Álvaro Delgado
Salinas de Gortari en el velorio del expresidente Miguel de la Madrid, en septiembre de 2012. Foto: Benjamín Flores |
MEXICO,
D.F. (apro).- Igual que lo hace Enrique Peña Nieto con la reforma
energética, Carlos Salinas –su mentor– prometió que México se
transformaría en un paraíso con el Tratado de Libre Comercio con
Estados Unidos y Canadá. Pero fue –es– una monumental mentira.
A
dos décadas de su entrada en vigor y luego de los gobiernos de Ernesto
Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón –de distinto partido, pero
idéntica concepción económica y política–, el TLC no cumplió lo que la
propaganda oficial y oficiosa difundía.
Ni siquiera en el rubro
de las exportaciones mexicanas hay buenos resultados, porque si bien
crecieron espectacularmente durante dos décadas –lo que suelen destacar
los panegiristas del TLC–, hay una concentración en muy pocas empresas,
la mayoría trasnacionales, y su contenido en insumos es… estadunidense.
Tal
como lo documentó el reportero Carlos Acosta, en el número de Proceso
en circulación, con base en cifras oficiales, con el TLC la economía no
creció como se prometió, no se crearon los empleos suficientes ni los
salarios se recuperaron, no se frenó la migración ilegal a Estados
Unidos, no se abatió la desigualdad social ni se redujo la pobreza.
Fue
–es– un gran fiasco. Por ejemplo, no hubo “más y mejores empleos”, como
prometió Salinas, el salario se erosionó 30% y creció el número de
pobres.
Sobre el desempleo, Acosta detalla en Proceso: “En 1994
había una población ocupada de 28 millones 166 mil personas. De ellas,
sólo 10 millones 71 mil –es decir, casi 36%– estaban aseguradas por el
IMSS. Trabajos formales, pues. El resto, poco más de 18 millones 45 mil
eran trabajos sin seguridad social ni protección laboral, o sea,
informales.
“Para 2013, con las últimas cifras del Inegi y del
IMSS, la población con trabajo era de cerca de 46 millones 577 mil
personas. De ellas sólo 16 millones 773 mil –33.8%– correspondían a
empleos formales; el resto, poco más de 32 millones 800 mil, eran
informales.
“Es decir que en 2013 había casi 14 millones 760 mil
mexicanos más en la informalidad que en 1994. De otra forma:
actualmente sólo hay 6 millones 702 mil empleos formales más que en
1994, lo que da como resultado que apenas se crearon en promedio 353
mil empleos formales por año, en lo que va del TLC, apenas un tercio de
lo que anualmente se demanda.”
Añade Acosta: “En materia de
salarios también hubo pérdida en la era del TLC. El salario mínimo
real, es decir ya descontado el efecto inflacionario, ha perdido 30% de
su valor.
“Información de la Comisión Nacional de los Salarios
Mínimos de la Secretaría del Trabajo da cuenta de que en enero de 1994,
en el arranque del TLC, el salario mínimo real era de 81.26 pesos –en
pesos de la segunda quincena de 2010, para hacer comparables las
cifras–, mientras que en noviembre de 2013 era de 56.68 pesos.
“Es
decir que el salario de noviembre pasado perdió 24.58 pesos en relación
con el salario de enero de 1994. O de otra forma: con el salario actual
se compra 30% menos de lo que se podía adquirir con el salario de enero
de 1994.”
En cuanto al número de pobres, el cotejo de las cifras antes y después del TLC registra un incremento:
“Según
el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social,
en 1992 –cuando las negociaciones del TLC alcanzaban su clímax– había
46 millones de mexicanos en condiciones de pobreza.
“En 2012 ese
número subió a 53.3 millones, de los cuales 11.5 millones se debaten en
la pobreza extrema. Y eso que tenemos la economía número 14 del mundo y
somos potencia exportadora”.
Con estas cifras, como dice Acosta,
no hay mucho que festejar en el 20 aniversario del Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos y Canadá. Al contrario, este acuerdo sólo
implicó para México una mayor subordinación a la que se suma, ahora con
Peña, la entrega de los recursos energéticos a los extranjeros.
Apuntes
Vicente
Fox, el empresario fracasado, funcionario inepto y político sin honor,
anuncia la creación de un fondo de 500 millones de dólares para
invertir en la industria petrolera. En realidad, es un mecanismo para
lavar el dinero que robó junto con su mujer, Marta Sahagún y sus hijos,
tal como lo han venido haciendo –aunque en menor escala– en el Centro
Fox. A Peña le compró la impunidad.
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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