1/08/2014

Arrabalera



 Tomás Mojarro

       Que al volks. cremita le dio por descomponerse cierta noche lluviosa en que yo regresaba de algún rumbo norte de la ciudad, y que todo mojado logrè alcanzar una de esas techumbres de làmina repletas de desdichados que bajo la tormenta aguardan el transporte pùblico. Ahí el lamento de los lacerados:

         -No, y mis huevos, el del pantalón acampanado.

         - ¡Sus ésos los deja en paz, lèpero!

- Por culpa de la carestía ya los dejé en paz, que de huevos tener ya anduviera yo de pasamontañas con Marcos.

         Alguno suspiró: “Vamos de peor a pésimo”.

(Animas del mini, la combi, el microbùs). Un bandazo de viento.

Alguno, culimpinándose para columbrar el inexistente transporte, dolorida voz:

         - Y yo  aquí ensopado con la única sopa que he probado en todo el día. Me  voy a echar uno, ái conpermisito; ¡Ahhh...chís!

         A lo disimulado me sequé el goterón de la salpicadura en el cachete izquierdo. Junto a mi oreja, rancio el aliento: “No que muy consentidos de Dios, que hasta nos mandó a su madre. ¿Pues qué, no estamos bien parados  con el de allá arriba?”

         - Con el de acá abajo deberíamos estar.

- ¿Con el de Los Pinos?

- Con Obama, ahora que le regalamos el petróleo.  No, y agárrense”.

         - Yo así estoy bien –el jetón de la chazarilla.

- Agárrense, porque al de Los Pinos le quedan todavía cinco años.

Ave María. Suspirè, mirè al techo, me la persigné, dejé ir la vista a lo lejos: negrura pura en torno de aquel foquillo con aspecto de lucero, y un poco más alto aquel lucero con su pinta de foquillo de 30 watts. Como esperanza que languidece desde principios de sexenio…

A lo lejos, fanales. ¿El autobús? Un renegrido Gran Marquís, que hecho la madre se acercó a nosotros, pasó sobre el charco y nos bañó el muy hijo de la Gran Marquís. “A mí el cabrón me dejó màs enlodado que hijo de la Gran… Sahagún -el de la cotorina. Pero, mis valedores,  cuándo iba a fallar la esperanza:  “Vienen tiempos mejores”.

Ah,  bendito optimista, ese que nunca falta y que casi siempre sale sobrando. “Tiempos mejores”. Peña no hubiese afirmado su embuste con tono màs firme. En el cielo, un retumbo. Agresivo, retador, el del suéter lila:

- ¿Con Peña tiempos mejores? Óiganlo, se los vendo.

Dos, tres, una percusión de pedradas en la lámina del techo. Alguna en plena cara.”Y ora hasta granizo, para acabarla de tiznar”.

 Arete y cola de caballo: “¿Tiempos mejores con los panistas còmplices  y los chuchos de miércoles?

- Tiempos mejores -impertérrita la voz, alma optimista

- Óiganlo. ¿Con el desempleo, los gasolinazos y la inseguridad pública?

         - Mejores tiempos. Lo sé de muy buena fuente.

         Lo distinguí: joven él (joven dejaras de ser, y optimista por joven. Dios te oiga Y en la apretura traté de subir el brazo para persignármela) La chaparrita ventruda:

- ¡Ora, viejo chirrisco! ¡Conrado, dile que vaya a tentárselas a la más venérea de su cantón, chinche ninfòmano!

Qué pena. “Los buenos tiempos no tardan”.

El del tabloide enrollado en la trasera del pantalón: “¿Es usted achichincle de Videgaray el de Hacienda? ¿El le pasa mochada, o que tiznaos?”

- Lo aseguró el mero trinchón,  y ese sí sabe lo que está diciendo.

–  ¿Obama?

- El mero trinchòn, el de allá arriba, miren. No Dios padre, sino un cuate mìo del observatorio de Tacubaya que sabe de ondas climatològicas. Tiempos mejores, sin este frìo y sin estas tormentas.

Silencio. A lo lejos, una ambulancia. “Bueno, sì, ¿pero no serà un colaboracionista de Peña? Porque entonces ya estuvo que nos jodimos. Tiempos de perros los que se nos van a venir.

         Silencio. La negra noche tendiò su manto. (Y fin.)





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