1/08/2014

Privatización petrolera sin reforma migratoria




Ana María Aragonés

Cuando se iba a firmar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), a finales de 1993, muchas voces se pusieron en contra, objetando, con razón, un conjunto de problemas que un tratado tan asimétrico iba a traer para la economía del país, sobre todo para su población. Se argumentaron graves consecuencias tanto para el campo mexicano como para las pequeñas y medianas empresas, fundamentalmente, y por tanto, para los trabajadores. Objeciones que 20 años después se confirmaron lamentablemente, y cuyas secuelas fueron, entre otras cosas, importantes flujos migratorios a partir de 1994, aun cuando se afirmaba que con el TLCAN se iban a exportar jitomates pero no personas.

Precisamente porque se veía venir lo contrario de lo que se decía, se solicitó a la administración de Salinas de Gortari que se buscara la forma de consensuar con Estados Unidos un acuerdo paralelo migratorio. Según señaló el propio Salinas ( Vanguardias, 29 diciembre) en la revista Expansión, durante el diálogo que sostuvo con su homólogo George Bush como presidente electo, le planteó un acuerdo migratorio; sin embargo, el mandatario estadunidense le aseguró que el Congreso de Estados Unidos nunca aprobaría dos grandes tratados, uno comercial y otro migratorio. Al mismo tiempo el presidente Bush pidió a Salinas incluir el petróleo en la apertura comercial y la respuesta fue una contundente negativa.

¿Qué pasó ahora que el mismo partido que en 1994 no estaba dispuesto a una apertura comercial petrolera, con Enrique Peña Nieto no tiene ningún problema para hacerlo? Ahora no sólo tendrán acceso al petróleo mexicano, sino que los inversionistas internacionales aplicarán un conjunto de tecnologías entre las que se encuentra la llamada fracking, que es altamente perjudicial para el ambiente, tan es así que tiene grandes limitaciones para aplicarla en Estados Unidos. Si bien se obtiene gas, el costo para el ecosistema es muy alto, lo que no parece importar al PRIAN.
Es interesante recordar que Salinas de Gortari también enfatizaba la importancia de las inversiones extranjeras directas (IED), pues gracias a ellas se favorecería la entrada de México en el primer mundo. No es extraño que ahora Enrique Peña Nieto otorgue la misma importancia a las IED, pues según sus propias palabras, éstas serán las que logren desarrollar al país. Es increíble que se vuelva a señalar a la IED como la solución de los problemas de México cuando es claro que ni impulsaron el crecimiento del país ni mejoraron la distribución del ingreso, la pobreza ha aumentado a niveles inaceptables y los flujos migratorios se incrementaron en forma escandalosa. Por otro lado, la corrupción se ha mantenido y la impunidad y la creciente inseguridad han colocado al país en una situación de práctica ingobernabilidad, ya que una parte importante de los estados se encuentran dominados por la delincuencia organizada, lo que nos obliga a pensar en un Estado fallido.

Si los flujos migratorios vivieron momentos de enorme intensidad a partir del TLCAN y ahora han disminuido, esto se debe, no a las maravillosas condiciones del país, como en su momento señaló Felipe Calderón, sino en parte a la tremenda inseguridad, que hace muy complicado para los migrantes desplazarse hacia Estados Unidos, pero fundamentalmente por la crisis de Estados Unidos, que afectó los niveles de empleo. Algo que no debe olvidarse es que si los trabajadores migratorios se desplazan es para encontrar dónde laborar, en caso contrario se mantienen en sus lugares de origen. Es decir, si no hay trabajo, no hay migración. Pero, como era de esperarse, Estados Unidos empieza a crecer nuevamente y los migrantes son necesarios y ahí vuelven los flujos migratorios a manifestarse, a pesar de la enorme inseguridad.

En este marco, México ha perdido autosuficiencia y seguridad alimentaria, pues importa de Estados Unidos los productos agrícolas alimentarios para su población. El campo mexicano prácticamente se ha despoblado, ya que los campesinos mexicanos se encuentran del otro lado. Esto produce hambre crónica en sus poblaciones en virtud de que los productos dependen de los vaivenes de los precios del comercio internacional y de las fluctuaciones de los precios de los productos agrícolas, por lo que se necesita poder de compra para tener acceso a esos alimentos, del que carecen los pobladores. Pero nada de esto ha sido contemplado por los gobiernos mexicanos en la búsqueda de soluciones, sino, por el contrario, los políticos parecen estar cada vez más orgullosos de esta grave situación.

Lo triste es que ahora ya se perdió el energético más importante del país, y ni siquiera se pudo por lo menos negociar con el Congreso de Estados Unidos la reforma migratoria para regularizar a los millones de trabajadores indocumentados que han favorecido a la economía del país vecino. Pésima estrategia, por donde se le vea. Se derrochó el petróleo y los migrantes están viendo frustrados sus anhelos.

Y aun cuando la sociedad parezca dormida, ¡cuidado! Las sorpresas pueden estar más cerca de lo que se piensa.

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