Tomás Mojarro
Y nació como reacción de gobiernos surianos contra el sistema neoliberal, ese demoledor de unas soberanías nacionales que a juicio de los Estados Unidos ya no existen ni deben existir. Hoy, a 20 años del Tratado de Libre Comercio firmado entre los gobiernos de México, EU y Canadá, que tanto de positivo y negativo ha significado para el país, vale exponer los esfuerzos de la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) por desembarazarse del agio internacional y de esas “políticas neoliberales que agravaron las condiciones de vida de una gran parte de las poblaciones, a un aumento de las desigualdades en la distribución de los ingresos y la riqueza, a una pérdida del control de los países de la región y a un aumento del flujo migratorio”.
En la década anterior 6 presidentes firmaron en Buenos Aires el acta fundacional del Banco del Sur con un capital inicial de 7 mil millones de dólares. Los firmantes: por Argentina Néstor Kirchner, por Venezuela, Hugo Chávez, y Luiz Ignacio Lula da Silva, del Brasil, y de Ecuador Rafael Correa, con Evo Morales y Nicanor Duarte a nombre deBolivia y de Paraguay, respectivamente. Este nuevo organismo bancario vino a significar, así apenas a escala de símbolo, una alternativa frente al agio del Banco Mundial, el Monetario Internacional y el Latinoamericano de Desarrollo. Era el intento de dichos países de zafarse del modelo neoliberal, depredador de comunidades.
Por que mejor entendamos esa rebelión de gobiernos surianos contra el neoliberalismo que en 1983 inficionó la economía y anexas de este país y se amacizó con los gobiernos posteriores, aquí delineo un somero retrato hablado, escrito, descrito, de ese modelo global productor de unos pocos ricos Slim y una comunidad de pobres cada día más necesitados, y el lugar común: en la humanidad se perpetran dos delitos fundamentales: la riqueza y la pobreza. Las voces de analistas diversos:
El neoliberalismo es un sistema de dominación y acumulación que no ofrece una salida al futuro latinoamericano. Su tendencia hacia la polarización de la riqueza social y la exclusión de las mayorías define su ciclo de vida como de corto y mediano plazo. Bajo el modelo keynesiano-cepalino de la Revolución Mexicana y el contrato social de la constitución de 1917, el PIB per capita del país creció 3.1 por ciento entre 1934 y 1982; la inversión fija bruta per capita se expandió con una tasa media anual del 6.5 por ciento entre 1940 y 1982. Bajo el modelo neoliberal, el PIB per capita se contrajo, entre 1983 y 1996, a una tasa del 0.8 por ciento anual. Los salarios mínimos pierden el 68.2 por ciento de su poder adquisitivo”.
En febrero de 1945 EU impuso la Carta Económica de las Américas para poner fin “a todas las formas de soberanía en todos los pueblos del Sur”, aun si para ello se requerían “Estados policiales”. ¿La razón de la Carta? Que los latinoamericanos exigían “políticas diseñadas para lograr una distribución más amplia de la riqueza y elevar la calidad de vida de las masas”.
Inaceptable; no podía permitirse la soberanía. Tenían libertad, “pero libertad para hacer nuestras decisiones. Alguien tiene que controlar al Tercer Mundo y garantizar que no intente ser independiente. Nosotros tenemos el monopolio de la fuerza”.
Las mismas preocupaciones subyacen en el TLC, del que la propaganda afirmaba que sería en extremo benéfica para los trabajadores de México. La propaganda se abandonó calladamente cuando los hechos mostraron lo obvio, que al fin se tuvo que admitir. (Más de esto, mañana.)
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