ENTREVISTA
Encabeza resistencia contra hidroeléctricas en Honduras
CIMACFoto | retomada del portal del copinh.org
Por: Anaiz Zamora Márquez y Yunuhen Rangel Medina, enviadas
Cimacnoticias | Siguatepeque, Honduras.-Definir a Honduras como “el país más peligroso del mundo” es estigmatizar a esta nación ante la explotación irracional de tierras, la privatización de recursos naturales y capital humano, y sobre todo los malos gobiernos que padece.
Es también no darse cuenta que en el país centroamericano existe el Pueblo Lenca, una comunidad indígena en “rebeldía y resistencia” que por ahora hace escuchar sus ideas, creencias y cosmovisión a través de Berta Cáceres, dirigente del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh).
Mujer de “copal y calenda” (como se nombra a las mujeres lencas), enfrenta dos procesos penales que ella llama un intento de castigo por su empeño de defender a las mujeres y niñas que viven en la región de Río Blanco (en el departamento de Atlántida, al norte de Honduras), y cuyo afluente está en la mira de las empresas transnacionales empeñadas en convertirlo en represa hidroeléctrica.
Soportando el frío en el municipio de Siguatepeque, departamento de Comayagua, Cáceres responde a Cimacnoticias por qué una mujer en medio de contextos adversos y de alto riesgo se vuelve defensora de los Derechos Humanos.
“La mía es una larga historia de mujeres de batalla. Mi madre también era una mujer dedicada a la lucha por conquistar sus derechos; me vi influenciada por su trabajo de enfermera, de partera, de organizar a las y los compañeros”, explica.
“Vengo también de la lucha con las compañeras indígenas, una familia en la que la presencia de las mujeres siempre es muy fuerte, presencia ligada al tema de la salud, la tierra y la medicina natural, y que nos ha llevado a enfrentar también la represión patriarcal y la violencia”.
Fue en ese proceso de lucha que se integró al Copinh, organización con más de 20 años de historia que defiende los derechos del Pueblo Lenca.
Cáceres cuenta que con el tiempo el Comité amplió su perspectiva a un “proceso político social indígena”, que tiene que ver con la defensa de los territorios, los bienes, la naturaleza, la cultura, la espiritualidad y también los derechos de las mujeres.
La lucha del Copinh es anticapitalista y se empeña por empujar un proceso antipatriarcal, “que no soñamos sino por el que vamos caminando”, argumenta la líder indígena.
La organización ha peleado luchas muy fuertes, que van desde la expulsión de empresas explotadoras de madera, hasta la oposición a más de 15 proyectos hidroeléctricos.
“Somos un pueblo que ha sido bien rebelde en la lucha” y que conquistó el reconocimiento de sus prácticas originarias, por ejemplo la tradición de la “compostura del río”.
GOLPE DE ESTADO, UN RETROCESO
Berta Cáceres recuerda que antes del golpe de Estado de 2009 y que hundió a Honduras en una grave crisis social, el Copinh empujaba y demandaba una reforma constitucional que fuera pluricultural, incluyente y democratizadora, aunque advierte que no le gusta el término. “Veníamos luchando porque el país iniciara proyectos construidos desde los movimientos sociales”, aclara.
Pero con la asonada, las distintas organizaciones abandonaron su lucha individual “y nos enfocamos totalmente a luchar en contra del golpe y la represión; ahora seguimos empujando la lucha por la refundación”.
El río que cruza la cordillera hondureña, además de su riqueza en biodiversidad, tiene una trascendental importancia en la historia de rebeldía del Pueblo Lenca.
Desde la cosmovisión de esta comunidad, el agua es un elemento fundamental: “Es parte del equilibrio, de la creación de la vida, por eso creemos que en el río viven los espíritus de niñas y mujeres, a quienes hay que cuidar, respetar y tratar como iguales. Es lo que implica que la comunidad tenga tanta fuerza para defender su río”.
El 1 de abril de 2013 la zona indígena que rodea al Río Blanco decidió hacer uso de su autonomía y control territorial ante la amenaza del proyecto hidroeléctrico de la empresa DESA “que se presenta como hondureña”, y que para lograr su objetivo comenzó meses antes una ocupación militar para “intimidar al oprimido”, relata Cáceres.
Fue así que el pasado 24 de mayo, cuando Berta se trasladaba a una reunión junto con un compañero, fue interceptada por un batallón de militares que le “sembró” un arma en su camioneta. Fue detenida un día entero, acusada de los delitos de portación ilegal de armas y contra la seguridad del Estado.
La otra acusación que pesa en su contra proviene de la empresa DESA, que la acusa de “usurpación de daños continuados” y “coacción”.
“Durante la audiencia judicial que duró dos días completos, DESA argumentó que al estar yo al frente del Copinh ellos han perdido más de 3 millones y medio de dólares. Uno de los argumentos para acusarme de iniciar la violencia es que los indígenas no saben pensar y que necesitan a alguien que se les esté diciendo qué decir.
“Sus argumentos son racistas, discriminatorios y misóginos; por ejemplo cuando las compañeras relataban la importancia espiritual del río, ellos se rían y despreciaban los argumentos”.
“HEMOS ARRANCADO NUESTROS DERECHOS”
Berta considera que los ataques en su contra tienen un componente de género, pues “no es lo mismo cuando una mujer es dirigente a que cuando lo es un hombre”.
Relata que ha sido víctima de acoso y hostigamiento sexual, y que ha vivido con el temor que le generan las llamadas o mensajes en los que le amenazan con lastimar a sus hijas o su familia; además a diario se enfrenta al cuestionamiento sobre su desempeño al frente de la organización.
“Muchas de las amenazas en mi contra sostienen que siendo yo coordinadora del Copinh, lo he conducido mal, que no soy estratega, que se ha perdido la perspectiva porque se ha llegado a la violencia.
“Nunca hemos traicionado al gobierno, la realidad es que hemos arrancado los logros y nunca hemos pedido caridad o migajas; es un derecho de las comunidades tener una escuela, una casa de sanación y justicia de las mujeres, el reconocimiento de los derechos de las mujeres no es un favor: es una obligación del Estado.
“Pero no sólo son obligaciones, yo peleo porque mis compañeras asuman sus responsabilidades; las mujeres tenemos un papel histórico de empujar la refundación y reconstrucción de una nación, proceso que se construye por adelantado y se tiene que ver expresado en esos cambios de posesión de poder entre mujeres y hombres, así como en las prácticas y las conductas que tenemos”.
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