Batista, los Somoza.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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